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CRÓNICA

Alguien ha pinchado el cerebro de Ayuso

Díaz Ayuso, en un desayuno informativo.
3 de febrero de 2025 21:44 h

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Por los amigos, lo que sea. Ana Rosa Quintana volvía el lunes al horario matinal de Telecinco después de penar durante un año con las bajas audiencias de la tarde y necesitaba toda la ayuda que pudiera recibir. Qué mejor que su amiga Isabel Díaz Ayuso para que le hiciera de estandarte. No valía con ofrecer el repertorio de costumbre. Había que dar un titular sabroso con alguna revelación psicodélica que hiciera que todos los medios la recogieran. Hay que decir que Ayuso no se cortó y estrenó una nueva conspiración contra ella, diabólica desde luego. Los medios no se sintieron muy impresionados.

La presidenta de Madrid recordó que intercambió unos mensajes “de poca importancia” en WhatsApp con Pedro Sánchez durante la pandemia. Ya no puede encontrarlos. “Tres o cuatro conversaciones han desaparecido de mi teléfono”. Un misterio situado en la dimensión desconocida. En el caso de que sea cierto, bien puede ser porque el otro usuario ha cambiado de número. Si los mensajes carecían de relevancia política y ya son viejos, no parece necesario darle mayor relevancia. Ayuso nunca haría algo así. “¿Qué programas informáticos estarán utilizando en Moncloa para borrarlos?”, empezó a elucubrar, lo que nos lleva a los viejos tiempos cuando el PP decía que Rubalcaba podía enviar mensajes a media España para que se manifestara ante las sedes del partido.

Todo para revelar de aquella manera que a quien más teme Moncloa es a ella misma, no al líder del Partido Popular. Nunca permite que los votantes del PP olviden eso.

Hubo tiempo para esos momentos en que Ayuso se relaja, tanto que olvida que es presidenta de un Gobierno regional. No podían faltar sus alusiones a los privilegios de que goza Catalunya y los mencionó refiriéndose al “bujero” (es decir, agujero) de sus finanzas. Sabe cómo puede ser encantadoramente vulgar, porque está segura de que eso les parece genial a sus seguidores.

Ana Rosa escuchaba atenta, muy agradecida por el espectáculo que estaba dando su amiga. Evidentemente, no iba a ser tan desagradecida como para preguntarle por los detalles del dinero que su novio no declaró a Hacienda ni por el piso maravilloso que disfrutan juntos gracias a esos ingresos. Con Ayuso además, no tienes que pincharle mucho. Solo debe dar rienda suelta a su imaginación. “No sé si tengo los teléfonos pinchados”, siguió diciendo en pleno éxtasis teresiano. En vez de pedirle que enseñara las llagas, la presentadora mostró su elevado sentido de la compasión.

Ana Rosa: “No va a querer nadie acercarse a usted”.

Ayuso: “Para eso estamos los valientes”.

Y todo esto sin tener de fondo la banda sonora de 'La lista de Schindler', que es lo menos que le podrían haber puesto.

Alberto Núñez Feijóo tenía el lunes otra cita importante, esta también entre amigos, aunque algunos de ellos comienzan a estar un poco desconcertados con los giros, frenazos y acelerones de su estrategia de oposición. Los hay también que dudan de que esa estrategia exista de forma coherente y así lo habían dejado patente con comentarios anónimos en los medios de comunicación.

"Los chats de WhatsApp de los barones echaban humo con la errática jugada y clamaban contra el primer 'no' al decreto por considerar que era insostenible ante la opinión pública”, dijeron algunos después de ver a Feijóo rechazar el decreto ómnibus y luego anunciar el voto favorable a una nueva versión con casi todo el contenido anterior del decreto. La única forma de evitar tener que volver a votar contra el aumento de las pensiones.

“A veces, los vaivenes son peores que mantener una coherencia. De todo esto queda un poso de cierta improvisación y déficit de estrategia”, dijeron otros a El País. “No podemos esperar a que el poder nos caiga llovido del cielo”, lamentaban algunos en El Mundo.

De lo visto en las dos últimas semanas en el Congreso, quedó una idea que por lo demás no puede sorprender a los barones regionales del PP. La respuesta por defecto de la Brigada Tellado es responder al Gobierno con un 'no' absoluto y ensordecedor a todo, no sea que parezca un 'no' melifluo y acomplejado comparado con el de Vox. Luego, toca sopesar las consecuencias. No suele ser un problema hasta que un día te tiran encima un megadecreto ómnibus que te obliga a hacer un cálculo coste-beneficio. Y la única aplicación que Tellado encuentra a una calculadora es tirártela a la cabeza.

Convencidos de que Carles Puigdemont se ocuparía de dar el tiro de gracia a Sánchez y a la legislatura, ni se plantearon votar a favor del decreto dando prioridad a las pensiones, la DANA y las ayudas al transporte público. ¿Cómo desaprovechar la posibilidad de que fuera la última semana de existencia del Gobierno? Sánchez volvió a convertir la derrota en victoria –tampoco es que fuera espectacular– y llegó a un acuerdo con Junts, justo lo que el PP pensaba que era imposible.

El PP se sintió obligado a dar el proverbial giro de 180 grados anunciando el voto favorable, y luego negó haber rectificado. El 24 de enero, Feijóo había dicho, para justificar el voto contrario, que “no se trataba de actualizar las pensiones, se trataba de implementar cuarenta medidas en contra de los ciudadanos”. Ahora se verá obligado a comerse esas cuarenta medidas o las que quedan. El ardor de estómago le va a durar hasta el verano.

El discurso de Feijóo ante la Junta Directiva Nacional de su partido no fue muy distinto a todos los que ha dado en multitud de ocasiones. La fábrica de titulares siempre lo tiene difícil con él. Las críticas al Gobierno son las que has oído cientos de veces. Las propuestas están llenas de generalidades. En esta ocasión, al menos tuvo un par de frases que tenían destinatarios concretos, más allá del Gobierno. En primer lugar, demostró que sangra por la herida causada por los comentarios de los barones a El Mundo.

Su estrategia no consiste en esperar a que el Gobierno caiga solo, como le habían acusado: “Tenemos que mostrar la alternativa. No nos vamos a quedar mirando cómo caen, esperando quietos mientras los problemas de los españoles se agigantan”. Acto seguido, señaló a los vagos, mención que todos interpretaron dirigida a Santiago Abascal y sus diputados: “La oposición de tumbona, sarao y dedito levantado, que se la queden otros. No es para mí”.

Lo del sarao viene a cuenta del encuentro de los partidos europeos de extrema derecha convocado en Madrid para el próximo fin de semana. Se hablará de Vox estos días en que las encuestas confirman su aumento en la intención de voto, que se inició curiosamente cuando Abascal ordenó romper los gobiernos de coalición con el PP en varias comunidades autónomas. Vox no necesita contar con una estrategia. Le vale con seguir tocando el tambor haciendo todo el ruido posible sin alterar su mensaje.

El problema de Feijóo no es que no haga ruido, sino que ha prometido tantas veces a la derecha política, judicial y mediática que el Gobierno de Sánchez está muerto y enterrado que su credibilidad ha quedado algo tocada entre los suyos. Y en uno de esos saltos acrobáticos, como votar que no y luego votar que sí, lo mismo termina partiéndose el cuello.

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