
Kishore Mahbubani, diplomático y académico: “Aferrarse a la OTAN, en última instancia, debilita a Europa”

En 1989, el secretario de Estado James Baker aseguró al presidente ruso, Mijaíl Gorbachov, que la OTAN no avanzaría “ni una pulgada” hacia el Este. Las causas de la tragedia humana, social y económica en Ucrania son preguntas que interpelan a las víctimas directas, al resto de Europa y al mundo. Las analizamos para elDiario.es con Kishore Mahbubani, diplomático, académico, una de las autoridades más influyentes a nivel mundial en geopolítica. Embajador de Singapur ante las Naciones Unidas, presidió el Consejo de Seguridad. Fundó y fue decano de la Lee Kuan Yew School of Public Policy en la Universidad Nacional de Singapur. Autor de The Asian 21st Century, entre otros libros, con 3,9 millones de descargas, es colaborador habitual de Foreign Affairs, Foreign Policy, CNN, Financial Times, entre otros medios.
Es reconocido por sus pares por desafiar narrativas dominantes con análisis que, inicialmente polémicos, el tiempo ha reivindicado. Su capacidad de anticipar cambios globales lo ha convertido en un referente para entender el siglo XXI. Maurice Gourdault-Montagne, uno de los diplomáticos más importantes de Francia, señaló en una entrevista a elDiario.es que “Mahbubani es un fino observador del mundo occidental cuyas palabras merecen ser escuchadas”
Desde la invasión de Rusia, usted ha sostenido que la “solución perfecta” que exigía Occidente, la retirada total de Ucrania, sin concesiones, tenía “cero” posibilidades de éxito, y abogó por un alto el fuego inmediato y negociaciones entre Ucrania y Rusia, y entre Occidente y Rusia, a fin de evitar mayor sufrimiento para los ucranianos. En diciembre de 2023, en el Financial Times alertó de que el presidente Zelenski podría verse obligado a aceptar un “doloroso compromiso”, y que los países no occidentales inevitablemente se preguntarían: “¿Para qué ha servido todo esto?”
Creo que individuos, organizaciones y naciones sufren cuando se rodean exclusivamente de partidarios incondicionales o de críticos implacables. Me considero un crítico constructivo de Europa: deseo que prospere, no que sufra. Todo lo que digo tiene el propósito de ayudar a Europa, no de perjudicarla.
Dicho esto, los europeos han alcanzado un nivel extremo de incompetencia geopolítica. La guerra en Ucrania era totalmente evitable. Dado que Europa deberá coexistir con Rusia durante el próximo siglo, o incluso milenio, debería haber buscado una solución que atendiera a los intereses europeos y rusos. La tragedia es que Europa se dejó seducir o presionar por los neoconservadores de la administración Bush para expandir la OTAN. La incorporación de países del antiguo Pacto de Varsovia ya resultaba difícil de aceptar para Rusia. Extenderla hacia territorios que formaron parte de la Unión Soviética fue imprudente.
George Beebe, exdirector de análisis sobre Rusia en la CIA, declaró a elDiario.es que “detener la expansión de la OTAN ha sido la motivación más crucial de Rusia” para su invasión de Ucrania. ¿Cuál es su opinión?
Para el exembajador de Estados Unidos en Moscú Bill Burns, “Ucrania era la más roja de las líneas rojas” para Rusia. La advertencia más importante fue la de George Kennan en 1999: la expansión de la OTAN acabaría en una guerra con Rusia. Europa optó por ignorarlo.
En la declaración de la Cumbre de la OTAN en Bucarest en 2008, los líderes europeos aceptaron ampliar la Alianza a Ucrania y Georgia. ¿Cómo explica esa decisión?
