Una amiga nos solía decir que “somos química” cuando llegábamos a un bar con algún mal que no terminábamos de desentrañar. Ya pasaba antes de que conociéramos a Marian Rojas Estapé –lo prometo–, la psiquiatra que ha traído un montón de hormonas a la conversación a través de sus súper vendidos libros de autoayuda: la “intoxicación de dopamina”, la oxitocina, el cortisol.
Fue a divertirse a 'El Hormiguero' la semana pasada. “Un análisis rápido de cómo está ahora la sociedad”, le pidió Pablo Motos, a lo que ella respondió que tenemos unos “síntomas comunes” (no concentrarnos o no tolerar la frustración) que nos provocan un desgaste de la corteza prefrontal. Eso, dijo, “genera un pensamiento polarizado de te quiero o te odio” y “hay que ver qué puedo hacer yo para salvar mi corazón, mi mente, mi alma”.
Aquella entrevista puso de uñas a psicólogos y psiquiatras –igual ya lo estaban de antes– porque consideran que el enfoque de Estapé, parte de la millonaria industria de la autoayuda, es reduccionista al limitarse solo a lo biológico y por concebir a las personas como entes aislados de su alrededor.
“El contexto sociocultural de la persona, el aprendizaje que ha tenido, su entorno... La biología es solo una variable, es como decir que un coche se mueve solo por la gasolina. El problema no es que veas la cuenta del banco y que te suba el cortisol –como dijo Rojas Estapé–, es que no tienes dinero por una situación de precariedad”, explicaba la psicóloga Lydia Viñuela en este artículo que publicamos sobre la polémica. Desvincular el estado de salud mental de lo que pasa alrededor es un enfoque, advierte la psicóloga Claudia Pradas, que recuerda al modelo biomédico de los años 70 y que ya ha sido superado.
A los dos días de lo de Marian Rojas, otro programa en la franja de máxima audiencia, 'La revuelta', llevó como invitada a la cantante Aitana. Y la salud mental de nuevo entró en el 'prime time'. “Estaba mal, me costaba levantarme todos los días de la cama y no sabía lo que me pasaba [...] Estoy en el proceso de estar mejor, porque esto no se cura de un día para otro y cada vez le encuentro el sentido a más cosas que antes me hundían”. Las redes sociales se inundaron de mensajes que agradecían a la artista haber compartido lo que le pasaba: un relato de vulnerabilidad en una persona con éxito, dinero y fama.
Hace unos años se rompió el tabú de hablar de los malestares psicológicos y arrancó una nueva etapa con luces evidentes, pero también sombras. Todo últimamente parece estar encajado en el lenguaje médico y los trastornos mentales graves siguen igual o más escondidos que antes (decir que tenemos esquizofrenia no es tan sencillo). Mientras, los libros de autoayuda siguen haciendo el agosto y, entre ellos, los que hablan de qué le pasa a nuestro cerebro cuando estamos mal. ¿Ayudan de verdad? Pablo Linde contó en este reportaje publicado en El País que había estudios que demostraban “mejoras moderadas” en personas con ansiedad mientras otros apuntan que pueden generar frustración a quienes no logran alcanzar ciertas metas que se proponen.
Casi nada, supongo, es blanco o negro. Quizá te ha ayudado un libro de autoayuda (incluso los de la propia Marian Rojas Estapé) en algún momento de tu vida. O el consejo de una acción individual para sobrellevar una situación fea. A mí, desde luego, que sí. El empujón, si hace bien, es bienvenido.
La semana pasada me compré unas gafas nuevas (esta es la buena noticia) y descubrí que la miopía me había vuelto a subir (esta es la mala). Dos días después de pasar por la óptica, leí un estudio que relacionaba las pantallas con un mayor riesgo de esta deformación del ojo que nos hace ver borroso. Hablé con varios oftamólogos y oftamólogas. Me preguntaba si esa relación era tan directa, si podía haber otros factores y me topé con otro ejemplo más de cómo el estilo de vida del siglo XXI es regular para la salud: más pantallas, más mirar de cerca, más sedentarios, menos actividad en el exterior. Un mejunje que no viene nada bien a la vista.
Te dejo el reportaje completo en este link.
La semana que viene, más cositas.
Sofía
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