El cine se descentraliza: los Premios Goya o los Feroz marchan de Madrid, ciudad sin un gran festival (que quizá no necesita)
![Un premio Goya en el Mirador de San Nicolás de Granada.](https://static.eldiario.es/clip/638febaa-36c6-4646-b1fd-e9b1b9dc6f5d_16-9-discover-aspect-ratio_default_0.jpg)
El anuncio de las nominaciones a los Premios Goya dejó una imagen insólita el pasado 18 de diciembre. Los actores Álvaro Cervantes y Natalia de Molina desvelaron las candidaturas finalistas con la Alhambra como telón de fondo. Por primera vez la lectura no se llevó a cabo en la sede de la Academia de Cine, situada en la calle Génova de Madrid (al lado de la sede del Partido Popular). Fue un nuevo paso en la descentralización de los galardones más importantes del cine español: Granada acoge este sábado 8 de enero su 39ª edición, la séptima consecutiva que tendrá lugar fuera de la capital.
Hasta 2018 inclusive, solo una de las 32 ceremonias se celebró fuera de Madrid. Fue hace 25 años, en el 2000, cuando la muy barcelonesa Todo sobre mi madre (Pedro Almodóvar, 1999) se hizo con siete cabezudos en el Auditorio de la ciudad condal. Después de otras 18 ediciones consecutivas en Madrid, los Goya han iniciado una ruta itinerante por toda la geografía española: Sevilla (2019 y 2023), Málaga (2020 y 2021), València (2022), Valladolid (2024) y ahora Granada. Aunque por el momento se desconoce dónde repararán el próximo año, un regreso a València después del devastador paso de la DANA o una primera gala insular en Palma son las opciones que cobran más fuerza.
Pero la noche más concurrida de la industria cinematográfica española no es una excepción. Uno de sus máximos precursores, los Premios Feroz, encumbraron a Salve María de Mar Coll y Casa en flames de Dani de la Orden como las mejores películas españolas del año el pasado 25 de enero en Pontevedra. En 2026 repetirán en la ciudad gallega. Los galardones entregados por la Asociación de Informadores Cinematográficos (AICE) también se han acostumbrado a alejarse de Madrid. Su sexta edición, la de 2019, fue la primera en hacerlo para reparar en Bilbao. Al año siguiente volvieron a la región, pero no a la ciudad, ya que la sede fue el Teatro Auditorio Ciudad de Alcobendas. Desde entonces han alternado Madrid (2021 y 2024) con otras capitales (Zaragoza en 2022 y 2023, Pontevedra en 2025 y el venidero 2026).
La presidenta de la AICE, María Guerra, confiesa en conversación Somos Madrid que uno de los motivos para esta itinerancia es económico: “Las galas valen mucho dinero y necesitan patrocinadores. Lo cierto es que nos hemos encontrado un apoyo muy limitado del Ayuntamiento y la Comunidad de Madrid. Por eso nos hemos ido poniendo en contacto con ciudades que no las conciben como escaparate de una noche”.
La periodista incide en este apunte y afirma que otro motivo de peso para elegir sede es que la administración entienda que apostar por los premios no es cosa de un día: “Organizamos cuatro meses de eventos previos que muestran la industria a los ciudadanos. Buscamos una mirada más amplia que desborda el acto particular y televisivo. Por ejemplo en Pontevedra ha ido fenomenal, los equipos de las películas nominadas han llenado el 90 y tantos por ciento de coloquios, con ciudadanos de todas las edades (mujeres mayores, estudiantes de cine...)”.
“No es solo ir a hacer la gala o la alfombra roja, es muchísimo más, por ejemplo que la gente pueda acercarse a una masterclass del Feroz de Honor”, recalca la dirigente de AICE. “A la vez que los cines de barrio van desaparecido, proliferan los encuentros con el público. Lo hacen salas privadas y festivales pequeños como la Semana del Cine de Carabanchel. Se nota que hay un disfrute e interés de la ciudadanía por acercarse a los cineastas. Nosotros hemos detectado esa satisfacción mutua al mostrar y al descubrir las tripas de las películas, que un largometraje medio implica emplear directa o indirectamente a 1000 personas”, expone. A este factor social se une el industrial: “Se intentan hacer iniciativas de networking profesional. Vamos donde hay interés, de las instituciones pero también de la ciudadanía. Y así seguiremos haciéndolo salvo que el Ayuntamiento y la Comunidad de Madrid se interesen, debe haber un interés mutuo”.
Las galas valen mucho dinero y necesitan patrocinadores. Nos hemos encontrado un apoyo muy limitado del Ayuntamiento y la Comunidad de Madrid. Por eso nos hemos ido poniendo en contacto con ciudades que no las conciben como escaparate de una noche
María Guerra echa en falta mayor implicación de los Gobiernos madrileños de José Luis Martínez-Almeida e Isabel Díaz Ayuso: “Quizá los distritos deben empezar a verlo como una parte más de la vida cultural, apostar por ello en cines o centros culturales. La pandemia fomentó las plataformas, pero también esa necesidad de acercarse a los artistas (y no solo en una alfombra roja). En Madrid, globalmente desde el Ayuntamiento, se ve que no lo perciben así”. Opina que las autoridades municipales y autonómicas “no ven la posibilidad de invertir en una industria que genera dinero en muchas familias”.
