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Análisis

La amenaza de Trump empuja a los conservadores alemanes a abandonar el dogma de la austeridad fiscal

El líder conservador alemán, Friedrich Merz. EFE/EPA/HANNIBAL HANSCHKE
7 de marzo de 2025 22:21 h

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La mañana del pasado 6 de noviembre llegaba a Europa la noticia de que el trumpismo volvería a la Casa Blanca. Ese mismo día, a última hora de la tarde, el canciller alemán, Olaf Scholz, comunicaba la expulsión del Gobierno del ministro de Finanzas, el liberal Christian Lindner, y el estallido de la coalición tripartita entre socialdemócratas, verdes y FDP.

Los más suspicaces vieron una conexión directa entre el resultado de las elecciones estadounidenses y el estallido en el corazón del barrio político de Berlín. Los partidos de la coalición de gobierno alemán deseaban firmemente una victoria de la candidata demócrata, Kamala Harris, para poder seguir manteniendo su estrategia en Ucrania y confiando en la alianza militar y económica transatlántica.

La inapelable victoria de Trump, sin embargo, lo hizo saltar todo por los aires y dio la puntilla a un Gobierno que ya era prácticamente insostenible por sus diferencias en cuestión presupuestaria y política económica. La coalición liderada por Scholz probablemente no habría agotado la legislatura, pero el retorno de Trump aceleró su disolución.

El análisis retrospectivo de los hechos deja una conclusión: en un mundo en absoluto desorden, los eventos políticos de Alemania son incomprensibles sin entender qué ocurre en la arena internacional, más allá de las fronteras de la primera economía de la Unión Europea. La conclusión también es aplicable a las actuales negociaciones entre los conservadores de la CDU-CSU, liderados por el derechista Friedrich Merz, y los socialdemócratas del SPD, que buscan reconstruirse tras los peores resultados en unas elecciones federales de su historia.

Adiós a la austeridad fiscal

Merz quiere convertirse en canciller federal de Alemania con una Gran Coalición, es decir, con el apoyo de unos socialdemócratas muy empequeñecidos electoralmente. El SPD sabe que no tiene mucha más opción, porque un pacto con la CDU es la única vía para evitar un Gobierno en minoría, sin tradición en Alemania, o incluso unas nuevas elecciones que solo pueden interesar a la ultraderecha de Alternativa para Alemania (AfD). AfD fue, con más del 20% de los votos, segunda fuerza en las elecciones del pasado 23 de febrero, pero habría deseado unos mejores resultados para forzar una coalición con los conservadores y acabar de tumbar el resquebrajado cordón sanitario. Una repetición electoral llegaría como servida en bandeja para AfD.

Pese a la falta de alternativa, los socialdemócratas no quieren ofrecer su apoyo a Merz a cualquier precio. Exigen levantar el freno a la deuda anclado en la constitución alemana, que ha provocado que Alemania sea uno de los Estados menos endeudados del mundo industrializado, pero con un déficit de inversión pública en infraestructuras que lleva años lastrando una economía ahora en serios problemas tras dos años en recesión.

“Necesitamos urgentemente inversiones sostenibles en nuestra infraestructura. Los medios para ello no se pueden financiar solo a través del actual presupuesto federal. Por eso queremos poner en marcha un fondo especial a través de créditos de 500.000 millones de euros durante los próximos diez años”, dijo Merz el pasado martes flanqueado por el primer ministro bávaro, el socialcristiano Markus Söder, y por el secretario general del SPD, Lars Klingneil, y la copresidenta del SPD, Saskia Esken.

Además de ese presupuesto extraordinario, Merz anunció que su partido pedirá al Bundestag levantar el freno a la deuda para poder dedicar un 1% del PIB anualmente a través de deuda pública para rearmar al ejército alemán. El probable futuro canciller alemán acabó así de un plumazo con su promesa electoral de mantener el freno a la deuda y escenificaba la despedida del conservadurismo alemán de su durante décadas innegociable defensa de la austeridad presupuestaria.

Esta escena protagonizada en Berlín por los jefes negociadores para formar gobierno en Alemania es inseparable de la escena ofrecida por Donald Trump, su vicepresidente J.D. Vance y Volodímir Zelenski pocos días antes en el Despacho Oval de la Casa Blanca, ante decenas de periodistas: el trumpismo humillaba ante el mundo, en vivo y en directo, al presidente ucraniano y dejaba claro que la alianza transatlántica, a la que la Alemania reunificada se aferró para garantizar su seguridad tras el fin de la Guerra Fría, es historia. De nuevo las noticias que llegaban de Washington aceleraron los acontecimientos en Berlín.

Carrera de obstáculos

Pese a la aparente determinación y unidad de conservadores y socialdemócratas para formar una Gran Coalición por la vía rápida, las negociaciones tienen una carrera de obstáculos por delante. CDU-CSU y SPD todavía tienen que llegar a un acuerdo sobre el otro gran escollo, la política migratoria, para la que Merz prometió en campaña aplicar devoluciones en caliente de peticionarios de asilo en las fronteras alemanas, una promesa que difícilmente podrá cumplir ante su electorado.

Además, si Merz quiere reformar el freno a la deuda constitucional, deberá hacerlo antes de que se constituya el próximo Bundestag surgido de las últimas elecciones. Esto ocurrirá el próximo 25 de marzo. Hasta entonces, conservadores y socialdemócratas deberán convencer a los verdes de que apoyen una reforma constitucional que necesita dos tercios del Parlamento. En el próximo Bundestag, la ultraderecha de AfD y los poscomunistas de Die Linke tendrán suficientes votos para frenar cualquier reforma de la Constitución, lo que podría tumbar los planes presupuestarios de Merz.

Una vez aprobada esa reforma en el Bundestag, aún deberá recibir el visto bueno del Bundesrat –cámara territorial— , donde los liberales del FDP y la izquierda de Die Linke también tienen representación, lo que podría poner en peligro la mayoría de dos tercios en la cámara baja.

Friedrich Merz no ha comenzado a gobernar, pero su liderazgo ya opera a contrarreloj. Con un trumpismo abiertamente hostil con el viejo aliado alemán y una ultraderecha fortalecida, que liderará la oposición parlamentaria y actuará como una especie del caballo de Troya, Merz tiene por delante una legislatura en una situación política precaria. Algunos consideran que estos cuatro años que Alemania tiene por delante pueden ser la última bola de partido para evitar que la ultraderecha llegue al poder.

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