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Las armas que necesitamos

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump.
22 de marzo de 2025 22:14 h

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Una supuesta ancianita contó en el grupo de su localidad en FaceBook que había visto a un vecino extranjero asando y comiéndose a su gato. La noticia corrió como la pólvora por el espacio líquido y resbaladizo de las redes sociales. El post tenía todos los ingredientes para hacerse viral: era algo increíble, espectacular, emocionalmente conmovedor por su ternura y empatía con las mascotas pero también un acicate para los haters de la migración. Digamos que, casualmente, encajaba como un guante en el relato de la campaña electoral del Partido Republicano que, naturalmente, aprovechó el incidente –que nadie pudo nunca confirmar– para ayudar en su difusión.

El candidato, sin más datos en la mano pero con mucha determinación, lo utilizó en su debate con la candidata del Partido Demócrata. Ante la estupefacción de Kamala Harris, Donald Trump acusó a los emigrantes de comerse perros y gatos. Así, sin temblarle el pulso y sin despeinarse, dio carta de naturaleza al bulo y añadió un nuevo elemento a la historia original sumando los cánidos a los felinos como víctimas de los desalmados extranjeros. Obviamente, las redes sociales se llenaron de infinitas interpretaciones de “dogs and cats”, en todos los formatos posibles difundiendo por doquier una tontería que –no lo olvidemos– tuvo su influencia en un electorado predispuesto a culpar a los emigrantes de todos los males.

La industria de la Desinformación y sus poderosísimas herramientas, en manos de los perversos manipuladores –bien sean personas particulares, partidos políticos, industrias, grupos de presión o países–, se han convertido en armas de destrucción masiva que pueden convertir en cenizas a cualquier adversario o encumbrar al mayor malvado del planeta. Los expertos que hacen un seguimiento exhaustivo y muy especializado de estas estrategias devastadoras de la llamada guerra híbrida señalan a Rusia como el país que más las utiliza, sin olvidar que Israel se encuentra entre los países con una industria puntera en esta materia. También indican que los mensajes y políticos populistas son los más favorecidos por la Desinformación.

Se han encontrado ya pruebas sobradas de que se han utilizado armas digitales letales para atacar el proyecto europeo, en campañas electorales, referendos y cambios de opinión cruciales para primar opciones políticas populistas de lo que llamamos ultraderecha. Aunque no me parece que identificar a la derecha con los disparatados movimientos de corte trumpista sea muy ajustado a la realidad porque esta nueva corriente que nos azota es algo desconocido hasta ahora y no tiene nada de conservador. Esta gente no quiere conservar nada sino destruirlo todo: democracia, instituciones, reglas, tradiciones, leyes….y lo que se les ponga por delante en sus ansias de poder y avaricia.  

Para afrontar la amenaza geoestratégica que se nos viene encima y que gracias al histrionismo de Trump lo hemos visto ya con claridad meridiana en apenas unas semanas, la UE ha recurrido a sus tradicionales procedimientos y dialéctica para llamar a sus países miembros a un rearme defensivo. El argumento es convincente: está en juego la supervivencia de nuestras democracias y, en definitiva, el proyecto regional de unidad política y económica en un espacio donde prima el estado del bienestar. “Vienen a por nosotros”, nos dicen las élites políticas sobrepasadas por estos nuevos especímenes que no respetan ni la diplomacia ni las normas ni nada de nada. Es hora de abandonar posiciones pacifistas, más propias de la guerra fría que de la realidad presente, alegan. Es cierto, pero las respuestas que nos dan son más propias del siglo XX que del XXI: más armas ofensivas para defendernos de amenazas no siempre tangibles.

¿Y si antes de querer comprar tanques, ametralladoras, drones ofensivos y las terribles armas nucleares (como ha dicho Francia para pavor de las gentes del común) nos fijamos en el origen de todos los males que nos asolan? ¿Y si buscamos en el fondo de las causas últimas de las guerras y los riesgos que nos asustan –territoriales, políticos o económicos– y los arrancamos de raíz? ¿Y si conseguimos defendernos de las mentiras y la manipulación para que nunca vuelvan a ser elegidos personajes que no lo merecen? 

Son las autocracias, el populismo y la alianza de poder, dinero y tecnología los ingredientes de este cóctel tan agresivo que nos hacen tragar y nos revuelve las tripas. Manipularon el Brexit, las elecciones en EEUU, lo intentaron en Francia y es un hecho que, mediante los mismos mecanismos, la ultraderecha populista gana adeptos en toda Europa. El último CIS de febrero viene a confirmar encuestas anteriores sobre el éxito de estas recetas engañosas y simples en las generaciones más jóvenes. El voto a Vox (el trumpismo español) está creciendo en jóvenes de entre 18 y 24 años y la estimación de voto le atribuye un 15,1% de los varones en esa franja de edad, mientras que en las mujeres es de 6,5. Los chicos, víctimas de la manosfera.

