La naturaleza sorprende otra vez: los dragones de Komodo llevan hierro en la boca y los científicos están asombrados

La víctima apenas tiene tiempo de reaccionar antes de sentir la mordida brutal. Dientes triangulares, serrados, cortan carne y músculo con precisión letal, depositando veneno y una dosis importante de bacterias justo en el centro de la herida.
Pero hay algo más en esos colmillos curvados y devastadores que ningún otro reptil posee: hierro puro impregnado en cada borde aserrado. Un arsenal insólito oculto en la boca del cazador más temido de Indonesia: el dragón de Komodo.
Una mordida letal con sabor a metal
Durante años, científicos debatieron intensamente acerca de cómo estos enormes lagartos matan a sus presas. Algunos sostenían que infectaban a sus víctimas, esperando pacientemente a que murieran por infecciones sin cura, mientras que otros se inclinaban hacia el veneno puro y directo.
Finalmente, parece que ambos bandos tenían algo de razón, ya que investigaciones recientes apuntan a un método combinado: veneno químico secretado por complejos conductos dentales, junto a un cóctel explosivo de microorganismos en su boca.

Pero la clave de su efectividad va más allá de eso. Un reciente estudio del King’s College London reveló que sus dientes no solo son afilados y aserrados, sino que también están recubiertos de hierro, lo que les permite mantener su filo durante más tiempo y maximizar el daño con cada mordida. Es esta estructura reforzada la que facilita la penetración del veneno y las bacterias en la herida, convirtiendo su ataque en una sentencia de muerte.
La composición habitual del esmalte dental, con un 94% de hidroxiapatita, se ve desafiada en el dragón de Komodo por una presencia destacada del metal. Concretamente, lo que diferencia al dragón es que sus dientes están revestidos con hierro que otorga una resistencia extra y mantiene afilado su borde serrado.

Curiosamente, aunque sus primos más cercanos, los lagartos varanos, comparten árbol genealógico, estos apenas presentan cantidades mínimas de hierro dental. Por tanto, el dragón de Komodo es una auténtica rareza evolutiva, una excepción fascinante dentro de su propia familia.
Para entender bien cómo funcionan estos dientes reforzados con hierro, vale la pena observar su forma. No se parecen a cuchillos convencionales, rectos y lisos, sino que tienen un diseño dentado muy similar a los cuchillos para cortar carne, permitiendo que cada mordisco sea profundo, desgarrador y tremendamente efectivo.
Los dinosaurios también mordían así... ¿pero con hierro?
El hallazgo ha entusiasmado a los paleontólogos, ya que estos dientes pueden proporcionar pistas interesantes sobre la dentadura de los dinosaurios terópodos, famosos por sus mandíbulas igualmente equipadas con bordes serrados.
De hecho, Domenic D'Amore, paleontólogo de la Universidad Daemen de Nueva York y coautor del estudio, comentó sorprendido que “nunca habíamos visto hierro en los dientes de reptiles, lo cual es muy interesante”, y abrió la posibilidad de reconsiderar cómo eran realmente los dientes de aquellos enormes animales extintos.

Aunque por ahora la tecnología actual no permite comprobar directamente si los dinosaurios tuvieron también hierro en sus dientes, este descubrimiento impulsa una línea de investigación totalmente novedosa.
Desde su descubrimiento oficial en 1910 hasta ahora, el dragón de Komodo no deja de dar nuevas sorpresas a científicos e investigadores. Lo que parecía ser un animal plenamente conocido continúa revelando secretos biológicos capaces de cambiar la forma en la que se entiende la evolución animal.
Con dientes de metal, pero pequeño en comparativa
Pero que nadie se confunda: aunque los dragones de Komodo sean los lagartos más grandes del mundo actualmente, sus 80 kilos apenas rivalizan con la tonelada que algunos cocodrilos de agua salada pueden alcanzar. Incluso el megalania, un pariente gigante ya extinto del Komodo, medía siete metros y pesaba unos 600 kilos.
Así que, más allá de su temible presencia y sus dientes revestidos de hierro, los dragones de Komodo quizá no sean los más grandes en tamaño, pero sí en sorpresas evolutivas.
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