Los oficios como patrimonio cultural o cómo lograr que el pasado perdure en el futuro

Elisa García, Soledad Magán y Emilio Guadalajara. Quédense con sus nombres. Los tres quieren que el pasado perdure en el futuro. Custodian y reivindican oficios antiguos. Sus historias nos hablan de calma, trabajo manual, investigación y dedicación.
Los tres han participado en el III Foro de Conocimientos Ecológicos Tradicionales organizado esta semana en la ciudad de Cuenca por el proyecto Ojos de la Tierra, “un espacio de encuentro y pensamiento para un tiempo que requiere propuestas y colaboración”.
En el salón actos de la Escuela Politécnica de la Universidad de Castilla-La Mancha, junto a otros expertos de distintas disciplinas y generaciones expusieron sus conocimientos y saberes sobre prácticas que hoy se encuentran en riesgo de desaparición. Si se recuperan -creen los organizadores- estos oficios adaptados a tiempos actuales pueden ser una llave de futuro que combata la despoblación que sufren las zonas rurales y nos ayuden en vaivenes del cambio climático.
Quienes allí se dieron cita hablan de estos oficios como patrimonio cultural de Cuenca, trabajan para que se valoren social y económicamente y para conectarnos con otra forma de consumir.

Elisa García, artesana del papel
Un buen día hace doce años, Elisa regreso a Cuenca queriendo instalarse en la ciudad. “Me dio mucha pena ver, en mi barrio del casco antiguo, cerrada la tienda que Segundo Santos había tenido siempre al lado de mi casa. Mi madre, amante de la belleza y las cosas bonitas, le compraba a este maestro papelero lámparas, álbumes… Mi madre era escritora. Todas las cosas que conservo de ella están en papel de segundo Santos”.
Para entonces, se había jubilado este maestro papelero que comenzó su actividad en Cuenca cuando más de cuarenta años antes llegó a sus manos un libro que le prestó Fernando Zóbel y titulado “Cómo hacer papel en la cocina de casa”. De su taller ha salido a lo largo de todo este tiempo, con técnicas recuperadas del siglo XVII, papel usado por artistas del grabado, acuarela, serigrafía… Lucio Muñoz, Tàpies, Chillida, Zóbel, Gustavo Torner, por citar solo a algunos de ellos.
El maestro permitió a Elisa ser su alumna y después de dos años hoy está en proceso de comprar su taller en el número 2 de la calle Caballeros, donde ella sigue conectándose con lo esencial y perseverando en la tradición papelera de Cuenca, tras haber recuperado un saber que se perdió definitivamente a principios del XX y donde antiguos molinos construidos alrededor del río Huécar, fabricaban papel moviendo sus muelas con la fuerza de la corriente.
“El truco está en volver a hacer sentir a la gente lo que va a comprar y eso se hace con pedagogía, les explicas el proceso y aprenden a apreciarlo, algo que se ha perdido. La gente no conoce más que la inmediatez y abaratar costes. Hay que darle la vuelta para poder comer de esta actividad”.

Insiste mucho en las piezas de Segundo Santos como parte de la historia casi fundamental en Cuenca y de España “porque le dio una vuelta al oficio a todos los niveles”. El papel viene de trapos viejos como dice el poema de Lope de Vega y por eso utiliza algodón y lino para extraer celulosa. Elisa compra estos materiales en Catalunya y llegan como si fuesen unas cartulinas grandes de alto gramaje. “Yo las ablando y las incorporo a una pila holandesa que es como se hacía el papel en el siglo XVII y después de darle forma, se prensa en una prensa hidráulica y luego se tiende como si fuesen sábanas, porque las hebras se tejen solas suspendidas en el agua”.
Vende por internet, es proveedora de algunas empresas que venden papel y organiza talleres para grupos reducidos mostrando el proceso “porque hacer papel es una experiencia, de la que en ocasiones han participado parejas que quieren hacer sus propias invitaciones de boda”.
Y sobre la supervivencia difícil de la artesanía en tiempos de Amazon, reflexiona: “Muchas veces abandonamos porque cuesta mucho trabajo. Si consigo hacerlo, quien venga detrás de mi podrá disfrutar de algo mejor cada día y siempre tendrá un público. Es bueno para todos, bueno para Cuenca, para mí, para el oficio. Tengo una fe ciega en que esto va a funcionar”.

