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'Entrañas', un pequeño milagro para viajar con niños al interior del cuerpo humano desde una sala de teatro

'Entrañas', una obra de El Patio Teatro

Pablo Caruana Húder

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Entrañas es un pequeño milagro. Una pieza teatral que se encuentra en ese espacio indeterminado donde la infancia y la edad adulta se encuentran. Una clase de anatomía, de filosofía primigenia donde ciencia y emoción van de la mano y en la que estos dos actores riojanos se preguntan de qué estamos hechos, qué es nuestro cuerpo, qué nos conforma. El tema es de pura profundidad existencialista. El ritmo es pausado, lento; la luz, mínima. Nada hace pensar que sea una pieza para niños y niñas, no hay trucos, luces apabullantes, momentos espectaculares o músicas atractivas. Sin embargo, los más pequeños entran y se sumergen.

Esta semana comienza Teatralia, el festival para niñas y niños que durante el mes de marzo llena salas y teatros de toda la Comunidad de Madrid. Una edición asentada, rica y que cuenta con grandes atractivos. Todo el mundo espera poder ver, por ejemplo, Dimanche, el espectáculo belga que ha recorrido medio mundo y clausurará el certamen. Pero un festival también tiene pequeños rincones luminosos. Y uno de ellos es Entrañas de El Patio Teatro. Una pequeña joya que además esconde la historia de una compañía que decidió quedarse en su tierra y desde allí conquistar el mundo.

Entrañas comienza diciendo: “Estamos compuestos por miles y millones de células y cada célula por 100 millones de átomos. Es que somos mucho. Y apenas nada”. Ahí comienza un viaje a través del cuerpo, de los pulmones, el corazón, el cerebro o las lágrimas, pero también un viaje por las grandes preguntas que todo eso suscita: ¿qué pasa cuando desaparecemos? ¿Por qué lloramos la ausencia de los que hemos querido? ¿Por qué necesitamos ser tocados y tocar?

Pero, ¿esto es para niños?

El universo en el que se introducen es abismal, inacabable, pero El Patio lo hará con calma, agarrándose a la belleza y poesía del objeto y la luz. Y con humildad irá relacionando ese mundo científico con historias personales, acercando la ciencia y la epistemología a un mundo concreto y entendible por los chavales. Es esa unión de ciencia, emoción y poesía la que engancha al espectador de cualquier edad.

Entrañas son Izaskun Fernández y Julián Sáenz López que llevan desde 2010 trabajando juntos. Ya en su primera pieza, A mano, les pasó lo que les ha ocurrido con cada trabajo que han hecho: “Cuando comenzamos una creación nunca pensamos a quién va dirigida, pero luego los programadores nos dicen que lo ven claramente para chavales. Pasó con A mano y ha pasado de nuevo con Entrañas”, explica Izaskun quien confiesa que cuando empezaron a trabajar, querían hacer una obra sobre el amor.

La pieza comenzó a gestarse antes del confinamiento, imaginaron una mesa de disección donde se abriese un cuerpo para indagar qué pasa en las relaciones de amor, pero llegó la pandemia y comenzaron largas lecturas sobre el cuerpo humano que fueron invadiendo la creación. “Hubo un momento que nos perdimos, cada puerta que abríamos era inabarcable”, recuerda Julián, “poco a poco fuimos decantando todo aquello y es cierto que apareció la muerte, Izaskun perdió a alguien cercano y quisimos que el espectáculo arrojase un poco de luz a las despedidas, poder mostrar que también la muerte puede tener un poso bello”.

Desde una nave agrícola en Barea

El Patio Teatro acaba de recoger un premio en FETEN, el festival decano para niñas y niños de Gijón, por su pieza Feriantes, que produjo el Centro Dramático Nacional el año pasado. Ambos están contentos, se sienten privilegiados, giran por toda España y ahora con Entrañas además se ha vuelto a abrir el circuito internacional. Izaskun y Julián han conseguido hacer toda su carrera manteniendo su residencia en Logroño, sin tener que emigrar a las grandes ciudades donde se encuentran los centros de producción teatral.