Fue una decisión increíblemente estúpida por parte de los europeos, quienes deberían haber sido plenamente conscientes, que ondeaban una bandera roja ante Rusia: no puedo comprender semejante estupidez geopolítica. Vivo en Singapur, que fue una colonia británica desde 1819 hasta 1965. Hace un siglo los europeos habían colonizado gran parte del mundo y eran capaces de administrarlo. Sin embargo, hoy en día tienen dificultades incluso para gobernarse a sí mismos. Me resulta desconcertante cómo pasaron de ser extremadamente astutos y calculadores en asuntos geopolíticos a mostrarse tan ingenuos y crédulos al aceptar, sin cuestionar, las garantías de EEUU de que la expansión de la OTAN en antiguos territorios soviéticos no les crearía problemas.
En 2022 y 2024, el entonces ministro de economía francés Bruno Le Maire declaró: “Vamos a provocar el colapso económico de Rusia”. Sin embargo, en 2024 la BBC informaba de que “según el Fondo Monetario Internacional, Rusia crecerá más rápido que todas las economías avanzadas”. ¿Qué estrategia ha fracasado?
En teoría, como herederos del Renacimiento y la Ilustración, los europeos deberían ser seres racionales, con la capacidad de persuadir a los demás. Sin embargo, deberían plantearse una pregunta muy sencilla: ¿por qué nadie en el mundo comparte su punto de vista? ¿Por qué Europa se encuentra tan aislada? La invasión rusa de Ucrania fue ilegal y condenada por las Naciones Unidas. No hay forma de argumentar que la invasión fuera legítima. Sin embargo, cuando Occidente impuso sanciones a Rusia, el 85% de la población mundial no las secundó. Si yo fuera europeo, la primera pregunta que me haría sería: ¿por qué el 85% de la población mundial no está de acuerdo conmigo? Ningún líder europeo se atreve a formular esta pregunta, y mucho menos a considerar la posibilidad de que las políticas europeas hayan sido erróneas.
En su reciente artículo en Foreign Policy sostiene que, si Charles de Gaulle estuviera vivo hoy, buscaría un acuerdo con Rusia. En Francia es bien sabido que De Gaulle consideraba a Europa “desde el Atlántico hasta los Urales”, y que “es de interés para Francia mantener buenas relaciones con Rusia”. Sin embargo, hoy numerosos líderes de la UE y medios de comunicación sostienen que Rusia es una amenaza, que podría invadir Europa. ¿Cuál es su perspectiva?
Los rusos serían muy estúpidos si intentaran invadir Europa. Rusia es el país más grande del mundo, con más que suficiente territorio y abundantes recursos naturales. Entonces, ¿por qué buscaría invadir otros países? Lo que resulta sorprendente es que los europeos no reconozcan una contradicción evidente. Por un lado, se burlan de la incapacidad de Rusia para derrotar a Ucrania, un país de 38 millones de habitantes con un PIB de aproximadamente 189.000 millones de dólares en 2024. Pero, por otro lado, insisten en que Rusia representa una grave amenaza para Europa, un continente de 744 millones de habitantes con un PIB de 27 billones de dólares en 2024. Al mismo tiempo, a largo plazo, Europa no será el principal desafío estratégico de Rusia. No habrá tropas ni tanques europeos marchando hacia Moscú, los tiempos de Napoleón y Hitler quedaron atrás. El mayor desafío estratégico para Rusia en el futuro no vendrá de Europa, sino de China.
¿Por qué?
China y Rusia comparten la frontera más extensa del mundo. Hace cincuenta años, la Unión Soviética era mucho más poderosa, China considerablemente más débil. Hoy, la situación se ha invertido: China es significativamente más fuerte. El interés nacional de Rusia radica en alcanzar algún tipo de modus vivendi, un compromiso estratégico en Europa que le permita concentrarse en China a largo plazo. Si los europeos tuvieran visión geopolítica, reconocerían esta oportunidad y buscarían un acuerdo con Rusia. Lamentablemente, Europa ya no cuenta con grandes estrategas que comprendan esta realidad. Digo esto porque, en octubre de 2022 tuve una conversación privada con Henry Kissinger. Me dijo que los líderes europeos son incapaces de ver el panorama estratégico en su conjunto; no entienden que deben adaptarse y responder a las nuevas realidades geopolíticas.
