Una mirada atrás a los recursos para mujeres víctimas de violencia de género: 30 años de importantes cambios

La concejala de Bienestar Social, Luz Hernáez, y las responsables del teléfono para mujeres víctimas de violencia de género, en una imagen de prensa cuando se puso en marcha en 1995

Ester Fernández García

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En 1995, la violencia de género ni siquiera tenía este nombre. Era violencia doméstica y, como ya reflejaba esta denominación, permanecía invisible, oculta en el ámbito de lo privado, en esa creencia de que no se podía romper la familia. Este contexto tampoco ayudaba a que las víctimas dijeran lo que les ocurría y pidieran ayuda. Ni siquiera había todavía estadísticas que cuantificaran la violencia sobre la mujer, pero sí empezó a surgir una preocupación para su incidencia y una necesidad por buscar recursos que respondieran a la situación.

Así, en Logroño existe desde entonces, acaba de cumplir treinta años, el teléfono 900101555 para atención a víctimas de violencia de género, un teléfono anónimo y atendido, ya desde entonces, durante 24 horas y los 365 días del año por trabajadoras sociales expertas en violencia. Una psicóloga de la Unidad de Servicios Sociales del Ayuntamiento de Logroño, Yolanda de Blas, que sigue en activo, recuerda cómo fue la puesta en marcha de un servicio pionero, previo al conocido 016: “Se planteó hacer algo que sirviera para sacar a la luz, que las mujeres pudieran contar qué les pasaba en un momento en que se unía el miedo a la vergüenza social”.

El teléfono de atención a mujeres maltratadas nació para que las mujeres pudieran contar lo que les pasaba en un momento en que se unía el miedo a la vergüenza social

Yolanda de Blas Psicóloga

La cartelería con el que se difundió por primera vez este recurso decía 'Hablar es afrontarlo', alejado de la actual necesidad de no dejar la responsabilidad en la víctima, pero marcado por la necesidad de sacar a la luz una realidad oculta. “La relación de maltrato es de dominio y parte consiste en aislar a la mujer de su red, que no trabaje, que esté en casa, porque así se invisibiliza todavía más la violencia”, apunta Yolanda de Blas en unas declaraciones que valen entonces y siguen vigentes ahora.

Para cuando se empezó a idear en otras ciudades y comunidades autónomas ya existían recursos similares como teléfonos de orientación y programas de acompañamiento, que inspiraron el recurso de Logroño y, además, se vio la necesidad, según recuerda De Blas, “de habilitar un alojamiento de emergencia donde las mujeres que sufrían podían ser alojadas”. Más adelante, en 1999, este teléfono se integró más adelante en el SUS (Servicio de Urgencias Sociales) y ahora es un servicio dual, en el sentido de que atiende servicios de urgencias sociales y de emergencia.

Aunque han cambiado muchas cosas alrededor de la concienciación de la violencia de género y la protección de las víctimas y el servicio ha evolucionado, la atención del recurso es muy similar ahora a la ideada hace treinta años. Lo resume bien la actual responsable del servicio, Natalia Santamaría: “Siempre se ha actuado igual: Atención inmediata, disponibilidad plena, y atención en el espacio de la mujer, la profesional se desplaza al contexto y al entorno de la mujer en una cuestión de emergencia”.

Ahora el sistema es más garantista, pero en los primeros pasos del teléfono ni siquiera se había aprobado la Ley 1/2004 de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género y lo que había eran planes integrales de violencia doméstica. Tampoco había, por tanto, juicios rápidos ni órdenes de alejamiento desde el primer momento ni los cuerpos y fuerzas de seguridad estaban formados.

No juzgamos, escuchamos de manera incondicional y estamos siempre a disposición de las víctimas

Natalia Santamaría Jefa de sección de prevención e inclusión social del Ayuntamiento de Logroño y responsable del teléfono

Tanto Yolanda de Blas, que vivió el inicio del servicio, como Natalia Santamaría, destacan como uno de los principales éxitos que este teléfono, que nació como proyecto piloto para seis meses, “está asentado en la red de recursos y es referente para cualquiera de los profesionales, lo que provoca un efecto multiplicador”. Se refiere a que llegan al teléfono mujeres a través de Policía o de los centros de servicios sociales y de una llamada se puede derivar al Centro Asesor de la Mujer o a la Casa de Acogida. Un engranaje para proteger a las mujeres en el que el teléfono es mucho más que un recurso de inmediatez y corto plazo: “No dejamos de la mano a la mujer porque la enlazamos con el sistema u la protección ordinaria, ese es el éxito”, destaca Natalia Santamaría, que define al teléfono “como una puerta que siempre está abierta”.

“Ante la duda, tú llama”

Dice Natalia Santamaría que este es “su empeño”. “Hay mucho sentimiento de culpabilidad por el propio ciclo de la violencia, ellos también las manipulan, y romper con esto es complejo”, señala. Por ello, estas profesionales insisten en que “llamar no condiciona a nada, no hay que llamar cuando hayas decidido nada ni penaliza tomar una decisión u otra” y recuerdan que la atención se da con o sin denuncia. De hecho, recalcan: “No juzgamos, escuchamos de manera incondicional y estamos siempre a disposición de las víctimas”.

Por ello, “las mujeres se sienten acompañadas”, consideran. Muchos de los casos que atienden son de víctimas de especial vulnerabilidad, que “no solamente están sometidas a una situación de violencia, sino que hay otros factores de riesgo que dificultan esa salida”. Situaciones muy difíciles en las que este teléfono es la única red de apoyo que tiene. A lo largo del año pasado, llamaron al teléfono 220 víctimas diferentes y se atendieron unas 2.500 llamadas, entre 1.349 de violencia de género y 1152 en casos de emergencia, y se dieron 44 alojamientos.

Las cifras reflejan un aumento, no alarmante, pero que Yolanda de Blas y Natalia Santamaría analizan en dos sentidos. Por un lado, “la sociedad está más sensibilizada, la violencia de género se identifica más y la víctima es más y antes consciente de que lo que le ocurre no es permisible”, provocando que se denuncie más y se pida más ayuda. Pero, por otro lado, miran con preocupación a la juventud: “estamos viendo cómo chicas muy jóvenes sufren situaciones de control y lo normalizan y cómo calan los mitos del amor romántico como quién bien te quiere, te hará llorar o puede tener celos”.

Yolanda de Blas recuerda como entonces, hace varias décadas, en los primeros grupos de mujeres de Logroño alguna se iba antes de su reunión porque tenían que hacer la cena a su marido. Ahora, muchas siguen yendo a escondidas a un recurso. En medio del miedo, el sufrimiento y la violencia tantas veces invisibles, las mujeres de Logroño pueden marcar el 900101555 y siempre les van a escuchar. Treinta años de acompañamiento incondicional a las mujeres.

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