No cree que sea una cuestión de siglas políticas, y cita como ejemplo que han colaborado de manera estrecha con los consistorios de Bilbao (PNV), Zaragoza (PP) y Pontevedra (BNG): “El interés por la cultura y la inversión en esta industria lo tienen ayuntamientos de todos los colores. Se trata de tener esa mirada polifacética”. Una mirada que casa con la descentralización de la cultura, apuesta que le parece “maravillosa” porque “visibiliza el talento de otros territorios”. Cita como referencia los Premios Carmen de la Academia del Cine Andaluz, que cada año rotan de una capital andaluza a otra: “Llevan cuatro ediciones sin haberse celebrado todavía por Sevilla. Y no pasa nada”.
La comunicadora dice desconocer los motivos por los que los Goya también se han apartado de Madrid, pero sí lo considera un acierto: “No es que antes no se hiciera por maldad o arrogancia, es que simplemente no se pensaba en ello. El cine se limitaba a la proyección en la sala. Ahora, como comentaba al hablar de los coloquios, tiene un carácter más itinerante que encaja con la descentralización”. Dicho esto, no cierra la puerta a un futuro regreso Feroz a la capital: “Estamos predispuestos a recibir ofertas y Madrid es una ciudad abierta que nos encanta, aunque recibimos llamadas de muchos ayuntamientos”.
Una gran ciudad sin un gran festival: “No podemos crear eventos artificiales”
Las mudanzas de estos premios se unen a otra habitual merma histórica en el andamiaje cultural de Madrid: la falta de un gran festival cinematográfico. El patrón se repite en estos países europeos, donde los certámenes de mayor impacto nacional e internacional se encuentran asentados fuera de las capitales. Al igual que San Sebastián, los festivales de Cannes y Venecia nacieron en ciudades costeras como herramienta para ampliar la temporada turística. Berlín es la única gran capital del continente que acoge el certamen más importante de su país. Madrid, eso sí, podría seguir el ejemplo del Festival de Roma. Desde su creación en 2006 ha conseguido asentarse y crecer tanto en la ciudad como en toda Italia, aunque su repercusión sigue a años luz de la cita veneciana.
La cuestión no es solo municipal. Según el último informe del Observatorio de la Cultura, publicado en enero, Madrid es junto a Canarias y Cantabria la única autonomía sin ningún festival de cine en su ranking regional de instituciones o acontecimientos culturales (pese a ser la comunidad que suma más iniciativas mencionadas, con un total de 33).
“Madrid cuenta con un gran ecosistema de festivales de cine de tamaño medio y pequeño”, cuenta Pela del Álamo en declaraciones a este diario. Es el director artístico del Festival Márgenes, que a lo largo de sus 14 ediciones en la ciudad ha experimentado un crecimiento progresivo y sostenido a nivel de público o repercursión cultural. Ante la cuestión de si la capital necesita un gran certamen cinematográfico que sea refrencia a nivel nacional o internacional, explica que está dando muy buenos resultados “un modelo diferente al de un gran festival que acapara toda la atención y es buque insignia de la ciudad que lo ampara”.
Frente al modelo avasallador en un gran evento de San Sebastián, Valladolid, Málaga o Sitges, Del Álamo valora esta escena festivalera surgida “de manera orgánica y sólida”. Y añade: “No veo esto como un problema, más bien al contrario. Las instituciones deberían potenciar ese ecosistema para desprecarizarlo y ponerlo en valor, porque es muy rico y singular. El tamaño del evento no habla de la calidad. La idea de tener un gran festival no suple las carencias de las políticas culturales actuales. Lo que hay que hacer es fomentar el tejido existente y no caer en la idea capitalista de buscar un gran festival para emular otras ciudades. No se ha dado en los últimos 70 años y no podemos crear eventos artificiales”.
Así, pese a su implicación directa en la organización de un festival madrileño, el programador cinematográfico respalda la descentralización: “No creo en el centralismo. Pienso que es mejor visibilizar y conectar ese sistema centralizado en Madrid con otros sectores nacionales. Que Madrid pueda estar perdiendo peso a un nivel industrial o artístico en lo que al cine se refiere no responde a que los premios se vayan. Puede tener más que ver con que el Ayuntamiento no apuesta por ese tejido cultural que antes destacaba”.