En su artículo en Foreign Policy “Es hora de que Europa haga lo impensable” recomienda que los países europeos “anuncien su disposición a salir de la OTAN”. Muchos se preguntan cómo es posible mantener una alianza militar con un país cuyo presidente afirma abiertamente que “la UE fue creada para perjudicar a EEUU”, impone aranceles e incluso amenaza la integridad territorial de Dinamarca en Groenlandia, sin descartar ninguna opción. Desde su perspectiva, ¿cuál sería el impacto global de ese eventual anuncio?
No creo que, en última instancia, los miembros europeos de la OTAN necesiten abandonar la Alianza. Sin embargo, deberían tener el valor de decirle a EEUU que, si no los trata con respeto dentro de la OTAN, están dispuestos a marcharse. Esto sería una táctica de negociación efectiva. Donald Trump escribió un libro titulado El arte de la negociación, en el que explica la importancia de elevar las exigencias. También enfatiza que, en ciertas situaciones, es fundamental estar dispuesto a retirarse de la negociación. Precisamente por esta razón, los europeos deben declarar que están preparados para salir de la OTAN. Hacerlo debilitaría la capacidad de presión de EEUU sobre Europa.
EEUU exige que los países europeos aumenten sus presupuestos de defensa. Muchos sostienen, como señaló Janan Ganesh en el Financial Times, que “Europa debe recortar su Estado del bienestar para construir un Estado de guerra”.¿Cree que Europa necesita aumentar su gasto en defensa?
Los europeos no necesitan gastar más en defensa. Lo que realmente necesitan es ser más astutos en el ámbito geopolítico. Esto es mucho más importante que contar con un gran ejército. Un aparato militar colosal sin una estrategia clara es como un cuerpo enorme sin cerebro, y un cuerpo sin cerebro no gana guerras. En lugar de centrarse en expandir su poderío militar, Europa debería enfocarse en agudizar su capacidad estratégica para adaptarse a las nuevas realidades geopolíticas. Fortalecer sus habilidades de negociación es clave. Para ello, debe declararse estratégicamente autónoma e independiente, tomando sus propias decisiones. Aferrarse a la OTAN, en última instancia, debilita a Europa. Sigue dependiendo de la protección de Estados Unidos, a pesar de que Donald Trump pregunta repetidamente: “¿Por qué debería protegerlos?”. Para Trump, la Unión Europea es una entidad diseñada para debilitar a Estados Unidos.
¿Cómo debería negociar Europa?
Los europeos deberían declarar que están preparados para salir de la OTAN. Esto demostraría tanto astucia estratégica como determinación. Hasta ahora, los líderes europeos no han mostrado ni astucia ni firmeza en sus negociaciones con EEUU.
En 2023, Jürgen Habermas, un filósofo influyente en Europa, expresó su pesimismo sobre la política exterior de la UE, “ya no cree que la UE vaya a desempeñar un papel influyente a nivel global en el futuro”. ¿Está de acuerdo?
La UE aún puede desempeñar un papel geopolítico. Sigue siendo un actor de relevancia mundial: es la tercera mayor economía del mundo, después de EEUU y China. Gracias a su peso económico, todavía tiene la capacidad de ejercer un rol influyente. Sin embargo, lo que le falta a la UE son líderes capaces de analizar de manera integral el panorama geopolítico global y determinar cómo encaja el continente en esta nueva realidad. El siglo XXI será el siglo de Asia.
¿Por qué de Asia?
