Cospedal, la madrastra de la Operación Cataluña

El estreno en los cines de una nueva versión de 'Blancanieves' ha coincidido con el regreso al Congreso de María Dolores de Cospedal, una de las políticas más influyentes de su generación y legítima aspirante al papel de madrastra de la protagonista. Siempre con una imagen distante y apariencia de ser implacable con los que se cruzaban en su camino, Cospedal se angustiaba ante la duda de quién era la colaboradora más importante para Mariano Rajoy. ¿Lo soy yo o lo es Soraya Sáenz de Santamaría? El espejo tendía a marear la cuestión explicando las diferencias entre partido y Gobierno, lo que seguro que no complacía a la secretaria general del PP.
Cospedal apareció en el Congreso para testificar en la comisión de investigación de la Operación Cataluña, la utilización de la policía por el Gobierno de Rajoy para obtener información verdadera o falsa con la que hundir la imagen de los independentistas y Podemos. Testificar, por llamarlo de alguna manera. Nunca hay que tener muchas esperanzas en estas comisiones, sobre todo si son políticos los que declaran, da igual si están en activo o retirados. Cospedal, de 59 años, batió los récords anteriores. Como su objetivo era negarlo todo, decidió que no había límites. Hasta negó que su voz fuera su voz. Esa que aparece en las grabaciones que hizo el comisario José Manuel Villarejo de sus reuniones con ella.
La exministra de Defensa no quiso saber nada de esas conversaciones, incluidas las últimas que aparecieron de forma ciertamente oportuna el mismo lunes en RAC1. “Me fío más de mi memoria (que tampoco era muy buena en algunos momentos), aunque haya pasado tanto tiempo, que de un medio de comunicación o de una transcripción de una grabación que puede estar manipulada”, dijo.
Esas grabaciones nunca fueron ordenadas por un juez ni formaron parte de una instrucción judicial. Lógicamente, porque todo era una operación ilegal. A eso se ató Cospedal una y otra vez, como un náufrago agarrado a un trozo de madera. “No se sabe qué ha pasado con la cadena de custodia”, insistió.
En cierto modo, sí se sabe. Pasaba de las manos de la persona que hizo la grabación a los medios de comunicación. Eso permitió conocer momentos tan maravillosos como cuando Villarejo ofreció a una sedienta Cospedal un cóctel con los mejores ingredientes: ETA, Cuba, Venezuela y Podemos. “Tenía un coronel del servicio secreto venezolano donde me iba a dar unas actas donde había reuniones de ETA con el servicio secreto cubano y con los de Podemos. ¡En Venezuela!”, se oía decir al comisario. La respuesta de Cospedal estuvo a la altura de sus deseos: “Joder, eso es la bomba”.
Si ahora no daba ningún valor a esas pruebas conocidas, menos problemas tenía para negarlo todo: “Eso que usted llama la policía política es una creación ficticia que no ha existido”. Más allá de Villarejo, hay conversaciones confirmadas del entonces secretario de Estado de Interior con comisarios a los que reclama que le den información comprometedora sobre dirigentes de Podemos en un caso evidente de espionaje político. Minucias para Cospedal.
Si alguien piensa que su declaración es difícil de creer, solo tiene que esperar al resto de su testimonio. Negó una y otra vez que Villarejo estuviera en activo en los años en que mantuvo varias reuniones con él. Eso es totalmente falso. Jon Iñarritu le recordó que el comisario era entonces asesor del DAO (Eugenio Pino, director adjunto operativo de la Policía). Cospedal insistió en negar la evidencia. Fingía que solo se veía con un policía jubilado, quién sabe para qué, y eso en una época en que ella contaba con una agenda cargadísima.
Villarejo tuvo una excedencia de la policía entre 1983 y 1993 y se jubiló en 2016. Los primeros contactos entre ambos se remontan al verano de 2009 a cuenta del caso Gürtel y continúan en años posteriores al estallar el caso Bárcenas. Hay algunos que sí fueron posteriores a 2016.
Cospedal no iba a relatar lo que habló con Villarejo. Eso estaba garantizado. Pero quiso dar un aire irreal a esos contactos al afirmar que el comisario –el hombre que investigaba y grababa a todo el mundo– no le contaba nada que tuviera un interés especial. “No me daba nada que no estuviera ya publicado”, dijo. Las reuniones eran “sobre cuestiones de actualidad que aparecían en prensa y que afectaban a mi partido”. Hay que preguntarse por qué se reunió tantas veces a lo largo de años con alguien con quien solo mantenía una especie de tertulia sobre asuntos que conocía todo el mundo.
También negó que ella o el PP contrataran los servicios de Villarejo. Ahí no podía admitir nada, porque los negocios del comisario con algunas empresas eran tan cuestionables que algunos de ellos han acabado en los tribunales. Lástima que en los audios conocidos de las reuniones de Cospedal y su marido Ignacio López del Hierro con el policía, aparecen referencias concretas a encargos. “No tengo ningún problema” fue la respuesta de Villarejo cuando López del Hierro le preguntó si podía hacer algunos trabajos “puntuales”.
En uno de ellos es cuando la pareja de Cospedal pronuncia una frase muy conocida sobre la factura que podían costear: “Pasa lo que tengas que pasar. Baratito, porque estamos tiesos”.
Algunos comentarios de Cospedal provocaron el pasmo de los asistentes a la comisión. “No tengo por costumbre filtrar información a los medios de comunicación. Nunca he trasladado información de mi partido u otros a los medios de comunicación”. Pocas veces se ha escuchado una declaración tan falsa de boca de un político en el Congreso.
En los últimos audios filtrados, Villarejo presume en 2014 de que la intervención de ambos, unida a la de Alicia Sánchez-Camacho, fue decisiva para que CiU perdiera doce escaños en las elecciones que convocó Artur Mas de forma anticipada en 2012: “Con toda la información que tú me habías dado y con la que ella me dio, hicimos lo que hicimos, humildemente un trabajo que cambió la historia de Catalunya. De 62 a 50, creo que fue positivo”.
Cospedal podría haber presumido de que España le debe algo y que todo lo que hizo fue legal, por mucho que esto último no se lo crea casi nadie. Pero, como en las historias del espionaje, sus labios están sellados. “Yo las cosas que no existen son las que no he contado a nadie”, dijo, según esa misma grabación. Los diputados pueden estar contentos. Escucharon las mentiras previsibles, pero salieron vivos. Cospedal podría haberles contado lo que pasó, pero luego tendría que haberlos matado a todos. Por la media sonrisa que mantuvo en la sesión del Congreso, hay que sospechar que no le resultaría un problema insalvable.
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