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Trump no es un hombre de paz

El secretario general de la OTAN, Mark Rutte (i), con Donald Trump en el Despacho Oval.
15 de marzo de 2025 21:55 h

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Seguro que hay decenas de artículos y libros recomendables que hablan del mal líder, ese que con amenazas y mentiras trata de ganarse el respeto y la autoridad que no logra con educación, conocimiento e inteligencia emocional. En cualquier buscador de internet hay cientos de artículos fácilmente localizables que hablan de los malos líderes que mienten y amenazan, los llamados líderes o jefes tóxicos. De entre ellos me ha gustado por su sencillez uno que habla de las señales que nos ayudan a identificar cuándo estamos ante uno de esos líderes tóxicos. Entre los puntos clave para reconocerlo señala que son líderes punitivos y narcisistas, que tienen favoritos y les gusta generar divisiones, que buscan causar el caos y sembrar de desconfianza y son muy emocionales e inconsistentes, disruptivos. El autor es un tal Ronald E. Riggio, el artículo de abril de 2023 y no hace referencia a ningún liderazgo político.

Sin embargo, esta breve descripción es lo suficientemente clara como para identificar a Trump con esta etiqueta. Estos casi dos meses de (des)gobierno de Trump confirman que es un mal líder que no solo es un mal jefe, sino que es dañino para el resto, que su liderazgo envenena. Cierto que este retrato parece servir de poco a efectos prácticos, sin embargo, creo que no está de más que sepamos nombrar e identificarlo y, al igual que hacemos en los procedimientos judiciales, empecemos a recabar pruebas documentales de que el presidente de Estados Unidos -inspiración para Santiago Abascal- ejerce un liderazgo que es tóxico y peligroso para la ciudadanía, la economía, la democracia, el estado de bienestar, los derechos humanos y la paz.

Trump sabe perfectamente qué tipo de liderazgo ejerce, él es así y así ha sido siempre. Ese liderazgo le ha llevado a ser el hombre poderoso qué es, impune a pesar de estar condenado por delinquir. Trump llega al poder con ansias de más poder para él y su saga, y al igual que hizo Putin hace casi dos décadas y trata de hacer Milei con su motosierra, lo hará desactivando los mecanismos de rendición de cuentas que pueden comprometerle, controlando lo que se dice de él en los medios de comunicación a través de medios afines y las agencias de noticias que hacen periodismo reproductivo, y acabando con la separación de poderes para que los tribunales dejen de frenar sus órdenes ejecutivas. 

No es exageración afirmar que Trump y el MAGA no tienen intención de volver a someterse al escrutinio de las urnas en un clima de libertad, de libertad de expresión como la conocemos en el marco de los derechos humanos.

Mientras, Trump juega a la desinformación y no tiene problema en hacer declaraciones delirantes que sonrojan y son vergonzosas. Se ríe del mundo porque sabe que hay una parte del mundo, especialmente sus votantes que se ríen con él, que le hacen la pelota, que le ven como el hombre rico de éxito que puede cambiarles la vida si le caen bien. Trump cuenta con el apoyo de una ciudadanía suficiente que lo vota mientras secuestra a la que no lo hace. Las últimas encuestas dicen que la mayor parte de los votantes republicanos creen que las decisiones de Trump sobre los aranceles perjudican a Estados Unidos, pero creen que darán frutos a largo plazo. 

Como dice Rita Segato en una entrevista en Píkara “Hoy el problema no es la desigualdad, sino la dueñedad; tenemos un mundo adueñado”. De esto va lo de Trump como buen líder tóxico, de ser uno de los dueños del mundo. Aunque Segato es más explícita sobre su retrato de Trump cuando le preguntan por las imágenes de Trump firmando una serie de órdenes sobre economía, derechos civiles o medio ambiente, tras jurar como presidente de los Estados Unidos, y lanzando al público cada uno de los bolígrafos con el que las acababa de firmar. La feminista y antropóloga argentina dice: “Ese gesto es el de un violador, porque esa escena es la metáfora de la violación: la impunidad, la lección, el disciplinamiento. No hay defensa posible.”

Por eso es bueno no olvidar que Trump y el ejercicio de la violencia son prácticamente lo mismo. Es necesario tener presente que Trump no quiere la paz ni en Gaza ni en Ucrania. En este último caso está claro que quiere explotar sus minerales para que las tecnológicas de su país, presentes en su toma de posesión, puedan seguir con el extractivismo de la tierra y de los recursos de la naturaleza que ahora domina China. Lo de Ucrania no es un acuerdo de paz, es un alto el fuego para formalizar un contrato de explotación del territorio llamado “las tierras raras”. Es el capitalismo colonialista y no el salvar las vidas humanas lo que motiva a Trump. No nos engañemos, Trump no es líder estrella que lo solucionará todo, más bien todo lo contrario es el líder tóxico que enfrenta y no genera más riqueza que la que es para él. 

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