Desaladoras, modelo turístico o escapes de agua: siete lecciones en Catalunya de una sequía histórica que llega a su fin

La peor sequía desde que existen registros en Catalunya toca a su fin. Aunque la Generalitat pide prudencia, los pantanos de las cuencas internas se encuentran ya al 50% y los del sistema de ríos Ter-Llobregat, que son los que abastecen al área metropolitana de Barcelona, superan los 300 hm3, el umbral para eliminar todas las restricciones.
Han sido más de tres años de sequía, que obligaron a decretar la emergencia por primera vez en la historia de la comunidad –en febrero de 2024–, y que dejan unas cuantas lecciones a la Administración y al conjunto de la ciudadanía de cara a futuros episodios de escasez de lluvias y de reservas hídricas. Algunas de ellas tienen que ver con las infraestructuras y las redes de distribución del agua, pero otras son de mayor calado y afectan al modelo económico en un contexto de creciente emergencia climática.
1. ¿Más sequías con más demanda de agua?
Catalunya comenzó a entrar en 2021 en su peor sequía cuando no habían pasado ni 15 años del último gran episodio de escasez, el de 2008, que casi obligó a abastecer Barcelona con barcos cisterna. No solo los períodos de falta de lluvia son consustanciales al clima mediterráneo, sino que el calentamiento global agravará la falta de agua, principalmente porque el aumento de las temperaturas favorecerá su evaporación.
“Es una realidad que ha venido para quedarse, así que la gestión y la planificación hídrica deben ser una prioridad de país número uno”, señala Dante Maschio, ambientólogo y portavoz de la entidad Aigua és Vida. Es en los períodos de bonanza cuando hay que planear la gestión de las sequías, señalan todas las fuentes consultadas, y esto pasa por mejorar las infraestructuras de captación, abastecimiento y regeneración de agua, pero también por revisar cuál es el modelo económico y agrario de Catalunya y cuánto puede crecer la demanda hídrica.
El Plan de Gestión vigente de las cuencas fluviales –ahora se empieza a redactar el nuevo– estima aumentos de consumo doméstico y de la industria del ocio y el turismo de hasta un 20% y un 25% de cara a 2039 en los escenarios de mayor crecimiento. No así en la agricultura, donde se espera que la evolución sea estable. “Vivimos en una zona en la que llueve poco y debemos adaptarnos, no podemos seguir creciendo y compensándolo con más desaladoras, porque consumen muchísima energía y no es sostenible”, señala Xavier Sánchez Vila, catedrático de Hidrología de la Universitat Politècnica de Catalunya (UPC).
Reducir el consumo de agua no es sencillo y se debe planificar con tiempo. Prueba de ello es que desde el inicio de la sequía, entre 2021 y 2023 –todavía no hay datos de 2024, el año con más restricciones– el ámbito doméstico y el industrial bajaron su gasto solo un 1%. En la comarca del Alt Empordà, la que aplicó antes restricciones, el descenso fue del 8%.
2. ¿No depender de los pantanos es posible?
La Generalitat se ha fijado como horizonte 2027 para poder abastecerse en un 70% de agua que no dependa de los pantanos. Con la ampliación de la desaladora del río Tordera y las nuevas de Foix y Alt Empordà, la capacidad de desalación pasará de los 80 hm3 actuales a 185 hm3. Pero esta producción de agua está pensada solo para períodos de sequía. A ello hay que añadir el impulso del agua regenerada, con la vista puesta especialmente en el río Besòs.
Suele repetir el Govern que trabaja para que el abastecimiento de agua en Catalunya deje de depender de la lluvia, una afirmación que no gusta a académicos y entidades ambientales. Discrepan de la Administración particularmente sobre el papel de las desaladoras, que consideran poco sostenibles, pero sí coinciden en que hay que impulsar la reutilización y regeneración del agua para uso doméstico e incluso agrícola. En 2023 esta fuente hídrica alcanzó cifras de récord: 81 hm3, el doble que en 2019. Además del 50% destinado al uso ambiental, el 13% fue agrícola y el 11%, recreativo.
3. ¿Cuánto gasta el turismo?
La Generalitat ha cerrado tres años de sequía sin haber conseguido calcular –o, si lo ha hecho, no ha sido público– cuánto consume el sector turístico. Debido a la presión ciudadana a medida que avanzaban las restricciones, la Administración se comprometió a separar lo que beben hoteles y campings de los demás consumos domésticos (puesto que, al pertenecer todos a la red de distribución en baja, se ponían en el mismo saco). Sin embargo, esos trabajos están pendientes de presentar.
