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Opinión - El silencio habla mal de Sánchez. Por Esther Palomera

El trigo y la cizaña

27 de enero de 2025 12:24 h

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El primer tema de esta tribuna que echa a andar con el inicio de 2025 no podía ser otro que el recuerdo de lo más importante de 2024. Dana fue elegida como la palabra del pasado año para la FundéuRAE y, ahora que el foco está menos presente, resulta fundamental no olvidar para seguir alumbrando. Me acuerdo del silencio de ese día en casa viendo en la televisión cómo la tragedia asolaba Valencia. En la cabeza clavadas, como las imágenes que provocaba la dana, dos cuestiones: entender con claridad lo que había pasado y cómo ayudar de la manera más efectiva. Ante el ruido que abunda, la pausa se convierte en algo necesario para ver, leer, desbrozar, contrastar y hacerse las preguntas necesarias con las que ordenar las ideas. 

A partir de ahí mi decisión ha sido actuar a tres niveles: con el alumnado al que doy clase escuchando sus inquietudes y desarrollando la expresión de sus emociones, mediante una aportación económica a un colectivo que trabaja en la zona para ayudar a la población afectada y, finalmente, a través del presente texto para tratar de contextualizar, analizar y reflexionar desde la profundidad. 

La actualidad te arrasa con su devenir diario, como te desborda la dana con el agua llevándoselo todo. 232 personas, según el recuento hasta la fecha (224 de la Comunitat Valenciana, 7 de Castilla-La Mancha y 1 de Andalucía), han fallecido. Son vidas segadas de un día para otro, sueños cortados de raíz y convertidos en pesadillas, familias que se han quedado sin nada, 75.000 viviendas afectadas y daños directos que alcanzan a más de 800.000 habitantes, según la estimación realizada por Greenpeace. En las zonas de la catástrofe y en todo el país se extienden la tristeza, la rabia, la impotencia y la indignación. 

Ante tal magnitud, la mirada debe situarse más allá de la coyuntura para observar y comprender el conjunto de factores de lo ocurrido. La clave central es la asunción de la gestión y las competencias. Es decir, quién no hizo lo que tenía que hacer. Como ha quedado constatado, la Agencia Estatal de Meteorología (desde la misma mañana del trágico 29 de octubre y también los días previos) y la Confederación Hidrográfica del Júcar (con información actualizada a través de varios correos) avisaron en tiempo y forma de lo que podía ocurrir. 

Es el Gobierno de Carlos Mazón, ya que las competencias de protección civil y prevención de emergencias corresponden a las comunidades autónomas, quien no dio la alarma hasta las 20:12 cuando ya se había consumado el desastre y la gente se estaba ahogando. Su nefasta y negligente gestión de la emergencia y la ausencia de prevención quedan en evidencia con las actuaciones que sí llevó a cabo, por ejemplo, la Universitat de València para suspender la actividad académica, lo cual fue considerado como algo exagerado por el propio Mazón. 

Esa dejación de funciones y minimización de los riesgos llevó incluso al presidente de la Generalitat Valenciana a dar una rueda de prensa a las 13:00 horas para decir que el temporal disminuiría, se desplazaría a Cuenca y que a partir de las 18:00 la situación mejoraría. Después del fallido diagnóstico, cuyo tuit publicado con ello fue posteriormente borrado, viene la famosa y extensa comida en El Ventorro, por la que Mazón pasó de puntillas en su comparecencia en las Corts Valencianes y donde la versión oficial es que se reunió con la periodista Maribel Vilaplana para ofrecerle la dirección del canal À Punt. 

En caso de ser verdad, ya resulta de por sí un despropósito que se trate de normalizar como argumento el hecho de estar en una prolongada comida en medio de una catástrofe. Cada cual puede creer lo que considere al respecto, pero si esa comida fue ocultada, no se presenta la factura de la misma y ha cambiado varias veces de versión (de privada a laboral, con el presidente de la patronal o como presidente del Partido Popular), el relato adolece de solidez y trasluce que hay algo más. Lo que haga en su ámbito privado no debe ser el lugar donde apuntar; lo que haga en su ámbito privado en medio de una tragedia sí porque lo que no llevó a cabo antes y la dilación de su sobremesa, que se alargó hasta las 19:00 que llegó al Centro de Coordinación Operativa Integrado cuando la reunión había empezado dos horas antes, ha significado la pérdida de numerosas vidas. Es decir, de lo que se trata es de dónde no estaba. 

La ausencia de Mazón y la incapacidad de la exconsellera de Justicia e Interior, Salomé Pradas, que afirmó desconocer que se podían enviar las alertas a pesar de que desde el año anterior era un sistema que ya estaba operativo en la Comunitat, provocaron un retraso fundamental a la hora de mandar la alerta. En contraste con lo ocurrido en Málaga o en la propia Valencia días después, esa combinación de inacción y falta de prevención hizo que el impacto aumentara de lo que podía haber sido una gran riada por lluvias torrenciales a una tragedia con centenares de personas muertas y desaparecidas. 

