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La peor explicación posible

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Desde diversos ámbitos de opinión, más o menos cualificados, se propone que el debate sobre la Inteligencia Artificial (IA) se haga con “optimismo” superando un cierto “pesimismo” latente que lo condiciona de forma negativa.

La IA posee un gran potencial que invita a pensar en avances y desarrollos muy prometedores en el plano científico y social. No obstante, junto a esto, hay elementos que preocupan sobre la deriva que la IA pueda tomar en el control y manipulación social. Hablar en términos de “pesimismo u optimismo” es una manera poco fructífera para afrontar la complejidad que el uso de la IA acarrea en la sociedad.

Lo que se percibe ante esta realidad tecnológica es “grosso modo” dos tipos de discursos: Uno, encabezado por los grandes consorcios tecnológicos digitales y los Estados más importantes del planeta, es decir, el Poder, donde todo queda circunscrito a ver quién consigue llegar antes, tecnológicamente hablando, a posiciones de dominio, sea este social, económico, político, o militar, con el añadido de que la ciencia y la tecnología se mueven, dicen, por un determinismo que condiciona su desarrollo, más allá incluso de los propios deseos humanos, explicación esta última, más mitológica que científica. Estos autodenominados “demiurgos del progreso” (falsos Prometeos los denomino yo) hace tiempo superaron, sin el más mínimo pudor, cualquier duda ética que les pudiese plantear, el que no todo aquello que la ciencia y la tecnología posibilitan es conveniente ni necesario hacerlo, siempre y en todo momento.

La realidad, en esta fase del capitalismo, sea este de Mercado o Estatal, con demasiados datos y evidencias, muestra que su discurso tecnocrático, se está imponiendo. 

Por otra parte existe otro discurso, impulsado por científicos de diversas disciplinas, filósofos y en general organizaciones sociales con un fuerte talante crítico humanístico, que sin renegar de los avances científicos, sí plantean que el progreso y modernización de la sociedad es algo que debe estar dirigido y hegemonizado por amplios consensos científicos y sociales que miren por el bienestar y seguridad de la mayoría, algo que es una verdad de “Perogrullo” porque la tecnología es un producto humano y como tal debe estar al servicio de la mayoría de la humanidad, no al de unos cuantos. Hay veces que parece que esta sociedad tecnocapitalista hubiese alcanzado un conocimiento desmesurado a su capacidad de control y responsabilidad, algo que resulta muy inquietante.

Llegados a este punto, mantener que esta controversia de discursos es una trifulca entre “optimistas y pesimistas” es, probablemente, la peor y más errática explicación posible, para entender este reto que concierne a toda la humanidad.

El “Principio de Precaución” que sostiene que solo deberían impulsarse productos de los que se sepa, con razonable certeza no con una imposible certidumbre total, que no resultan dañinos para la mayoría de la sociedad, sería una herramienta de estudio y reflexión importante en la fase actual, porque induciría al diseño tecnológico y a modelos de negocio, teniendo en cuenta la seguridad humana, no solo física sino social, introduciendo elementos de responsabilidad, algo muy pertinente para la tecnología digital y sus algoritmos, así como para el sistema financiero internacional y sus modelos de negocio, tan dañinos en demasiadas ocasiones. Esto minimizaría el riesgo a que todo quede supeditado a las cuentas de resultados de las grandes corporaciones, o a la hegemonía de los Estados en el plano geopolítico.

El discurso tecnocrático es especialmente inquietante porque, además, se apoya en una élite de “expertos” muy ambiciosos pero con escasa inteligencia, vocación y formación humanística, donde la transparencia democrática o cualquier tipo de gobernanza tecnológica se convierte en un incómodo obstáculo para sus objetivos, de ahí las críticas que estos falsos Prometeos lanzan constantemente contra iniciativas democráticas, tan sensatas como la política regulatoria que la UE propone para la IA.

Peter Thiel, dueño de una de las principales empresas de ciberseguridad del mundo, PLANTIR, proveedora del Pentágono y la CIA, sostiene que la democracia y la libertad (¿de mercado?) son incompatibles, luego parece que el mensaje de uno de estos “expertos” nos coloca ante un nuevo dilema “democracia o capitalismo” sea este de Mercado o de Estado ¡Ojalá! la elección que escojamos sea la correcta.

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