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Muere la ceramista, traductora y poeta Nadia Consolani, la “dogaresa” de Rafael Alberti y la viuda de Fernando Quiñones

La ceramista, poeta y traductora Nadia Consolani

Juan José Téllez

Cádiz —
13 de marzo de 2025 08:28 h

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En la madrugada de este miércoles ha fallecido, en un centro hospitalario de Madrid donde permaneció ingresada durante las últimas semanas, la ceramista, traductora y poeta Nadia Consolani Mauro (Venecia, Mestre,1939-Madrid, 2025), viuda de Fernando Quiñones y a la que su amigo Rafael Alberti siempre llamó “la dogaresa” por sus orígenes venecianos.

Presidenta honorífica de la Fundación Fernando Quiñones, fue gaditana de adopción a partir de su matrimonio con el autor de “La canción del pirata”. Hace dos meses, se trasladó a Madrid para seguir tratamiento médico en la capital española, pero durante las últimas décadas mantuvo su residencia en la capital gaditana.

“Nunca me tuve en cuenta, porque mi gran preocupación era y es que Fernando siga vivo y leído por su gente como maestro de las letras y no por otra cosa --aseguraba--. Su labor ha sido inmensa, tanto que, honestamente, a veces me quejaba de que no me dedicara más tiempo. Mi suegra verdadera ha sido Cádiz y la mamma, es la mamma. Me siento querida por amigos italianos y españoles, y con la edad reconozco que éste es el verdadero tesoro”. 

Hija de padres acomodados, su familia se trasladó de Mestre a Milán cuando ella apenas tenía catorce años, en 1954. Iba para técnico mercantil, pero ya sabía tocar el piano. Un año después, cuando había cumplido los 16, conoció a Fernando Quiñones, que viajaba por Europa ofreciendo recitales y conferencias, con apenas 25 años. Se enamoró perdidamente de él, que regresaría a Madrid, pero con quien no perdería contacto, entablando una relación de noviazgo que tenía un tanto sobresaltados a sus progenitores. De hecho, viajaron a la capital española para comprobar cómo se ganaba la vida su futuro yerno. Quiñones, que medio vivía de pensión, les sorprendió con una fiesta en una especie de loft del barrio de Salamanca que le había prestado una conocida. A parte de sus amigos les disfrazó de camareros y al resto, de invitados. Se sirvieron copas y canapés, hasta concluir la velada con la actuación de Antonio El Bailarín, tal y como lo anunciaron, y que tomó el centro de la sala con una capa española y un sombrero cordobés. Sólo que no era Antonio Ruiz, sino Antonio Gala, en semejante guisa y simulando que sabía bailar flamenco: “Mi madre, cuando iba a verla a Venecia y siendo ya muy anciana, me seguía preguntando como estaba Antonio Il Ballerino”, relataba Nadia Consolani a tal propósito.

 “Ahí tiene Cádiz, te lo regalo”

El 10 de enero de 1959, Fernando y Nadia contrajeron nupcias en la iglesia del Corpus Domini, en Milán, con el poeta sevillano Aquilino Duque como padrino del novio y el empresario italiano Arturo Romanin como padrino de la novia: “Le tuve muchos celos a Cádiz, pero Cádiz es mío –declaró ella tras la muerte de Quiñones--. Antes de morir, Fernando me regaló Cádiz, señalándome La Caleta. Me lo dijo antes de marcharse. ”Ahí tienes Cádiz, te lo regalo“. Es un recuerdo hermoso y duro también”.

De su largo matrimonio, nacieron dos hijos, Mauro –que ha sido gerente de la Fundación que lleva el nombre de su padre, en Chiclana, durante un prolongado periodo-- y Mariela, profesora empeñada ahora en que la obra de Fernando Quiñones pueda estar disponible en librerías.

Sin embargo, Nadia Consolani fue algo más que la viuda de. Cabe destacar que fue una exitosa ceramista entre los años 70 y 80, exponiendo en Madrid, París, Valencia, Barcelona o Granada, entre otros. Se había sentido atraída por la cerámica tras un viaje en el que acompañó a Fernando por América Latina, familiarizándose allí con la artesanía precolombina.

De vuelta a Madrid, se adentraría en dicha disciplina artística y en la escultura, de la mano del matrimonio de escultores Arcadio Blasco y Carmen Perujo, participando en numerosas exposiciones, tanto individuales como colectivas, en España y en el extranjero. Parte de sus piezas se conservan en los domicilios familiares o en la Fundación Fernando Quiñones de Chiclana de la Frontera. En 2019, bajo el título de “Las miradas de Nadia Consolani”, Jesús A. Serrano comisarió una exposición antológica de su obra y una aproximación a su biografía.

En esta, también cabe incluir sus propios versos, que fueron recopilados por la editorial Peripecias y a los que cabe unir sus traducciones de poetas de su Veneto natal. Por su biografía, también cruzaron nombres como los de Félix Grande, Paca Aguirre, José Manuel Caballero Bonald –fueron vecinos en su casa de Madrid-- Paco de Lucía y Casilda Varela, Ernesto Cardenal, o Carlos Cano, a quien recibió un día en su casa de la gaditana calle de Rosario Cepeda, con el pasillo cubierto por granadas.  

 Colaboradora activa de la Asociación de Amigos de Fernando Quiñones, dicha entidad inauguró recientemente una biblioteca social que lleva su nombre.

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