A partir de aquí comenzó la espiral de mentiras para sacudirse la responsabilidad, el dibujo de una dimensión paralela y la estrategia de desviar la atención al resto: Pedro Sánchez, Teresa Ribera, la AEMET, la CHJ o quien tocara. También han estado presentes los fondos europeos o la inmundicia de la impúdica y xenófoba comparación tras el dinero destinado a Gaza con el genocidio de 46.000 personas asesinadas. No supone una novedad; este modus operandi en el PP es similar al de los atentados del 11M, el Prestige, el Yak 42, el accidente del metro de Valencia o lo ocurrido con las residencias con la COVID en Madrid. A pesar de que el relato choque contra las evidencias, el propósito es claro: ocultar lo primordial, diluir la responsabilidad y atribuirle esta a un tercero o elevar su carácter a algo general. Tanto la Unidad Militar de Emergencias como la AEMET o el Ministerio de Transición Ecológica desmintieron el contenido de la comparecencia de Mazón. No fue “el sistema” por mucho que se pongan el ventilador y las cortinas de humo, sino la incompetencia y la irresponsabilidad lo que hizo que no funcionara. 

Reestructuración de cargos, cese de dos conselleras y patada hacia delante. Si Mazón hubiera dimitido, eso habría supuesto concentrar la fundamentación de lo calamitoso de su gestión y dar alas a Sánchez, motivo por el cual tampoco activó el nivel tres de emergencia y rechazó elementos de ayuda. Por su parte, el presidente del Gobierno, que sigue sin intervenir el mercado de la vivienda de manera efectiva a pesar de las necesidades evidentes, se encontraba ante el dilema del estado de emergencia de Schrödinger. Si no intervenía, se le iban a echar encima; si lo hacía, iba contra la libertad, como en el caso de la pandemia de la COVID cuando algunos de los que hoy más gritan son quienes entonces le llamaban dictador. No hay que ser adivino para saber a quién iban a cargarle todo en caso de haber optado por la segunda aunque la raíz partiera desde otro punto. 

A pesar de ese coste, lo que se puede achacar al Gobierno central es la falta de una mayor celeridad en las ayudas o la capacidad que tenía de apartar a Mazón en las primeras horas, después de ver su falta de respuesta, con la mencionada declaración de emergencia nacional, solicitada incluso por el propio Feijoo. Esto, tal como se ha señalado por varios técnicos y 

expertos en catástrofes, hubiera conllevado, eso sí, un retraso en el cambio de la cadena de mando además del desplazamiento en la intervención de quienes mayor conocimiento tienen del terreno, como la acertada actuación de varios alcaldes y alcaldesas de los municipios afectados de diferente signo político. En lugar de ello, apostaron por la cogobernanza, donde, más allá del retorcimiento del “si quieren ayuda, que la pidan”, el modelo de Estado se ha de anclar en la colaboración y cooperación institucional. 

Hablar de política es hacerlo de la concepción de lo público, de su fortalecimiento o desmantelamiento. Con el cambio de gobierno del pasado año, PP y Vox suprimieron la Unidad Valenciana de Emergencias, la cual nunca llegó a entrar en funcionamiento porque se encontraba en una fase inicial. Hoy en el Govern se tienen que estar tirando de los pelos. En su momento quisieron borrar de un plumazo lo que había implementado un gobierno de otro signo diciendo que era un chiringuito cuando esa unidad podría haber fortalecido la coordinación ante la tragedia. 

Esa prisa fue la misma con la que anunciaron una reforma fiscal que reducía los impuestos para beneficiar a quienes más poder adquisitivo tienen, pero no encontraron el tiempo para abordar las precarias condiciones del servicio del 112. También el apremio ha sido similar a cómo Mazón ha regado con millones de euros públicos a dedo a empresas señaladas por la trama Gürtel o la caja B del PP valenciano para la reconstrucción de infraestructuras dañadas por la dana. Conviene no ignorar en relación con ese día y los siguientes a las empresas que primaron la continuidad de la actividad laboral antes que la seguridad y la protección de los trabajadores y trabajadoras, donde Inspección de Trabajo ha abierto ya más de cien expedientes al respecto. 

El peligro de quien no prioriza lo básico es el mismo que el de la contumacia anticientífica de quien niega la realidad. Si bien hay una diversidad de elementos y no se puede establecer una relación directa de causa-efecto, los análisis de atribución sobre ello, a falta de conclusiones más robustas, demuestran cómo el cambio climático ha podido influir en lo sucedido respecto a su magnitud. No se trata del punto de origen como único componente para señalar el récord en precipitación, sino del aumento del potencial en la intensidad proporcional de las danas al tener más impacto y ser más profundo debido al incremento de la temperatura del planeta y de un mayor aglutinamiento en el aire de más vapor de agua. Todo esto no tuvo a bien considerarlo la exconsellera de Turismo e Industria, Nuria Montes, cesada por su lamentable falta de tacto con las familias de los fallecidos, que afirmó en su momento que la parte buena del cambio climático era la extensión de la temporada turística. 