Soledad Magan, símbolo de la resistencia ganadera de Valdecabras
Un bofetón de realidad. Te lo llevas al escuchar a Soledad Magán, una perseverante luchadora en paradójica defensa de lo que se defiende por sí solo: los beneficios de la ganadería extensiva.
Quince años después de haber apostado por su ganadería de cabras que pastorean en la Serranía de Cuenca, cerca de Valdecabras, esta ganadera lo dice alto:“ Está muy bien esto del queso, la ganadería y todo eso, pero económicamente no es viable en explotaciones familiares y se está perdiendo”. La baja sostenibilidad económica asociada al cuidado de este patrimonio tan amplio hace que su futuro quede muy condicionado a la percepción de las ayudas y “solo sirven para sobrevivir”.
Soledad tiene cuatrocientas cabezas de la raza blanca serrana, animal muy rústico, capaz de adaptarse a condiciones geográficas y climáticas adversas, muy adecuado en la conservación medioambiental.
“No soy pesimista, soy realista y la razón por la que desaparecen las explotaciones de caprino en la provincia de Cuenca es porque nadie las ha querido coger. Un trabajo muy sacrificado que no tiene beneficios y no es rentable”.
Tan claro tiene que se acaba el pastoreo como que esta raza adaptada al medio ambiente y a la cultura local tiene innumerables beneficios eco sociales. Pelea en numerosos frentes, como secretaria de Ablanse (Asociación Nacional de Criadores de Ganado Caprino de Raza Blanca Andaluza o Serrana), como presidenta de la Asociación del Caprino Conquense y formando parte de Mujeres en Red.
Apostó por la raza caprina blanca serrana porque este animal está adaptado al terreno, consiguió en 2022 para su ganadería el sello 100% Raza Autóctona, un logotipo acreditativo que diferencia a este ganado que se cría en zonas de Andalucía, Ciudad Real, Palencia, Cataluña y en esta ganadería de Cuenca, que es la única de la provincia. “Me he hecho ecológica, certificación con la que no se le pueden poner a las cabras la mitad de los medicamentos para curar enfermedades”.

