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Cuando el partido político interfiere en el amor: la “polarización afectiva” ya condiciona la elección de pareja

Imagen de archivo de una pareja heterosexual

Marta Hernández Cano

14 de febrero de 2025 21:52 h

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El refranero español siempre ha reflejado la sociedad de cada época, y así como 'Mata al rey y vete a Murcia' nos da pistas sobre la repoblación del Reino de Murcia en el siglo XIII, la expresión 'Aunque sea una mala racha, no te folles a un facha' ofrece una pincelada de cómo la ideología política condiciona la elección y el futuro de las parejas. No es casualidad que 'polarización’ fuese elegida palabra del año en 2023 por la Fundación del Español Urgente (FundéuRAE), debido a su “gran presencia en los medios de comunicación y a la evolución de significado que ha experimentado”.

En una sociedad cada vez más polarizada, la política deja de ser una cuestión de debate público para convertirse en un factor determinante en las relaciones personales. Así lo demuestra el reciente estudio 'Amor y política: polarización afectiva y relaciones de pareja en España', elaborado por el politólogo e investigador José Miguel Rojo Martínez desde la Universidad de Murcia (UMU), dentro del del proyecto de investigación 'POLARIZA', dedicado a comprender el fenómeno de la polarización afectiva y analizar su impacto.

Publicado en la Revista Española de Sociología esta misma semana, el estudio indaga 'hasta qué punto los españoles muestran actitudes de rechazo o aceptación hacia una posible pareja atendiendo a la identidad partidista de esta'.

Señala Rojo que 'la polarización afectiva es una forma de polarización política' que se caracteriza 'por generar procesos de hostilidad entre los ciudadanos basados en sus identidades partidistas'. Aunque suele asumirse que las diferencias ideológicas son el principal motivo de división –ser de izquierdas o ser de derechas–, el estudio revela que la verdadera fractura no se da tanto en base a la ideología, sino en función de la afiliación o simpatía a un partido concreto. “La información sobre el voto de una persona activa, irremediablemente, una serie de prejuicios sobre personalidad, valores, hábitos e incluso gustos”, explica.

Los miembros de otros partidos dejan de ser oponentes para pasar a ser enemigos y, por el camino, se refuerzan los prejuicios, el favoritismo hacia el grupo propio y la hostilidad hacia el grupo rival

Mientras que la polarización ideológica tiende a ser más flexible y matizable, el partidismo actúa como una identidad de grupo que refuerza sesgos y prejuicios hacia quienes no comparten la misma etiqueta política. En este sentido, el estudio observa que 'los votantes de los partidos mainstream –PP y PSOE– no activan procesos relevantes de distanciamiento social' al ser percibidos como 'sujetos más neutrales' del espectro político frente a votantes de otros partidos como Vox o Unidas Podemos (el estudio se desarrolló en base a los datos de 2022, previo a la disolución de la coalición de izquierdas en 2023).

Así, la polarización afectiva transforma la política en una cuestión de emociones y lealtades personales: 'Esto implica que los miembros de otros partidos dejan de ser oponentes para pasar a ser enemigos y, por el camino, se refuerzan los prejuicios, el favoritismo hacia el grupo propio y la hostilidad hacia el grupo rival', explica Rojo.

Cuando el amor es una cuestión de partido

Uno de los datos más relevantes del estudio es que, en España, la política juega un papel más determinante en la elección de pareja que en otras relaciones sociales. Según la I Encuesta Nacional de Polarización Política del Centro de Estudios Murciano de Opinión Pública (CEMOP, 2021), a los españoles les incomoda más tener una pareja con una ideología contraria que un amigo o un compañero de trabajo con el que discrepen políticamente.

El partidismo no solo moldea la forma en que votamos, sino también a quién elegimos para compartir nuestra vida.

Rojo aclara que este sesgo se explica por la tendencia natural a buscar compatibilidad en valores, experiencias, estilos de vida, aspiraciones y personalidad: 'Cuando compartimos muchas cosas con una persona podemos llegar a verla más atractiva', explica. Apoyándose en estudios previos, el estudio confirma que la atracción puede verse condicionada por la identidad política: solemos considerar menos atractivas a las personas que no comparten nuestra afinidad partidista. De esta manera, el partidismo no solo moldea la forma en que votamos, sino también a quién elegimos para compartir nuestra vida.

Las mujeres, con más reticencias hacia los votantes de la derecha radical

El estudio también revela que los votantes de izquierda tienden a mostrar un mayor rechazo hacia parejas de derecha que a la inversa: “Esto podría evidenciar cómo los votantes de izquierdas otorgan más importancia a la cuestión política a la hora de definir sus relaciones sociales”, señala el estudio, que subraya: 'Asumen la política como una cuestión más personal'.

Por otro lado, las mujeres presentan una mayor reticencia a mantener una relación con votantes de la derecha radical, un dato que el estudio vincula con el discurso antifeminista de este sector político. Rojo explica que las reivindicaciones feministas “se han convertido en un eje diferenciador de los bloques ideológicos de España”, y añade que “el constante cuestionamiento por parte de Vox en torno al término de violencia de género o la regulación de la interrupción voluntaria del embarazo” incrementa el distanciamiento social de la mujer respecto a los votantes de derecha.