Tampoco se puede obviar la estructura urbanística sobre la que se asienta Valencia, ya que la construcción del 5% del total de sus viviendas ha tenido lugar en zonas inundables. La desordenada ocupación territorial en el litoral mediterráneo y el modelo desenfrenado e irresponsable de construcción en zonas ilegales o de gran riesgo durante años han conllevado consecuencias devastadoras con la urbanización de espacios fluviales expuestos a crecidas, como en el caso del barranco del Poyo, donde deberían haberse llevado a cabo actuaciones al respecto desde hace mucho tiempo. 

El barro no es lo único que han tenido que limpiar en Valencia; también lo han debido hacer con el fango de la desinformación. Como suele ocurrir en las catástrofes, ha proliferado de manera extendida y con toda tipología: un parking con falsos tickets donde había centenares de personas 

muertas sin haber sido nada contrastado, ropa donada tirada a un vertedero cuando realmente había sido dañada por la humedad y descartada por los equipos sanitarios o la recurrente referencia a presas derribadas a pesar de que no haya relación entre las inundaciones y los embalses y que lo suprimido hayan sido azudes. 

Esta es una pequeña selección de quienes son capaces de ver ovnis pero no de tener un mínimo de cautela con la verdad, los que agitan el odio y el caos, promocionan las ayudas a base de likes o quienes se rebozan en el lodo para vestir sus directos. La industria de los bulos no solamente representa un profundo peligro para la credibilidad informativa, sino que socava la base del funcionamiento democrático con quienes luego se lo cobran con la monetización de sus cuentas, la notoriedad de sus visualizaciones, el provecho de la desgracia o las inyecciones de fondos públicos. Para conocer la verdad, “hay que seguir el rastro del dinero”, como decía Lester Freamon en The Wire. La mentira, desgraciadamente, es un negocio muy rentable. Por eso, una de las batallas actuales más cruciales es la del rigor de la información. 

Ese caldo de cultivo que se genera en las redes digitales posteriormente se amplifica en medios de gran alcance o en pseudomedios y acaba por trasladarse a lo cotidiano. No hay más que ver la forma en la que el racismo ha campado a sus anchas por parte de quienes instrumentalizan las protestas para apuntar al diferente, pero también de quienes señalan que el pillaje ha sido realizado por personas migrantes o con ataques sin fundamento a varias ONG buscando su descrédito diciendo que solamente atienden a personas de nacionalidad no española. Lo que se les pasó por alto a estos sujetos es publicar los vídeos donde personas de diferentes países arriman el hombro para quitar el barro de las calles o elaboran la comida para el vecindario. En ello hay más patria y humanidad que en la de quienes se dan golpes en el pecho, alzan el brazo y gritan consignas excluyentes. 

La visceralidad también estuvo presente en la inapropiada visita institucional a Paiporta donde el presidente del Gobierno fue atacado. Este acto fue reivindicado por la extrema derecha (hasta el sindicato de VOX ofreció sus servicios a los que patearon un coche de la comitiva de Sánchez) y es la consecuencia última tras haber deslegitimado su función en el cargo y deshumanizado su persona. El malestar por la indignación y la impotencia en los vecinos y vecinas era generalizado y no todas las personas que protestaban eran de extrema derecha, pero no por ello se debe dejar de poner el foco en los que, aunque sean minoritarios, busquen desde el espectro del posfascismo aprovecharse de las situaciones más crudas para el autobombo y el rédito. 

Caer en eso es, como bien explica Miquel Ramos, caer en la trampa que tiende la ultraderecha moldeando el lenguaje, usurpando marcos de los movimientos sociales (resulta terrible escuchar “solo el pueblo salva al pueblo” teñido de un tinte reaccionario) y viendo el narcisismo y la caridad promocionada que no cuestiona la estructura social. De ahí la importancia, en definitiva, de saber reconocer, de encajar las piezas del puzle, de separar el trigo de la cizaña. 

La deriva antipolítica también es hacer política. La otra vía es la que concibe los lazos de la solidaridad, el compromiso y el apoyo mutuo desbordantes, la que se manifiesta el día 29 de cada mes y exige responsabilidades (porque, aunque haya quien lo tache de politización para escurrir el bulto, toda manifestación tiene un componente político) sin necesidad de envolverse en banderas y la que comprende la importancia del Estado en la redistribución de la riqueza, la diversidad que conforma la sociedad y la relevancia de los servicios públicos. 

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