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De la planificación al caos: cuando la infancia paga las consecuencias de la improvisación

5 de febrero de 2025 17:29 h

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El sistema de protección a la infancia atraviesa una crisis profunda, Canarias no es ninguna excepción. La desorganización, la falta de criterio de la dirección, la sobrecarga de trabajo y la falta de una estructura clara han generado un escenario donde los derechos de los niños, niñas y adolescentes quedan en un segundo plano. Esta situación no es fruto de la casualidad, sino de la falta de continuidad en un modelo de trabajo que, con sus aciertos y errores, había sido diseñado para, a medio y largo plazo, mejorar la calidad de la intervención y garantizar la estabilidad de los niños, niñas y adolescentes tutelados por el Gobierno de Canarias. 

Un modelo estructurado y revisable: la sectorización

El equipo de gobierno anterior no dejó un sistema perfecto, porque en lo social no existen soluciones definitivas e inamovibles. Sin embargo, dejó un modelo sólido y revisable que respondía a criterios técnicos, promovía la coherencia en la intervención y ponía el foco en las personas: la sectorización.

Este enfoque no partía de cero. Se construyó sobre la experiencia del personal técnico del propio servicio y las buenas prácticas detectadas. Se buscaba garantizar que cada expediente de riesgo o desamparo fuese gestionado de principio a fin por un mismo equipo multidisciplinar (educadores sociales, trabajadores sociales y psicólogos). De esta manera, se evitaba la sobreintervención y el maltrato institucional, asegurando que los NNA y sus familias recibieran una atención continuada y sin fisuras.

Además, se implementaron mejoras clave:

  • Se reforzó la Unidad de Apoyo, fundamental para el análisis de datos, la innovación, la formación y la investigación. 
  • Se revisó y depuró el Registro del Menor, permitiendo un mejor seguimiento de los casos. 
  • Se actualizaron los protocolos de actuación, con el objetivo de unificar criterios y optimizar la toma de decisiones. 
  • Se comenzó la digitalización de expedientes y el desarrollo de un aplicativo de gestión, una herramienta clave para mejorar la eficiencia del sistema. 

Del aprendizaje al abandono: el error de no corregir, sino destruir

Por supuesto, no todo salió bien. Durante la implementación de la sectorización, se detectaron fallos. Hubo diferencias en su aplicación entre provincias, algunas resistencias internas y dificultades operativas que requerían ajustes. Pero el modelo estaba diseñado para ser revisable de forma permanente, no solo por la dirección y la jefatura de servicio, sino también por los propios técnicos que lo aplicaban día a día. El ensayo y error forma parte de cualquier proceso de cambio estructural, y lo importante no es evitar los fallos a toda costa, sino aprender de ellos y corregir el rumbo.

Lo que ha hecho el nuevo equipo de gobierno no ha sido mejorar ni corregir, sino desmantelar sin alternativa. Se ha vuelto a un sistema caótico, donde los expedientes son gestionados de forma dispersa y donde la toma de decisiones responde más a criterios políticos que a criterios técnicos. El desarrollo del aplicativo digital ha quedado en el olvido, la Unidad de Apoyo ha perdido peso y la intervención ha vuelto a ser desorganizada y fragmentada.

El esfuerzo incansable del personal técnico

A pesar del caos organizativo y la falta de un modelo estructurado, la Dirección General de Infancia sigue funcionando gracias a la dedicación y el compromiso de su personal técnico. Profesionales del Trabajo social, de la educación social y de la psicología sostienen el sistema día a día con su esfuerzo, su constancia y su tenacidad, enfrentando cada obstáculo con profesionalidad y vocación de servicio. Son ellos quienes, a pesar de las adversidades, siguen garantizando la protección de la infancia en Canarias, demostrando que su labor va mucho más allá de lo que permiten los recursos y la gestión política.

La infancia no puede esperar

El colapso actual no es solo un problema administrativo, sino una vulneración de derechos. Mientras los técnicos gestionan cientos de casos sin recursos ni estructura, los niños y niñas que dependen del sistema de protección quedan expuestos a la incertidumbre.

Es urgente recuperar una planificación basada en la evidencia y en la mejora continua. Se debe reactivar la sectorización, completar el desarrollo del aplicativo digital, reforzar la Unidad de Apoyo y garantizar que las intervenciones sean coordinadas, eficaces y centradas en la persona porque la protección de la infancia no puede depender de la improvisación ni de los vaivenes políticos. La infancia no puede esperar.

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