Todo europeo debería conocer la siguiente estadística: en 1980, la economía de Europa era diez veces mayor que la de China. Hoy, ambas tienen un tamaño similar. Para 2050, la economía europea será la mitad de la china. Cuando un continente pasa de ser diez veces más grande que China en 1980 a representar solo la mitad en 2050, debe cambiar su mentalidad. Europa ya no puede comportarse como un gigante geopolítico que domina a China. En la práctica, ha pasado de ser un coloso geopolítico a una potencia de tamaño medio, o incluso un enano geopolítico. Europa debe encontrar la manera de moverse en esta nueva realidad, reconociendo sus limitaciones—lo que puede y lo que no puede hacer. Lo único que propongo es una dosis de realismo. Intento ayudar a Europa a ver el mundo tal como es y a adaptarse en consecuencia.
En la Cumbre de la OTAN en Madrid, en julio de 2022, China fue definida como un actor que “desafía nuestros intereses, seguridad y valores, y busca socavar el orden internacional basado en reglas”. Sin embargo, como advirtió Maurice Gourdault-Montagne, existe el riesgo de que Estados Unidos busque ampliar el papel de la OTAN en Asia, arrastrando gradualmente a Europa a lo que describió como una “cruzada contra China”, con los riesgos que ello implica. En su opinión ¿cómo Europa debería definir su relación con China?
La geopolítica es la combinación de dos palabras: geografía y política. De ambas, la geografía es el factor más determinante. Si viviera en México, por ejemplo, no me preocuparía por una posible invasión de China o Rusia. El único país que podría invadir México es EEUU. Todo se reduce a la geografía. Del mismo modo, China no va a invadir la UE. China no es una amenaza para Europa. El mundo que se configuró durante la Guerra Fría ya no es relevante en el siglo XXI. Sin embargo, Europa sigue basando su pensamiento estratégico en ideas de 1950, cuando todos los países comunistas eran considerados enemigos. Pero el mundo de 2050 será muy distinto. En ese futuro, China no representará una amenaza para Europa, sino una gran oportunidad. Europa debe tener el valor de actuar en su propio interés y cooperar con China.
¿Por qué representa una gran oportunidad para Europa?
A largo plazo, la mayor amenaza para Europa vendrá de la explosión demográfica en África. En 1950, la población europea era el doble que la africana. Hoy, la población de África es más de dos veces y media mayor que la de Europa. Para 2100, África podría tener diez veces más habitantes que Europa. Si el desarrollo económico de África no avanza al mismo ritmo que su crecimiento demográfico, Europa enfrentará una presión migratoria desestabilizadora, con desafíos humanitarios y sociales para los que no está preparada. Europa debe centrarse en abordar esta amenaza a largo plazo atacando sus causas de raíz—principalmente, fomentando la creación de empleo en África. El mejor socio para generar empleo en África no es Estados Unidos, sino China. Europa debe considerar su propia geografía y reconocer dónde radican sus desafíos a largo plazo. Debe buscar aliados para afrontarlos, y China estaría más que dispuesta a colaborar con Europa en África.
En lugar de ello, Europa está debilitando sus propios intereses al alinearse con Estados Unidos contra China. Desde la perspectiva estadounidense, es comprensible que China sea vista como una amenaza, ya que desafía la primacía de EEUU en el sistema global. Washington tiene una razón estratégica para tratar de contener a China. Pero, ¿por qué Europa está ayudando a Estados Unidos a contener a China cuando sus intereses geopolíticos son fundamentalmente distintos de los de Estados Unidos?
Hans Kundnani, profesor de la London School of Economics, sostiene que, pese a presentarse como una entidad posnacional y universalista, la Unión Europea sigue operando dentro de fronteras raciales y culturales que excluyen a identidades no blancas y no cristianas.
Temo que muchas de las actitudes europeas hacia China provengan de un racismo irracional. Durante casi 800 años, los europeos han sido atormentados por el miedo a otra invasión mongola. En mi libro Has China Won?, discuto cómo la mentalidad occidental ha sido moldeada por el temor al llamado “peligro amarillo”—la ansiedad de que los chinos puedan algún día apoderarse de Europa. Cuando los europeos se dejan influir por este miedo irracional, terminan tomando decisiones geopolíticas basadas en ansiedades psicológicas ocultas en lugar de en un pensamiento racional. La realidad es que China no representa una amenaza para Europa en absoluto.
