Medios de comunicación nacionales y extranjeros me han llamado estos días preguntándome qué está pasando en la Región de Murcia a raíz del video del teniente de alcalde de Molina de Segura, Antonio Martínez, de Vox, señalando a mujeres musulmanas que caminaban tranquilamente por la calle con sus hijos e hijas de la mano.
La noticia dio para reportajes en televisiones nacionales, una primera página en El País, y producirá más minutos en televisiones extranjeras que vendrán a contar que en Molina de Segura se señalan con cruces gamadas los buzones de vecinos y vecinas con nombres de origen árabe, y que el concejal responsable de la policía local, con el beneplácito del alcalde del PP, lidera la campaña de odio contra la población musulmana desde el volante de un coche en marcha mientras graba a mujeres a las que acusa de invadir España con sus barrigas.
Lo bueno es que esos mismos medios se conocen el camino a la Región de Murcia, porque ya estuvieron hace cuatro años para contar el crimen racista e islamófobo de Younes Bilal en Puerto de Mazarrón.
Lamentablemente ya somos conocidos en el mundo por albergar una fábrica de odio tan productiva como nuestra fábrica de lechugas. Odio hacia quienes cultivan y luego recogen las lechugas, qué curioso, ¿verdad?.
Cada día en un colegio y un instituto de la Región de Murcia hay un niño al que llaman terrorista, una niña a la que le preguntan de dónde eres porque su piel es negrita y no blanquita, un niño al que le cambian el nombre por no hacer el esfuerzo de pronunciarlo correctamente, una niña que escucha “mora de mierda vete a tu país”, una profesora que le dice a su alumna que no se esfuerce porque si lleva velo no llegará a ningún sitio, un profesor convencido de que los inmigrantes han venido a robarnos.
Cada día en la Región de Murcia hay alguien de Vox dispuesto a vender puro odio racista y alguien del PP dispuesto a ponerle la alfombra roja. La moción aprobaba por ambas formaciones en la Asamblea Regional para repatriar menores migrantes no tendrá efectos prácticos porque las Comunidades Autónomas carecen de competencias en la materia, pero su aprobación ha sido extraordinariamente importante por lo esclarecedora, por fin nos quitamos la careta: desde Bruselas a Estambul saben que estamos perfectamente “melonizados”, somos católica y apostólicamente racistas e islamófobos, como la presidenta italiana, incluso en Cuaresma.
Ese discurso sostenido en el tiempo desde la sede del parlamento autonómico envalentona a quienes escupen odio a diario tanto en redes sociales como en nuestros espacios comunes de convivencia.
En el PSRM-PSOE intentan disimular el racismo pero no lo consiguen. Es cierto que con este partido en los gobiernos municipales no hay una persecución sistemática a las personas que llegan del extranjero con lo puesto para mantener nuestro nivel de vida y servirnos al menos una ensalada al día, como sí ocurre donde funciona la pinza PPOX, acrónimo acuñado por la imprescindible Nazarena Balaguer.
Que de 48 secretarías en la nueva ejecutiva de Francisco Lucas no haya una dedicada a “Inmigración” es para nota. Si usted no lo sabe, se lo digo yo, señor Lucas: la decepción entre esa parte de la población de origen migrante que vota PSOE ha sido mayúscula.
Un partido que por otra parte se las da de mejorar la vida de las personas migrantes con una reforma del Reglamento de Extranjería llena de trampas mortales que perpetúan el sufrimiento de miles de familias. Una socialdemocracia que ignora el más de medio millón de firmas de la ILP Regularización Ya.
Todo ello en una Región de Murcia donde cerca de 150.000 musulmanes (40.000 de ellos con DNI) siguen esperando que un responsable político elegido por la ciudadanía, del partido que sea, les felicite el Ramadán (“Ramadán Kareem”, “Ramadán Mubarak”, dos palabras mágicas, con ellas conviertes en visibles a miles de personas que eran invisibles).
No es mala fe lo de nuestros políticos y nuestras políticas, es ignorancia supina, es ausencia absoluta de sensibilidad hacia el 10% de la población a la que sirven y que les mantiene con sus impuestos y sus votos cada cuatro años.
Dicho lo cual, permítanme un ¡gracias! mayúsculo a todas las personas que lejos del ruido político trabajan sin descanso para ayudar a quienes más lo necesitan, sin importarles de donde vienen, a quien rezan, o qué color tiene su piel. Ánimo para seguir, hay más trabajo que nunca en esta Región de Murcia perfectamente “melonizada”.
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