Cuando ambos comenzaron a interesarse por el teatro, en su ciudad tan solo tenían el gran teatro, el Teatro Bretón, un teatro que lleva años haciendo una buena labor, pero poco más. Tuvieron la suerte de encontrarse con unos talleres que Jorge Padín comenzó a dar en su ciudad. Padín es una de las cabezas de otra compañía fundamental, Ultramarinos de Lucas, de Guadalajara.

Ultramarinos es otra compañía que habita ese espacio indeterminado entre el teatro para niños y el de adultos, capaces de hacer un espectáculo para bebés, Miramira (2001), que bien pudiera ser un acto sin palabras de Samuel Beckett, y al mismo tiempo montar uno de los mejores Esperando a Godot que se hayan visto. “Después de seis años con Padín, con unos talleres formidables, un tanto anarcas, pero donde nos metíamos a fondo en todo, decidimos hacer nosotros; y decidimos hacerlo como un acto político de resistencia, sin movernos de Logroño”, recuerda Izaskun.

Al recordar los comienzos ambos se ríen al pensar que en aquellos talleres fundamentales para toda su generación abordaron todo menos el teatro de objetos, justamente por donde ellos decidieron tirar: “Es paradójico, pero es así, también hay que confesar que somos devotos de La Zaranda, para mí hay un antes y un después de cuando les vi en el Teatro Bretón. La Zaranda es muchas cosas, pero son los reyes del manejo de objetos”, recuerda Izaskun.

Y curiosamente, al igual que La Zaranda no se mueve de su nave de Jerez de la Frontera para crear, El Patio Teatro tiene un pequeño espacio en un pueblo cercano a Logroño, Barea. “Era una nave para guardar un tractor, una nave muy modesta en la que ahora tenemos nuestro pequeño telón y una pequeña varita de luces con unos pocos focos colgados”, explica Izaskun. “Pero la vara es de hace poco, siempre hemos trabajado con pequeños objetos que iluminan, lamparitas, lo que fuese, luces que incorporábamos en la escenografía y que nos permitían ser autónomos cuando comenzábamos a investigar”, explica a su vez Julián.

Todos los espectáculos los estrenan en su pequeña nave de Barea. Después de girar mucho, de ir a grandes teatros al igual que a pequeños pueblos, sin desdeñar un bolo, de hacer una economía “de montoncitos”, como ellos la llaman, El Patio cada cierto tiempo se detiene para dedicarse a crear una nueva pieza. Son procesos de largos meses en los que ellos son los escenógrafos, los directores, los actores, los diseñadores de luces… Lo hacen todo. Y eso se nota, sus trabajos son a fuego lento, donde se cuida lo mínimo para que el pequeño hallazgo vaya enhebrando el trabajo.

En Entrañas sobrecogen las luces y cómo estas inciden en los objetos, en una pequeña calavera, en las motas de polvo. Una luz barroca que van creando pequeños Rembrandts y creando una estética muy poética y deudora de esos grandes museos anatómicos como el de Florencia. Sobrecogen también las pequeñas historias personales rescatadas, la de un padre que dice que nunca llora, la de unas caricias que todavía se sienten o la de un amor que se fue.

En la obra los objetos se manipulan con mimo y, más que tender a animarlos, se juega con su movimiento en el espacio, reflexionando sobre la importancia del ángulo y cómo algo puede ser mirado de varios modos. El trabajo es meticuloso y rico y en ciertas ocasiones, mágico. Valga un pequeño espóiler, la compañía ha fabricado una caja expositiva emulando las museísticas donde vemos una barriga y un ombligo. En un momento, la caja se abre y aparece el interior que es un pequeño hogar que emula de manera poética al vientre materno. “El espectáculo tiene esa voluntad, la de acercarse a nuestro interior por pequeñas puertas, el ombligo es la cicatriz universal que todos los humanos compartimos y tenía que estar en el espectáculo”, explica Izaskun.

La obra estará este fin de semana en La Casa Encendida de Madrid y el día 23 en El Soto de Móstoles. Pero la compañía sigue recorriendo toda España: el día 14 estará con Feriantes en Burgos; y quien quiera ver Entrañas podrá hacerlo el 15 en Teatro Rosalía de A Coruña, el 21 y 22 en el Corral de Comedias de Alcalá, el 26 en el pequeño pueblo onubense de Aracena, el 28 en Conil y para finalizar marzo, el 29 y 30 en Marbella.  

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