Según el Financial Times, España ha pedido a la UE que desarrolle su propia política hacia China de forma independiente de Estados Unidos. Sin embargo, pocos días después, para sorpresa de muchos, la Alta Representante de la UE para la Política Exterior, Kaja Kallas, cuestionó la capacidad de Europa para asumir el “riesgo de China”, afirmando: “Si dices que colectivamente no somos capaces de presionar a Rusia de manera que tenga un efecto, ¿cómo puedes decir que eres capaz de asumir el riesgo de China?” ¿Cuál es su opinión sobre estos comentarios?
Bastante desconcertante. ¿Cómo explicaría ella que China representa una amenaza para Europa? ¿Diría que China está planeando enviar un ejército para invadir Europa? ¿Realmente lo cree? ¿Va China a desplegar agentes para socavar los procesos políticos de Europa? ¿Por qué? ¿Qué razón podría tener China para hacer eso? Europa sigue siendo una economía abierta comprometida con la globalización. Apoya la Organización Mundial del Comercio, cree en el comercio internacional y ve el comercio global como un camino hacia la prosperidad compartida. Sin embargo, el país que ahora se alinea más estrechamente con la postura de la Unión Europea sobre el comercio y la globalización ya no es Estados Unidos, sino China. ¿Es este miedo a la llamada “amenaza china” simplemente una reacción emocional? La geopolítica es un negocio implacable. Cualquier país o región que reaccione emocionalmente en geopolítica sufrirá las consecuencias. Los países que hacen cálculos fríos y calculados son los que tienen éxito. Lo que estoy promoviendo es que Europa adopte un enfoque racional y estratégico, centrado en lo que sirve a los intereses a largo plazo de Europa, en lugar de avanzar con la agenda de otra potencia.
Brasil ha mantenido buenas relaciones tanto con Estados Unidos como con China, como informó Bloomberg en el artículo “Brasil reacio a elegir entre EEUU y China en un mundo polarizado”. ¿Qué opina sobre este enfoque diplomático?
Eso es precisamente lo que están haciendo la mayoría de los países asiáticos. Han dejado claro que desean ser amigos tanto de Estados Unidos como de China, sin tomar partido. Y ese enfoque tiene todo el sentido. Aquí en Asia, hemos aprovechado enormemente las ventajas de ambos, Estados Unidos y China. Estados Unidos ha invertido más en los diez países del sudeste asiático de lo que ha invertido en China, Japón, Corea del Sur e India juntos. Claramente, el sudeste asiático está cosechando los beneficios de los sólidos lazos económicos con EEUU. Al mismo tiempo, el comercio del sudeste asiático con China es el doble del volumen de su comercio con Estados Unidos. Hemos mantenido buenas relaciones con ambas potencias, trabajando con cada una de ellas de manera que sirva a nuestros intereses.
Si los europeos fueran inteligentes, empezarían a aprender lecciones de los asiáticos. Desafortunadamente, muchos europeos aún menosprecian a Asia. En mis memorias, Living the Asian Century, publicadas hace solo seis meses, discuto cómo, al crecer en una colonia británica en Singapur, me hicieron creer que los asiáticos éramos intelectualmente y culturalmente inferiores al hombre blanco. Ese era el mensaje que nos inculcaron. En ese entonces, todas las potencias coloniales reforzaron esta idea, haciendo que los asiáticos creyeran en su propia inferioridad. Hoy en día, los asiáticos han dejado atrás ese sentimiento de inferioridad. Desafortunadamente, muchos europeos no han dejado de lado su sensación de superioridad cultural.
