La Capilla Sixtina española está en un pueblo segoviano de tan solo 100 habitantes
![La Ermita de la Vera Cruz](https://static.eldiario.es/clip/4f5bf6f8-c959-4d69-89fa-d604b0649626_16-9-discover-aspect-ratio_default_0.jpg)
Es cierto que Segovia destaca por su inconfundible acueducto, una obra magna de la época Romana que es la clara representación de la provincia. Otros dirán que si bien el acueducto rezuma historia, los imprescindibles segovianos no son sino su alcázar y su catedral, que mezclan en sus piedras los estilos mudéjar y gótico.
Lo que está claro es que las obras de arte más impresionantes de España no se encuentran en galerías ni en museos, sino en sus calles, en sus casas y en su legado arquitectónico. Algunas, incluso, se pueden descubrir en pequeños rincones de nuestro país que a simple vista en un mapa podrían pasar desapercibidos.
Es el caso de la conocida como “Capilla Sixtina de Segovia”, cuyas pinturas son tan valiosas que actualmente se exhiben en el Museo del Prado. Esta joya del arte medieval se encuentra en la Ermita de la Vera Cruz, situada en el diminuto pueblo de Maderuelo, que apenas cuenta con 101 habitantes.
Un tesoro escondido en Maderuelo
La x de origen templario y construida en el siglo X, fue originalmente un lugar sagrado donde se custodiaba el Lignum Crucis, una reliquia de la cruz de Cristo que los templarios trajeron de Tierra Santa en el siglo XIV. Sin embargo, con el tiempo, Maderuelo acabó quedándose algo pequeño y la ermita pasó por distintos propietarios, llegando a ser vendida en el siglo XIX a un particular que deseaba convertirla en su vivienda.
Finalmente, en los años veinte la ermita fue adquirida por el Estado y declarada Patrimonio Nacional. Debido a la construcción de presas cercanas y el temor a que las inundaciones destruyeran los murales y pinturas que aguardaban dentro, se decidió trasladar los frescos al Museo del Prado para su conservación. Aunque los procesos de extracción -el ‘strappo’ en este caso- se realicen con sumo cuidado, los expertos siempre calculan que en su trabajo se pierden entre un 20% y un 40% del material original. En el caso de las pinturas de Maderuelo, el proceso de extracción, restauración y reinstalación tomó seis años de trabajo en los laboratorios del museo para procurar que se perdiera el mínimo porcentaje posible de este.
Y si bien es cierto que los frescos originales se encuentran en la sala 51C del Museo del Prado, los visitantes siguen yendo a Maderuelo a admirar su belleza en su estado y lugar de origen, ya que se instaló una réplica en la ermita sobre un relieve a escala. En 2011, esta reproducción fue tratada con resinas sintéticas para garantizar su conservación a largo plazo y una mayor similitud a la que se hizo en la Edad Media.
La iconografía de las pinturas murales
Las pinturas de la Ermita de la Vera Cruz destacan por su organización jerárquica y su simbolismo religioso. En la bóveda central, se encuentra la imagen del Cristo Pantocrátor dentro de una mandorla, rodeado por ángeles y querubines. Debajo de esta escena, los apóstoles aparecen en la Jerusalén celestial, mientras que en el testero están representados el Agnus Dei (Dios Hijo) y la paloma del Espíritu Santo, completando la iconografía de la Trinidad. A los lados, se representan episodios bíblicos como las ofrendas de Caín y Abel, así como la creación de Adán y el pecado original en el arco de entrada.
El autor de estos frescos -como la inmensa mayoría de obras de aquella época- es todo un enigma, pero su estilo pictórico guarda muchas similitudes con otras obras maestras del arte medieval español, como las pinturas de San Miguel en Gormaz, San Baudelio de Casillas de Berlanga y Santa María de Taüll en el Valle del Boí. Este último, además de albergar un impresionante conjunto de arte románico catalán, se encuentra en su entorno natural original de gran belleza.
0