El tamaño del evento no habla de la calidad. Un gran festival no suple las carencias de las políticas culturales actuales. Lo que hay que fomentar es el tejido existente y no caer en la idea capitalista de buscar un gran festival para emular otras ciudades
Una red que conoce al dedillo Annamaria Scaramella, directora de Márgenes y presidenta de Matriz, la coordinadora de festivales y muestras de cine de Madrid. “Nacimos en 2020 con el deseo de dar a los festivales un respaldo sólido, trabajar en objetivos comunes tendiendo puentes”, relata a este periódico. Desde la entidad coinciden con su compañero en la “defensa de la de la plurialidad, la diversidad que puede enriquecer Madrid”. Así, sobre esa hipotética gran cita anual, sostiene que “lo que a priori puede parecer una falta es una ventaja”.
“Los festivales de clase A no están en las capitales, salvo Berlín, que surgió en la posguerra para tender un puente entre el este y oeste de la ciudad. Ayuntamientos más pequeños apuestan por estos eventos como reclamo cultural, en ciudades sin tanta competencia. En Madrid no hace falta, hay mucha más oferta a nivel de exhibición. Contamos por suerte con una red de salas que ya cubre cierto cine alternativo que no llega a otras ciudades salvo en festivales. También con numerosas iniciativas que hacen que sea más difícil programar un festival por una cuestión de espacios”, desgrana.
“En Matriz apostamos por visibilizar esta red de festivales con 800 proyecciones anuales y 120 actividades. Que se vea como un plus y no un menos, enriquece la oferta y el tejido cultural de la ciudad. Los macroeventos tienen una cara B con mucha carga para los ayuntamientos (costes, impacto medioambiental...). No es fácil trasladar modelos. Lo vimos con los problemas del Primavera Sound en Madrid, ejemplo”, recuerda Scaramella. “Es cierto que los festivales de cine tienen una idiosincrasia propia que se aleja de los de música (no hay espacios para consumir), y que los que somos más modestos tampoco tenemos esa alfombra raja que interesa a las marcas. Pero deben existir espacios para dar visibilidad al cine más arriesgado, el que queda fuera hasta de ese circuito de salas alternativas”.
¿Respaldo institucional insuficiente?
“El Ayuntamiento y la Comunidad pierden la oportunidad de reivindicar un ecosistema propio emprendido por personas y entidades particulares, que son las que se han ocupado de un trabajo difícil que ya está hecho”, reprocha Pela del Álamo. Cita certámenes como Animario, Documenta Madrid, Rizoma, Filmadrid, LesGaiCineMad o el propio Márgenes.
“Esta sucesión de festivales crea un paraguas de enero a diciembre, un puente entre lo local y lo internacional. Las administraciones deben decidirse entre jugarlo todo a lo industrial o hacer una apuesta decidida por la innovación, el riesgo y las miradas personales Si potencias ese ecosistema generas puntos de encuentro, experiencia e intercambio de ideas todo el año. Si por contra queremos algo solo industrial, ya tenemos ECAM Fórum, que ya llevó a Matadero a los principales representantes de la industria (con dinero público)”.
Como María Guerra, pone en valor (y en contraste) la implicación de otras administraciones de diverso color político: “Se debería tomar como referencia el trabajo desde la Xunta de Galicia y la Generalitat de Catalunya. O desde diputaciones como la de A Coruña, que otorga ayudas mucho más significativas a la distribución y la organización de festivales. Allí se ha creado un cosistema de festivales medianos que es una referencia: Cieneuropa, Intersección, (S8)...”.
Sobre el apoyo institucional en la capital, la dirigente de Matriz sostiene que “es una base importante y obviamente siempre hay margen de mejora en cómo están planteadas las ayudas públicas”. Annamaria Scaramella recuerda eso sí que “cada festival tiene sus propios patrocinadores privados”. En el caso de Márgenes, indica que cuentan con “un plan empresarial para estar al frente de iniciativas sostenibles”. En este sentido, para facilitar la búsqueda de patrocinios, destaca la importancia de que “la Ley de mecenazgo incluya a los festivales de cine”.
Desde el área de Cultura del Ayuntamiento no entran a valorar los reproches sobre la falta de una gran estrategia cultural. La concejala delegada del ramo, Marta Rivera de la Cruz, sí opina en declaraciones a este periódico sobre la itinerancia de los Goya o los Feroz: “Entendemos perfectamente que los organizadores de estos galardones decidan llevarlos a otras ciudades de España. Hay que recordar que Madrid es sede, entre otros, de los Premios Platino, los Forqué, los Thalía… Evidentemente, es un lujo que Madrid acoja grandes acontecimientos culturales, pero también es comprensible que los organizadores opten por descentralizar y apostar por otros territorios”. Este medio ha contactado además con la Consejería de Cultura de la Comunidad de Madrid, liderada por Mariano de Paco, sin recibir respuesta.
Pela del Álamo concluye la conversación con este periódico con un último matiz: “El problema no es la inclinación política de la Comunidad y Ayuntamiento, sino la ausencia de una estrategia cultural. La falta de interés por fortalecer una continuidad y una comunidad a lo largo del año, por entender que somos un punto de encuentro lúdico y cultural”.
0