Para hacer valer su producto, el cabrito, hace diez años se asoció con Tomás Moreno, gerente del restaurante Sidrería La Figal, de Cuenca, que sirve en su carta los cabritos criados en Valdecabras. Juntos han organizado jornadas gastronómicas para dar a conocer la excelencia y ternura de esta carne, pero a la pregunta ¿pueden los oficios de ayer construir un futuro mejor?, si de ganadería extensiva se trata, la respuesta es no, niega esta ganadera simbiosis de mujer animal y naturaleza
El problema es la falta de reconocimiento. Poca gente es consciente de la labor que realiza el pastoreo en extensivo que favorece la conservación de la cubierta vegetal, disemina semillas y fertiliza el suelo “Porque estos animales, de raza medioambiental, no están hechos para producir carne en grandes cantidades, y los servicios que realizan en cuanto a la gestión del territorio no están valorados”, reafirma Soledad, que considera irrisorios los 360.000 euros que el gobierno de castilla la mancha destina en 2025 a las ayudas para combatir los incendios forestales mediante el fomento de la ganadería extensiva, las conocidas como ovejas bomberas
“Una ridiculez -dice- entre todo el presupuesto que tienen para la limpieza de montes”. Cuando el que fuera consejero de Agricultura Francisco Martínez Arroyo presentó esta iniciativa novedosa en 2018 destinó un millón de euros y “ahora que todo está más caro una cantidad irrisoria para toda la región”.
No se le olvida que “antes había en todos los pueblos cuatro o cinco ganados y ahora hay uno en el contorno de cuatro o cinco pueblos. Si es tan estupendo -pregunta- ¿por qué no sale adelante? Quienes nos metemos en esto estamos un poco locos y muy enamorados de lo que estamos haciendo. No hay relevo generacional. Tienes que hipotecarte para seguir trabajando. Pastorear pasándolas canutas es inconcebible, por eso estamos desapareciendo y ya está”
“Lo que hace falta -afirma- es que sea efectiva la estrategia De la Granja a la Mesa” cuyo objetivo es que los sistemas alimentarios sean justos, saludables y respetuosos con el medio ambiente. “Porque no puede ser la misma burocracia para una comercializadora de cuatro mil cabritos que para quien saca trescientos. Ese es el problema pese a que el pastoreo es una actividad que realiza una labor medioambiental esencial y que fija población
Emilio Guadalajara: el sabio del yeso
Cinco años jubilado lleva este maestro que entre otros destinos ha enseñado a sus alumnos del pequeño pueblo de Beteta durante veinte. Un lujo entonces y también ahora, porque no deja de enseñar. Podría decirse que Emilio Guadalajara es el último eslabón de la elaboración tradicional del yeso porque lleva mucho tiempo estudiando sus características técnicas e investigando este oficio perdido
“Todo esto empezó como un juego. Yo participo desde hace más de veinte años en las Jornadas Romanas de Valeria y un año me fabriqué un horno de barro que me sirviese para cocer yeso y hacer una demostración de cómo podrían haberlo hecho los romanos”.
Partiendo de cero, Emilio fue experimentando “porque no hay gente que sepa cocer el yeso y el que hay en el mercado no responde a las mismas características”. Explica que “procesado a temperaturas mucho más bajas, el yeso tradicional conserva muchos trocitos sin cocer (eso se llama granza) y es un aglomerante estupendo. Forma aun mortero que una vez colocado en obra resiste la intemperie y todas las inclemencias meteorológicas”. La diferencia entre los dos tipos se encuentra en su proceso de fabricación En el yeso tradicional primero se cocía y luego se molía. En el moderno es al contrario.
Escuchándole hablar piensas que es una pena que se pierda un saber así y la suerte fue que Carlos Villar, jefe del Servicio de Cultura de la Delegación Provincial recogiera el guante de sus investigaciones interesado en rehabilitar el casco histórico de Cuenca con materiales tradicionales. Para dar difusión a las ventajas de este mineral cocido a la antigua usanza, la UCLM ha organizado ya dos cursos de verano con la participación de arquitectos, profesionales de la construcción y estudiantes. Gracias a este interés, la universidad será la que certifique el yeso y su validación. “Si somos capaces de certificar el producto, habrá que conseguir que alguien monte un horno industrial, pero de fabricación tradicional”.
“Estamos en una fase de experimentación a pequeña escala” -insiste- y recuerda entre la bibliografía que le ha guiado, el libro titulado “Los 21 libros de los ingenios y las máquinas de Juanelo Turriano” que en uno de sus capítulos habla de la fabricación del yeso y sus calidades. “Decía que un yeso que ya había estado en un edificio se vuelve a cocer y se mejora tanto que se pone durísimo. Lo estamos comprobando en un metro cuadrado de una fachada de Cuenca. De este modo se podría reciclar cuando se tira una casa antigua. Es un material asombroso por su durabilidad, también en suelos”.

Estudiando construcciones antiguas, chozos pastoriles y parideras antiguas fabricadas con este mineral, Emilio está demostrando que se trata de un material bioclimático “porque amortigua los extremos de las temperaturas manteniendo una media en el interior”.
El mineral de yeso en cuenca está representado en un 70 por ciento de la provincia. Abunda en buena parte de la Alcarria y toda la Mancha. “La gente lo ha hecho siempre porque es fácil y barato. Pueblos enteros fabricados con yeso incluidos los cimientos y hasta el propio tejado. Torrejoncillo del Rey, Palomares, Villar de Domingo García… Era un material asequible a todo el mundo, la gente se hacia su yesar a 200 metros de la casa y funcionaba”.
Un foro para ofrecer nuevas perspectivas a problemas actuales
Otros participantes en este Foro de Conocimientos Ecológicos Tradicionales organizado por Los Ojos y Vestal etnografía fueron Rodrigo (La cabra tira al monte), Samuel (Boyhooud Permaculture), La Jose (Alquitara Uña), Moisés Heras (Artesanía Tradicional) y Marta Garrido (Mobhu).
Eduardo Bollo, de la Asociación Cultural Los Ojos del Júcar dejaba claro el objetivo de este espacio abierto para que los asistentes puedan compartir sus experiencias y reflexiones. “La intergeneracionalidad es clave para que estos conocimientos no se pierdan y puedan seguir evolucionando con el tiempo, en busca de un futuro que comprenda y respete el entorno”.
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