Barrancos alterados y calles sin alcantarilla: por qué las lluvias siempre se ceban con el municipio de Telde

En el barrio de Salinetas, en la costa de Telde (Gran Canaria), aún hay rastro del barro que bañó sus calles el pasado lunes, cuando una nube descargó tanta agua como pudo en un corto periodo de tiempo y sembró el pánico entre los vecinos. Bolsas rellenas con algún material pesado cubren las puertas de los garajes como protección ante posibles inundaciones. Otros residentes cuentan en sus casas con un pequeño cerramiento de menos de medio metro para una seguridad extra. Llovió hace poco, pero este jueves la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) ha previsto nuevas precipitaciones en las próximas horas. Existe una calma tensa en todo el pueblo.
Ricardo Suárez, de 61 años, vive justo al lado del barranco (o lo que queda de él) que desemboca en la playa. El tamaño del cauce es reducido. Las edificaciones que han ido levantándose a ambos lados del mismo tienen parte de la culpa. Cualquiera podría intuir que una tormenta, incluso de intensidad moderada, es capaz de desbordarlo y llevar agua, vegetación, lodo y basura a las calles, donde ni siquiera hay un sistema de alcantarillado que frene la crecida. Suárez saca el móvil. Muestra un vídeo. Dice que una lechuza se coló en su garaje, anegado por las lluvias. “Creo que su nido estaba en el barranco”, lamenta.
Ya han pasado tres días desde el temporal, pero el ambiente permanece enrarecido. Cristina Acosta, de 69 años, acaba de llegar al barrio después de pasar unos días en el sur de la isla. Cuenta que estaba en su casa, que empezó a granizar y que “en cinco minutos pasó todo”. Ella es vecina de Agustín Ojeda, el dueño del coche que acabó en el mar arrastrado por la riada. Está cansado y no quiere hablar. Continúa achicando agua de su casa. Lo mismo hace María Peña, de 51 años. “Si llega a llover más tiempo, olvídate”, advierte. “Habrá que hacer algo, porque esto va a pasar más veces. Irá a peor por el cambio climático”.
El Ayuntamiento de Telde ha contabilizado una veintena de vehículos afectados y unas 23 inundaciones entre locales, viviendas y garajes tras el paso de la borrasca el pasado lunes. También ha informado que la Policía Local registró alrededor de cien llamadas por incidentes relacionados con la lluvia. El litoral costero se llevó la peor parte. Las playas estuvieron cerradas por los destrozos.

Lo ocurrido ha recordado a muchos lo que pasó a finales de octubre de 2015. Los días 22 y 23 de ese mes, Telde también sufrió las inclemencias del tiempo y registró en una sola jornada más de cien litros por metro cuadrado (este lunes, de momento, la Aemet ha calculado poco más de treinta litros en seis horas, entre las 12.00 y las 18.00). Las precipitaciones colapsaron el tráfico, provocaron desprendimientos de muros y anegaron inmuebles. Un Trabajo de Fin de Grado (TFG) de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC) analizó en 2021 sus causas y efectos. Y sus conclusiones, grosso modo, podrían servir para explicar también lo acontecido la semana pasada en el municipio.
El trabajo académico fue realizado por Paula Pérez, del grado en Geografía y Ordenación del Territorio. Su tutora fue Emma Pérez-Chacón, reconocida catedrática de Geografía Física de la ULPGC. La autora analizó la transformación del suelo de la costa de Telde y estimó que la cobertura urbanizada de esta ha pasado de representar el 1,63% en la década de los cincuenta del siglo pasado al 48,51% en 2019. Las parcelas de cultivo antes ocupaban el 52,32% del territorio, pero ahora solo el 0,72%. Y el suelo “desnudo”, el caracterizado por rocas expuestas y con inexistente o muy poca presencia de vegetación, ha perdido más de la mitad de su protagonismo, al pasar del 36,62% al 15,79% en los últimos años.
Estas modificaciones no son menores. Muchas de las nuevas construcciones surgieron junto a las desembocaduras de los barrancos y algunas de ellas han reducido “drásticamente” los canales de desagüe de los barranquillos que terminan en las playas. Las canalizaciones naturales tampoco se respetaron. Y ahora, cada vez que llueve de manera intensa, su capacidad de evacuación es escasa. En Salinetas, por ejemplo, se ha estrechado tanto el cauce que “por ahí no cabe ni un pigmeo”, bromea Ricardo Suárez, aunque con la seguridad de quien sabe lo que dice.
El TFG de Pérez concluye que el “acelerado proceso de urbanización” de la costa de Telde “no deja lugar a dudas” a que ha sido un “factor clave” para el aumento de los daños por inundaciones. Destaca que ha afectado, entre otras cuestiones, a los cauces y desembocaduras de los barrancos y a la capacidad de infiltración del suelo. Y se pregunta, además, si los destrozos ocasionados por las lluvias de 2015 se corresponden con un episodio excepcional o no.
“La lluvia se concentró en un intervalo muy corto de tiempo y, a pesar de que en la estación más cercana a la costa no se registraron valores muy elevados, la escorrentía desde las medianías bajas, donde la precipitación fue más intensa, sumada a la lluvia caída en la costa, incrementó unos caudales que no pudieron ser evacuados por la insuficiente canalización existente”, resume la publicación, como si estuviera también describiendo lo que pasó este mismo mes de marzo, casi diez años después.
En Salinetas, los vecinos intentan descifrar las causas del problema. Suárez, por un lado, sugiere que el barranco está sucio, que algo tuvo que taponar el agua porque luego avanzó “como un tsunami” y que “si llueve tres veces más, ¿qué hacemos?”, se pregunta el hombre.
Luis Hernández, de 52 años, señala por su parte que los terrenos ubicados por encima del barrio han asumido “un montón de naves [industriales] nuevas” que han mermado la capacidad de absorción de agua del suelo y, por lo tanto, incrementado el caudal del barranco cada vez que llueve. “Esto últimamente siempre se sobrepasa. Entra mucha más agua de la que había antes, cuando se calculó por primera vez”, apunta. “Habría que decidir si queremos que la playa sea la salida de un barranco mucho mayor de la que era antes. Pero eso es lo que pasa con el urbanismo”.