Con todo, las quejas sí llevaron al Govern a modificar el Plan Especial de Sequía para introducir restricciones específicas por cada plaza turística, aunque no se llegaron a aplicar gracias a que mejoró la situación antes del verano de 2024. “Si seguimos aumentando el número de turistas de forma desmesurada, el territorio, incluida el agua, serán insuficientes”, señalaba esta semana el climatólogo Javier Martín Vide en una entrevista en elDiario.es.
4. Descontrol en el consumo por municipios
Otro balance gris de la sequía ha sido la gestión de los umbrales máximos de consumo doméstico por municipios. Durante gran parte del tiempo, el porcentaje de pueblos y ciudades que incumplían la dotación de agua permitida alcanzó el 40%. Tal fue el desajuste y la cantidad de sanciones impuestas por la Generalitat, que el Ejecutivo entrante de Salvador Illa acabó por perdonar las multas a los ayuntamientos.
“Como la gestión del agua en la mayoría de municipios está privatizada, cuando ha tocado reducir los consumos muchos concejales no tenían ni idea de cómo funcionaba, porque lo habían confiado a las empresas”, denuncia Maschio. Con todo, una nota positiva de la gestión municipal ha sido que actualmente la práctica totalidad de los ayuntamientos de más de 20.000 habitantes tiene aprobado y validado su plan de sequía.
5. Guerra a los escapes en la red
En tiempos de escasez han quedado en evidencia aquellos municipios que perdían una gran cantidad de agua a lo largo de su red, con mención especial para la fuga por la que llevan saliendo 18.000 litros diarios desde hace 20 años en Badalona (ahora por fin en reparación). “Había municipios con pérdidas superiores al 40%, pero también es cierto que este porcentaje podía incluir no solo fugas, también consumos no contabilizados, estafas, ayuntamientos sin contador…”, enumera Sánchez Vila.
La voluntad de poner orden a las pérdidas hídricas es uno de los balances que administración y expertos consideran favorable. La Generalitat ha invertido 128 millones que han mejorado la eficiencia de la red en 707 municipios. Además, el 92% de las empresas públicas y privadas de gestión de agua han presentado ya la auditoría de fugas obligatoria.
6. El modelo agrícola, a debate
El riego agrícola supone el 30% del consumo de agua en las cuencas internas catalanas (en la del Ebro, que no depende de la Generalitat, llega al 90%). Con el plan de sequía, y al alcanzar el estadio de emergencia, el riego se ha llegado a reducir un 80%. En la zona del Alt Empordà, esto ha supuesto que los agricultores se quedaran prácticamente sin agua durante las campañas de verano de 2023 y 2024, lo que les obligó a renunciar a la técnica de la inundación (para cultivos como alfalfa o maíz) y recurrir a cultivos más de secano.
Los agricultores se han sentido maltratados en comparación con otros sectores como la industria y el turismo, con menos restricciones. “Tú puedes estar un año sin regar, y es como si perdieses una cosecha por otro motivo, pero dos seguidos ya es mortal; en zonas de huerta es inviable”, señala Germán Domínguez, responsable de Agua de Unió de Pagesos. Este agricultor reconoce que la emergencia climática empeorará los recursos hídricos y que hay que actuar para modernizar canales y facilitar pozos.
Algunas voces plantean también revisar si es sostenible el modelo de riego por inundación –que requiere mucha agua– en algunas zonas, como precisamente el Empordà. Sánchez Vila pide invertir más en conseguir sistemas de riego y tipos de cultivo que consuman menos, así como aumentar también la regeneración de agua para este cometido.
Durante la sequía, la Generalitat ha destinado 8,6 millones de euros a compensar pérdidas a agricultores, de los que el 75% se han concentrado en solo cuatro comarcas: Alt Empordà, Baix Empordà, Gironès y Baix Camp. En cuanto a los ERTE por sequía, han sido testimoniales: solo se han tramitado 20 con una afectación de 70 trabajadores.
7. Empordà y Baix Camp, puntos negros
Las dos zonas cero de la sequía han sido las que dependen de dos embalses pequeños, Darnius-Boadella (que abastece el Alt Empordà) y Riudecanyes (para el Baix Camp). El tamaño de estos dos pantanos hace más vulnerables ambas comarcas, que han estado en emergencia durante varios meses y con las reservas bajo mínimos.
En el Alt Empordà, aunque existe además el acuífero Fluvià-Muga, que también ha bajado a niveles de emergencia, el problema añadido es que es una zona con mucha demanda de agua. “Hay una agricultura muy intensiva de maíz y macrogranjas, sumado todo ello a la masificación turística”, diagnostica Maschio, que se opone a la instalación de la nueva desaladora prevista hasta que no se analice al menos el consumo asociado al modelo económico.
En el caso del de Riudecanyes, actualmente está sobre la mesa darle oxígeno (sobre todo a sus regantes) con el plan de regeneración de agua de la depuradora de Reus.
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