Las mujeres podrían estar asumiendo que los votantes del PP o Vox tienen valores poco coincidentes con los reivindicados por el movimiento feminista.

“Las mujeres podrían estar asumiendo que los votantes del PP o Vox tienen valores poco coincidentes con los reivindicados por el movimiento feminista. No es un tema nimio, pues en el ámbito de la pareja se trata conductas que afectan al desarrollo de la vida en común y que condicionan el propio bienestar de la mujer. Lo político es personal y lo personal es político”, sentencia el investigador.

Otro factor relevante es el nivel educativo. Las personas con estudios universitarios presentan un mayor distanciamiento hacia posibles parejas que votan por el PP o Vox, lo que sugiere que el nivel de estudios podría reforzar ciertos prejuicios sobre la percepción de superioridad moral “basada en desprecio hacia ideas o creencias percibidas como más anticuadas, menos justas, o menos sofisticadas”.

“No me veo teniendo hijos con alguien que no comparta lo mismos valores que yo”

Antonio, de 27 años y residente en Madrid, explica que para él la ideología es fundamental a la hora de elegir pareja: “Las ideologías son formas de ver el mundo, y no creo que una relación pueda sostenerse si esas visiones difieren muchísimo”. En sus experiencias de apps de citas, como Bumble, sí que ha especificado su inclinación por la izquierda “porque tuve la sensación de que una cantidad enorme de las personas que me aparecían especificaban su preferencia por perfiles de derechas”. Respecto a la idea de llegar a enamorarse de alguien con ideas opuestas explica que le cuesta imaginar que alguien le pudiera “llegar a gustar mucho” sin que esas discrepancias no surgieran antes.

No querría una relación con alguien que especifica de manera contundente sus preferencias políticas en su perfil, entendería que es alguien cerrado y probablemente intolerante

Una posición que contrasta con la de Arturo (nombre ficticio), de 30 años, natural de Albacete. Ante la idea de fijarse en alguien con ideas políticas opuestas a las propias, explica: “No sería un obstáculo si ambos fuésemos tolerantes y abiertos a la hora de entender las posturas de los demás”. Y es que, aunque para él la ideología es importante a la hora de elegir pareja, –“describe tu educación y valores”, explica– lo es también “la predisposición a entender la ideología de los demás”. A la hora de buscar pareja en apps de citas asegura: “No querría una relación con alguien que especifica de manera contundente sus preferencias políticas en su perfil, entendería que es alguien cerrado y, probablemente, intolerante”.

Por su parte, Elena, de 24 años y oriunda de Murcia, sostiene que “a medida que he ido cumpliendo años la importancia de la ideología ha ido aumentando”. Asegura que, a la hora de conocer a alguien, expresa abiertamente sus pensamientos políticos e ideológicos: “Suelo intentar que se sepa cuanto antes. Si no somos compatibles, me quito el muerto de encima”. En cuanto a la posibilidad de salir con alguien de ideología contraria, afirma que le resulta prácticamente inviable imaginar un futuro compartido: “Nunca digas nunca, pero no me veo teniendo hijos con alguien que no comparta lo mismos valores que yo”.

Soy una mujer trans y lesbiana, la política atraviesa cada fibra de mi existencia

En algunas ocasiones, la cuestión política es mucho más que una cuestión de valores. Tal es el caso de Paris, de 37 años y residente en Madrid: “Soy una mujer trans y lesbiana, la política atraviesa cada fibra de mi existencia”. Aunque en su perfil de apps de citas no especifica directamente sus preferencias “está escrito de forma que no resulte atractivo a personas que no aprueben cuestiones como la diversidad”. En su experiencia, no existe margen para comenzar una relación con alguien de ideología contraria “salvo si viese alguna posibilidad de deconstrucción de esa persona”, pues prefiere estar con quien ya tenga ideas asentadas en cuanto a la diversidad: “No me gusta estar donde no se me quiere”.

'Lo personal es político'

La expresión 'Aunque sea una mala racha, no te folles a un facha' no se queda solo en una frase popular más o menos divertida, sino que encarna el espíritu de una época, en la que la política ha transcendido las esferas institucionales y sociales para impregnar también las relaciones íntimas y las decisiones personales.

La polarización afectiva debe preocuparnos porque se infiltra para definir nuestras preferencias familiares o sociales, generando comunidades cada vez más segregadas

Un fenómeno que bajo la denominación de 'polarización afectiva' dibuja un escenario social donde, a medida que las posturas políticas se distancian en el espectro ideológico, aquella frase que inspiró el ensayo de la feminista Carol Hanisch en los años 70, y que el propio José Miguel Rojo recupera en su estudio, 'Lo personal es político', vuelve cobrar una relevancia que quizá había perdido durante los años de bipartidismo en nuestro país. Rojo advierte de que cuando lo político empieza a influir en lo personal en términos de polarización, las consecuencias son “actitudes de distanciamiento social”.

“La polarización afectiva no solo debe preocuparnos porque dificulta el funcionamiento de las instituciones y puede generar conductas antidemocráticas, también debe preocuparnos porque, en ámbitos aparentemente no políticos, se infiltra para definir nuestras preferencias familiares o sociales, generando comunidades cada vez más segregadas”, concluye el estudio.

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