Una amplísima mayoría de los encuestados por el Instituto demoscópico (un 75%) cree que la UE debe aumentar su capacidad de defensa y una cifra mayor (el 80,5%) percibe a Trump como una amenaza para Europa. No hay discusión sobre la urgencia de hacer frente a los nuevos peligros, sin embargo todavía no nos hemos puesto de acuerdo en el cómo.

Si la amenaza nos llega de la geopolítica digital (sus líderes son hijos de este invento) y es en el campo de batalla de la guerra híbrida donde se dirime, es perentorio situarnos con ventaja en tan complejos territorios si de verdad queremos defendernos. La periodista norteamericana Anne Applebaum nos llama la atención sobre el nuevo poder del que disponemos los usuarios de internet al recordar que ya no tenemos que salir a las calles con una pancarta para provocar un cambio sino que bastará con que sustituyamos nuestros canales habituales de interacción digital o los espacios en los que nos informamos. La dieta digital que sigamos en grupo puede ser una herramienta verdaderamente poderosa. 

Por fortuna, en este espacio virtual, todos y todas podemos unirnos al combate, sumar nuestras fuerzas y completar en el mismo esfuerzo el trabajo legislativo e institucional de las élites. Urge, por lo tanto, una alfabetización digital transversal a todos los niveles. Las habilidades tecnológicas, un conocimiento adecuado de la Inteligencia Artificial y sus riesgos, cómo identificar un uso perverso de las redes sociales son las armas que necesitamos para dejar de ser víctimas propiciatorias de un imperialismo feudal que nos está robando la paz y nuestros derechos sin que, aparentemente, podamos hacer nada para defendernos. No son tanques ni ametralladoras. Son la pericia, el criterio, el conocimiento de los algoritmos, la identificación de las estrategias de los bulos y el espíritu crítico para nuestra legítima defensa cerebral.

La gran experta en periodismo digital Carmela Ríos alecciona a la profesión sobre la relevancia de este oficio en la actualidad, cuando debe ser faro que oriente hacia la verdad. Ella cree, con gran visión de futuro, que el periodismo ha de actualizarse cuanto antes para ofrecer a la sociedad los entresijos de la realidad aparente que están ocultos en las plataformas. Mediante la información tecnopolítica, la ciudadanía podrá saber cómo, quién y cuándo se inventaron o alimentaron digitalmente demandas sociales que condujeron a decisiones políticas. Una vez más, el periodismo al servicio de la verdad (en este caso, digital), ha de cumplir con su mandato constitucional.

Lo cierto es que ya sabíamos que esto llegaría pero no hicimos nada. Hace unos años, Alessandro Baricco nos abrió los ojos a la realidad con el aviso de que unos nuevos bárbaros habían llegado a este planeta para quedarse; se trataba y se trata de las generaciones digitales que se conducen en la vida con criterios y comportamientos homogéneos pero radicalmente distintos de los comunes en sus ancestros, naturalmente analógicos. Velocidad, simplicidad y superficialidad eran los rasgos descritos por el ensayista y periodista italiano para definir el modelo cultural del imperio.  

Una década después de estos avisos, un terremoto de gran calado sísmico, institucional, geopolítico, pero también emocional, ha venido para sacudirnos y devolvernos a la realidad de este nuevo mundo sin reglas, protagonizado por avariciosos patanes que con su estilo faltón y grosero, colmado de ignorancia y avaricia, parecen querer destruirlo todo a su paso. ¨Los bárbaros desmantelan lo sagrado¨, advertía Baricco.

La llegada del nuevo presidente a la Casa Blanca ha sido la bofetada que nos ha sacado de nuestro ensimismamiento. Como ya nos advirtió Applebaum, las democracias han mutado y su funcionamiento es ahora abismalmente diferente del que solía: el escenario se ha transformado en todos sus extremos para convertirse en un croma virtual, líquido y vertiginoso que cambia constantemente sus límites y formatos cuando apenas hemos tenido tiempo de acostumbrarnos a ellos. Además de la velocidad, las emociones, los sentimientos y los deseos primarios, asimismo frugales y fugaces, también determinan las realidades y nos marcan el paso.

En definitiva, si queremos pintar algo en esta nueva realidad, que nos ha venido impuesta por los hechos consumados de las élites poderosas –neoliberales y tecnológicas–, tenemos que saber interpretar correctamente y asumir lo que hay para seguir siendo protagonistas de nuestra existencia, como siempre hemos querido quienes preferimos las democracias como el mejor sistema político. 

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