Se trata de Europa

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No se trata de Ucrania, nunca fue así, la apuesta de Putin siempre fue contra Europa. Nunca se trató de la manida y jocosa desnazificación de Ucrania, nada tiene que ver con la identidad cultural de los ucranianos de origen ruso, ni siquiera el control de los vastos recursos energéticos de Ucrania, justificaba su invasión.

 Siempre fue Europa, una Europa fuerte siempre fue una piedra en el zapato ruso. La expansión de Europa y la OTAN, hacia el Este fue vista como una amenaza. La competencia geopolítica desplazaba, reducía, la influencia de Rusia hacia Asia Central.

 Pero la obsesión de Putin por una Europa débil tiene más que ver con dos factores: Por un lado, su visión imperialista y militarista de una Rusia que vive de la gloria de sus viejas victorias frente a una Europa que siempre ha buscado la paz y la cooperación. Y, por otra parte, las diferencias ideológicas, el tirano ruso no puede concebir los valores occidentales de democracia, libre mercado y derechos humanos, ya que estos acabarían “corrompiendo” su estado autócrata.

La invasión de Ucrania fue una bofetada a Europa, un hasta aquí hemos llegado, una decisión geopolítica para para arrinconar y debilitar a Europa. Así lo entendió Estados Unidos, socio europeo desde el fin de la II Guerra Mundial, que rechazó con contundencia la invasión de Ucrania.

Pero la irrupción de Trump en el escenario internacional supone romper todos los tableros de juego, también el europeo. Por las mismas razones que Putin, imperialismo y valores, Trump necesita una Europa débil. La batalla de las bombas se lleva a cabo en Ucrania, la batalla diplomática en Arabia Saudí, el despacho oval o Londres. Pero la guerra es contra Europa.

Tanto Putin como Trump aspiran a una Europa débil, tanto en lo ético, como en lo económico o lo militar. Sin una Europa fuerte camparán a sus anchas en un mundo en que los milmillonarios sean más milmillonarios y los derechos humanos pasarán a formar parte de la historia.

Europa debe rearmarse en sus valores, que no lo tenemos fácil con el auge de las ultraderechas, tenemos que taponar esa brecha por donde se desangran nuestras democracias. Memoria democrática, pedagogía, sentido de Estado y renuncia de todos los demócratas a servirnos de esas falsa muletas.

 En lo económico, no sirven las soluciones unilaterales al margen de la unión europea. Aun el país europeo más fuerte no puede competir en un orden mundial en que las reglas las dictan otros. Europa tiene que ser una parte importante en el establecimiento de las reglas de juego, sin una Unión Europea fuerte no seremos partícipes de un sistema económico global, sino meros invitados a fiestas ajenas.  

Al final, y tristemente también en lo militar, necesitamos una Europa fuerte. Ante un paraguas de la OTAN que ya no sabemos si nos cobija, necesitamos urgentemente definir una estrategia de defensa común.

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