Estamos entrando en lo que yo llamo un mundo multicivilizacional, multipolar y multilateral: un nuevo mundo 3M. Es hora de que los europeos se pregunten si pueden aprender de otras organizaciones regionales. La Unión Europea debería estudiar el enfoque de la ASEAN hacia la geopolítica, porque las estrategias de la ASEAN son mucho más efectivas que las de Europa.
Usted es reconocido como uno de los grandes diplomáticos. En su opinión, ¿qué preguntas clave debería estar haciéndose Europa en este momento?
Para comenzar, los líderes europeos deberían preguntarse: ¿Qué errores ha cometido Europa en los últimos 30 o 40 años? ¿Por qué Asia ha disfrutado de 46 años de paz ininterrumpida, mientras que Europa ha visto guerras en cada década? Europa ha estado inmersa en conflicto tras conflicto. Estuvieron las guerras yugoslavas, luego la intervención europea —al menos en cierta medida— en las guerras de Libia y Siria. Ahora, está la guerra en Ucrania.
Debo reconocer que el logro más destacado de la Unión Europea no es solo la ausencia de guerra dentro de sus fronteras, sino la completa eliminación de la perspectiva de guerra. No hay absolutamente ninguna posibilidad de que Alemania y Francia guerreen entre ellas nuevamente. Esto es un logro civilizacional profundo. Me encantaría que Asia eliminara la perspectiva de guerra, como lo ha hecho la UE. Al mismo tiempo, aunque la UE ha logrado prevenir guerras dentro de sus fronteras, ha fracasado en evitar conflictos en su periferia.
¿A qué se refiere cuando habla de ese fracaso?
Uno de los errores es que aunque ha generado una prosperidad significativa dentro de Europa, no ha logrado compartir esa prosperidad con sus vecinos. A pesar de la cercana proximidad geográfica de África del Norte, sigue estando muy por detrás económicamente. Al mismo tiempo, los europeos no comprenden que, en un mundo de civilizaciones diversas, deben aprender a coexistir con sociedades diferentes a la suya. Cuando Turquía solicitó unirse a la UE, su membresía fue rechazada, en gran parte porque es un país islámico. Esa fue una gran oportunidad perdida. Si Turquía hubiera sido admitida, la UE habría ganado una valiosa experiencia en el trato con sociedades y culturas no europeas, particularmente con el mundo islámico.
¿Qué pasos deberían dar los europeos para aprender a convivir mejor con otras civilizaciones?
La mente occidental—especialmente la mente europea—debe desechar gran parte de su pensamiento anticuado y aprender a navegar las realidades del mundo emergente. Debe desarrollar la capacidad de interactuar con diferentes sociedades y civilizaciones. Es aquí donde Asia tiene una ventaja significativa. Asia es inherentemente multicivilizacional. La civilización china es distinta de la civilización india y la civilización india es distinta de la civilización islámica: los asiáticos entienden cómo gestionar la diversidad.
El siglo XXI será un siglo de diversidad, moldeado por un mundo multicivilizacional. Nosotros en Asia estamos preparados para esto. Los europeos, sin embargo, luchan con ello porque todavía creen que el resto del mundo debe convertirse en algo similar al Occidente. Pero eso nunca sucederá. El resto del mundo no se convertirá en Europa ni en Estados Unidos. En cambio, serán los europeos y los estadounidenses quienes deberán aprender a interactuar con diferentes sociedades. Si los europeos pudieran dar un giro de 180 grados y aprender a tratar con el resto del mundo sobre la base del respeto mutuo, en lugar de ser condescendientes y adoptar una postura de superioridad cultural, Europa encontraría una cantidad tremenda de oportunidades. Los asiáticos no son vengativos. No buscan vengarse de Europa por haber colonizado Asia. Ya lo han olvidado. Quieren avanzar hacia el futuro. Si los europeos pudieran cambiar su actitud y aprender a ser más humildes, descubrirían que tienen muchos más amigos en el mundo de los que creen.
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