Adiós a las casas centinela de la A-5: vestigio anterior al barrio e historia del movimiento de okupación en Madrid
Hace pocas fechas hablábamos con distintos vecinos de Batán, expectantes ante el cambio radical que dará su barrio con motivo de las largamente esperadas obras de soterramiento del Paseo de Extremadura, que siempre lo han segregado y bañado en ruido. Desde el grupo de Instagram Historia de Batán celebraban entonces la llegada de las máquinas pero señalaban la posibilidad de respetar algunos elementos del paisaje urbano que no están directamente afectadas por el cambio de infraestructuras.
Entre ellos, destacaban dos casas que son muy conocidas por la mayoría de los madrileños que entramos a nuestra ciudad por la A-5. Dos grupos de casas bajas de 1930 y 1948 que recordaban la zona rural con caserío disperso que era la zona antes de urbanizarse y que, decían los vecinos, se podrían haber integrado en el nuevo paisaje urbano y servido para albergar algún tipo de dotación pública.
Las casas ya no están. El pasado 15 de enero han comenzado los trabajos que mantendrán en obras durante los próximos años la Autovía de Extremadura y el gran grafiti del artista Lian, que adornaba el lateral de una de estas casas con una gran cabeza de niño devorando un coche, ha sido pasto de la piqueta. Los vecinos que habitaban estos edificios, 325 y 323, fueron realojados, según fuentes municipales.
Los viejos centinelas de la carretera, testigos de todos los tiempos del barrio de Lucero, eran también un vestigio de la la historia del movimiento de okupación en nuestra ciudad, tal y como remarcó en redes el Espacio Sociocultural Liberado Autogestionado EKO de Carabanchel. “Está semana, con motivo de las obras de la A5, se ha derruido la que podría ser la casa okupada más antigua de Madrid. Estaba en el Paseo de Extremadura nº325”, decían en un mensaje en X (antes Twitter), en el que enlazaban también un texto de La okupación como analizador y un viejo programa de televisión de 1997 en el que se entrevistaba a okupas del Centro de Cultura Popular el Barrio, que es como se llamaba el centro social okupado. El edificio ha seguido albergando viviendas ocupadas hasta recientemente.
“Lunes 20h taller de fotografía; martes 19-21h asesoría jurídica; viernes 19h clases gratuitas de matemáticas, física y química, sábado 17h taller de bajo eléctrico”. Esta era la programación del centro social de barrio una semana de agosto de 1998, según los archivos de una antigua lista de correo de casas okupadas de toda España. En Madrid eran los tiempos del CSO El Laboratorio o La Eskalera Karacola en Lavapiés, pero el movimiento de okupación también estaba en la periferia. El edificio fue okupado durante 1992 como vivienda y se convirtió en el Centro de Cultura Popular El Barrio un par de años después, según se explica en el citado trabajo La okupación como analizador.
En El Barrio hubo, entre otras cosas, una biblioteca popular autogestionada, una distribuidora de material alternativo o un bar cooperativo que sirvió para financiar las actividades de la okupa. También se llevaron a cabo conciertos de grupos como los ineludibles Sin Dios, cuyo habitat natural durante la década de los noventa fueron los centros sociales okupados.
En la casona del Paseo de Extremadura estaba radicado el KRA (Kolectivo Revolucionario Antiautoritario), un colectivo juvenil anarquista del barrio que se reunía en el parque de Campamento, formaría parte de la coordinadora Lucha Autónoma y editaba el boletín La Hoja Ákrata, del que se llegaron a tirar 5000 ejemplares gratuitos en su último número, editado en el año 2000. Antes, habían okupado durante un par de meses el antiguo colegio Ramiro de Molina pero fue en El Barrio donde encontraron un espacio duradero (nunca fue desalojado) por el que también pasaron distintos colectivos sociales de las barriadas de alrededor.
A los barrios a ambos lados de la carretera les quedan unos años por delante hasta llegar al cambio definitivo, pero su día a día ha empezado a mutar ya y no solo por la llegada de las obras. Ya nunca volverán a ver, por ejemplo, el paso de los hasta ahora habituales autobuses verdes interurbanos (cuando terminen las obras pasarán por debajo, como señalan en Historia de Batán). Tampoco la silueta de unas viejas casas que siempre habían estado allí.
0