La historia real de Yasuke, el primer samurai africano que no fue tan espectacular como se dice

El impacto seco sobre la madera rompió el silencio de la estancia. El aire, cargado de incienso y sudor, parecía haberse detenido junto con la respiración contenida de los presentes. En el centro de la sala, una figura imponente permanecía erguida y su silueta estaba recortada por la luz temblorosa de las lámparas. Nunca antes habían visto a alguien como Yasuke. Su piel, oscura como la noche, contrastaba con la seda clara de su ropa. En ese preciso instante, sin que nadie lo supiera, la historia de Japón estaba a punto de cambiar.
Tres años antes, su llegada había sido un evento que paralizó la ciudad. Oda Nobunaga, el señor de la guerra, no daba crédito a lo que veía. Ordenó que se limpiara la piel de su visitante, convencido de que aquella negrura debía de ser pintura. Pero el agua no reveló más que la verdad: el hombre tan real como su piel, y su presencia en el país de los samuráis marcaría un antes y un después.
Yasuke no era el primer extranjero que pisaba suelo nipón, pero sí el primero en ser visto como un igual por uno de los hombres más poderosos del país. Valignano, el jesuita italiano que lo llevó a Japón, lo había utilizado como escolta en sus viajes. Su imponente físico, su habilidad con las armas y su dominio de varias lenguas lo convertían en un compañero valioso.

Los registros cuentan que su altura superaba los 1,80 metros, algo excepcional en una época en la que los hombres japoneses apenas alcanzaban el metro y medio. Pero lo que realmente captó la atención de Nobunaga fue algo más que su físico. Fascinado por su porte y habilidades, el daimyo lo incorporó a su séquito personal. Para algunos, se convirtió en un guerrero más, alguien a quien admirar. Para otros, era poco más que una rareza, un entretenimiento exótico en la corte.
Más testigo que protagonista de la historia de Japón
A pesar de su posición cercana a Nobunaga, no se puede decir que Yasuke fuera uno de los grandes samuráis de la historia. No se conocen hazañas militares destacadas más allá de su participación en la defensa de Honnō-ji, ni estrategias brillantes que hayan marcado el rumbo de las batallas. Además, no tenía la formación de un samurái tradicional, que desde la infancia aprendía el arte de la guerra y el código del bushido. Su presencia en la historia es más anecdótica que legendaria: Yasuke fue, en esencia, un soldado al servicio de un señor.
Lo que realmente hizo que Yasuke pasara a la historia no fueron sus méritos en combate, sino el simple hecho de haber existido en un contexto donde su presencia era insólita por su color de piel. Fue testigo de un momento clave de la historia japonesa, pero no fue un protagonista que cambiara el destino de un país. Su nombre ha interesado tanto porque su historia es singular, no porque haya podido compararse a la de los grandes guerreros de su tiempo.

Nobunaga, el mismo hombre que lo acogió en su séquito, fue mucho más que un líder militar: revolucionó la estrategia bélica en Japón, promovió el uso de armas de fuego y sentó las bases para la unificación del país. Honda Tadakatsu, uno de los generales de Tokugawa, atravesó innumerables batallas sin recibir una sola herida, mientras que Hattori Hanzō no solo fue un samurái, sino un maestro del espionaje y el sigilo que ayudó a consolidar el shogunato Tokugawa. En comparación con figuras como estas, Yasuke fue más una curiosidad histórica que un guerrero de élite.
Sin embargo, cuando llegó el momento de demostrar su valía, Yasuke no falló. En las campañas militares de Nobunaga, luchó codo a codo con los soldados japoneses, sin concesiones ni privilegios. En 1582, cuando Akechi Mitsuhide traicionó a su señor y lo rodeó en el templo de Honnō-ji, Yasuke estuvo allí. Peleó con fiereza, defendiendo a Nobunaga hasta el final. Cuando la derrota fue inminente, el daimyo eligió la única salida que el honor permitía: seppuku para cumplir con el precepto de el camino del samurái es la muerte.
Un destino envuelto en misterio
Algunos relatos sugieren que Nobunaga confió su cabeza a Yasuke para evitar que cayera en manos enemigas. Otros dicen que el guerrero extranjero fue capturado tras la batalla y entregado a los jesuitas en Kioto. Lo cierto es que, después de aquel día, su rastro se pierde en la historia.

El mito de Yasuke creció con el tiempo, alimentado por leyendas y especulaciones. ¿Fue un samurái en el sentido estricto de la palabra? Los historiadores debaten sobre ello, ya que la clase samurái solía estar reservada a los nacidos en Japón. Pero lo que es innegable es que fue un guerrero respetado, un hombre que desafió las normas de su época y dejó, por los motivos que sean, su nombre en la historia.
Hoy, su figura sigue inspirando libros, películas y videojuegos. Su historia, tan enigmática como fascinante, despierta la curiosidad de quienes la descubren. Porque más allá de títulos o rangos, un verdadero guerrero se define por su determinación, y en eso, Yasuke fue incomparable.
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