La otra gran preocupación de Hernández es la falta de alcantarillado en las calles del pueblo. Tan solo es visible una que precisamente está en la desembocadura del barranco, obstaculizando aún más su flujo. El hombre explica que “toda el agua” que cae por la carretera inunda las viviendas unifamiliares y considera que “el Ayuntamiento tiene que revisar las redes de pluviales” para intentar drenar, aunque sea un poco, futuras inundaciones. Aunque eso parece ser un trabajo a largo plazo, al menos de primeras.
Un total de 21.300 habitantes de Telde viven en zonas con saneamiento deficiente, según la Encuesta de Infraestructura y Equipamientos Locales (EIEL) del año 2014, elaborada por el Ministerio de Política Territorial y Memoria Democrática. Ningún otro municipio de Canarias, ni siquiera Las Palmas de Gran Canaria, que casi cuatriplica en población a la localidad teldense, presenta un número similar de residentes en esas circunstancias, con solo 1.396. Santa María de Guía, que es la segunda localidad en la clasificación, tiene la mitad, casi 12.000.
El cronista de Telde, Antonio García, recuerda que el municipio tiene 67 barrios y que “gran parte” de ellos fueron levantados por los vecinos con sus propias manos a partir de los años cincuenta y sesenta del siglo pasado. Las personas compraban los solares y hacían sus casas. Y esto era especialmente barato, enfatiza García, en aquellos emplazamientos cercanos o directamente pegados a los barrancos que en un primer momento estaban ideados para el autoconsumo, pero luego sirvieron para edificar viviendas “con la fachada a veces dando hacia el propio barranco” y con el cauce limpio para utilizarlo como aparcamiento.
García agrega que, para más inri, muchos barrancos “se han estrechado” porque las fincas que estaban a ambos lados de ellos se han expandido, a veces con licencia y otras “de forma clandestina”. Un ejemplo perfecto, el de Salinetas. “Ese barranco lo han reducido a su cauce mínimo entre el barrio de Las Huesas, la autopista GC-1 y la urbanización industrial. El cauce se convirtió en un tajo de dos metros, cuando a lo mejor tenía antes 18 metros de ancho”, precisa el cronista.

Esta realidad no es exclusiva de Telde. Puede apreciarse en prácticamente todos los municipios de Canarias. Pero García cree que la existencia de 67 barrios dispersos en un municipio con una extensión de 102 kilómetros cuadrados es demasiado que gestionar para cualquiera. “No es posible dar avío a todo esto. Tiene que haber una política supramunicipal, en coordinación con el Gobierno de Canarias y el Cabildo insular, de limpieza de barrancos y de pequeños arroyos, porque a veces son barranqueras”, remacha el cronista.
La conjugación de todos estos factores ha contribuido a que Telde haya sido el municipio de Gran Canaria más afectado por inundaciones en el periodo entre 2011 y 2017, según el Consejo Insular de Aguas de la isla, y el cuarto en el tramo entre 2018 y 2023. Todo apunta a que difícilmente dejará esa primera posición (o primeras) en próximas clasificaciones. “Hasta los años 60 o 65, no teníamos estos problemas porque, entre otras cosas, la naturaleza estaba en su sitio. Pero el problema ha sido la improvisación en la urbanización”, reflexiona García.
El alcalde de la ciudad, Juan Antonio Peña, de Ciuca, reconoce que “con prácticamente todo urbanizado” el agua “corre más rápido” y los desbordamientos se dan “en cuestión de minutos. Peña pone otro caso paradigmático: la playa de Ojos de Garza. ”Hoy en día bajas [a esa playa] por una carretera de acceso que hasta hace unas décadas era parte del barranco. Si el agua se desborda y va por la carretera, el impacto es casi inmediato“, remarca.

Telde, de hecho, tiene 28 puntos de riesgo constatado de inundación, según el Consejo Insular de Aguas de Gran Canaria. Y cuenta además con un Área con Riesgo Potencial Significativo de Inundación (ARPSI) de origen fluvial, el Barranco de Las Goteras, y otras seis áreas más de riesgo, pero de naturaleza costera. El municipio funciona en caso de lluvia torrencial como un gigantesco embudo natural, pues el agua que cae en lo más elevado de su demarcación, con alturas máximas en torno a los 1.500 metros, desciende rápidamente por los alterados y ajustados barrancos que llegan al mar en distancias cortas, de apenas decenas de kilómetros.
“Por muchas obras que se hagan, hay que cuestiones que no se pueden evitar”, admite Peña. “Hay que trabajar en la prealerta, en la prevención. Ese es el trabajo prioritario para que la ciudadanía tome medidas porque, no nos podemos engañar, evitar todo esto es complejo o casi imposible. Se podrán hacer medidas, actuaciones, pero cambiar todo el trazado urbano no es posible”, concluye el regidor.
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