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Canarias ante la disputa global por los minerales estratégicos

7 de abril de 2025 11:17 h

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“Imperio será la palabra del año. Seguida de otra palabra: lebensraum, que significa espacio vital”. Así de contundente se expresaba Enric Juliana en su primer análisis político del 2025. En un mundo marcado por la escalada bélica y la emergencia climática, los minerales estratégicos se han convertido en el nuevo epicentro de una disputa global impulsada por dinámicas imperialistas y de dominación económica. La obsesión de Trump con Groenlandia, el intento de reparto colonial de Ucrania, la explotación de los llamados “minerales de sangre” en el Congo, la minería ilegal que devasta el Amazonas... son solo algunos de los conflictos más sonados en una pugna que está dibujando el mapa de tensiones que definen el nuevo orden global y en los que el territorio canario no es ajeno.

Cuando hablamos de minerales estratégicos, nos referimos a recursos minerales clave para el funcionamiento de determinadas industrias, como en la actualidad son la industria militar, la transición energética o las tecnologías avanzadas. Estos minerales se caracterizan por ser escasos, difíciles de extraer, tienen un alto impacto social y ambiental, y su valor y demanda varían según las necesidades históricas y tecnológicas. Desde el cobre y el estaño en las primeras industrias artesanales, hasta el hierro y carbón en la Revolución Industrial, los minerales han sido fundamentales en el desarrollo socioeconómico, siendo hoy en día minerales como el litio, el cobalto, el manganeso, el uranio o las tierras raras los que están jugando un papel crucial en la fabricación de baterías, dispositivos electrónicos, sistemas de energía renovable o armamento avanzado.

Dado que los términos “minerales estratégicos”, “minerales críticos” o “tierras raras” a menudo se emplean erróneamente, empecemos por diferenciarlos. Dentro de los minerales estratégicos, se consideran minerales críticos aquellos que por su escasez o dificultad de acceso son especialmente limitados. Por otro lado, cuando hablamos de tierras raras, nos referimos específicamente a un grupo de 17 elementos químicos que destacan por sus usos en muchas de las actuales innovaciones tecnológicas. En otras palabras: si bien todos los minerales críticos y las tierras raras son minerales estratégicos, no todos los minerales estratégicos son críticos o tierras raras.

Para que nos hagamos una idea de la importancia de estos recursos, basta con mirar a nuestros teléfonos móviles: verdaderas minas en miniatura que contienen más de 30 minerales estratégicos como silicio, cobre, oro y litio entre otros. Su extracción, sin embargo, a menudo lleva aparejados conflictos geopolíticos, destrucción ecológica, explotación laboral y violaciones de derechos humanos, poniéndonos ante una serie de desafíos que el caso icónico de la empresa Fairphone ejemplifica muy bien. Nacida en 2013 para ofrecer móviles éticos y sostenibles, Fairphone ha evidenciado en numerosas ocasiones las dificultades para garantizar una cadena de suministro transparente y libre de “minerales de sangre”. Y es que en muchos casos, los territorios ricos en estos recursos han acabado convirtiéndose en focos de inestabilidad política, conflictos armados y estados fallidos.

Escenario 3: competencia regional por los minerales estratégicos

La actual pugna global por los minerales estratégicos demuestra que estamos inmersos en lo que ya en 2014 el Grupo Energía, Economía y Dinámica de Sistemas (GEEDS) de la Universidad de Valladolid denominó Escenario 3 – Competencia Regional. Este consistía en uno de los cuatro posibles escenarios que el grupo de investigación identificaba en relación al futuro de la crisis energética. Junto a este, los otros tres escenarios posibles eran: Escenario 1 - Optimismo económico con algunas reformas de mercado; Escenario 2 - Desarrollo sostenible global; y Escenario 4 - Desarrollo regional sostenible.

Si bien el enfoque de la inminencia del peack oil y la subestimación del potencial de implantación de las renovables son dos planteamientos discutidos incluso dentro del discurso científico ecologista, lo cierto es que la evolución global ha confirmado la tendencia que una de las autoras del mencionado informe predecía hacia ese Escenario 3, en tanto en cuanto se describía que en dicho escenario primaría el proteccionismo, la desglobalización, las tensiones entre regiones y culturas, y se intensificarían los esfuerzos en la seguridad.

Este nuevo escenario de competencia regional por los minerales estratégicos y por los recursos en general, es solo un síntoma más de la redefinición que está produciéndose en el orden internacional, en una coyuntura en la que la hegemonía estadounidense se ve amenazada por el auge de los BRICS y el intento de construir un bloque alternativo liderado por China. Un contexto en el que Canarias emerge como un enclave estratégico en el Atlántico cada vez más disputado: si bien se sitúa dentro de la órbita de la OTAN, con una fuerte presencia militar en las islas pese al rechazo social, también se integra aceleradamente en la red de comercio con China, para la que el archipiélago juega un papel central como plataforma logística de sus intereses atlánticos y africanos.

De hecho, el mercado global de los minerales se encuentra casi totalmente dominado por el gigante asiático, que controla todas las fases de la cadena de suministro: no solo es el mayor extractor de muchos minerales clave, como las tierras raras, sino que también lidera en su refinado y procesamiento. Además, su industria manufacturera integra estos minerales en productos de alta tecnología, reforzando su posición en sectores estratégicos.

Para contrarrestar su dependencia, Estados Unidos ha lanzado políticas de subsidios a la producción nacional y busca crear cadenas de suministro alternativas, reforzando alianzas con países como Canadá y Australia, mientras impulsa acuerdos con países de América Latina y África. La Unión Europea, más vulnerable por su falta de producción propia y su alto consumo (con solo el 6% de la población global consume el 30% de los minerales), ha establecido acuerdos con países como Chile, Argentina y Namibia, e intenta diversificarse con la Ley de Materias Primas Críticas, que busca reducir la dependencia de proveedores externos, al tiempo que fomenta la extracción dentro de su propio territorio.

En esta línea, la UE ha establecido objetivos para 2030 como extraer al menos el 10% de su consumo anual de estas materias primas dentro de su territorio, procesar el 40% internamente y reciclar el 25%. En el contexto español, esto implica que España está buscando aprovechar su potencial minero mediante el I Plan de Acción sobre Materias Primas Minerales 2025-2029, actualmente en consulta pública. Se han identificado yacimientos clave de tierras raras, litio, cobalto, tungsteno y níquel, y aunque las reservas exactas son inciertas, algunos estiman que España podría convertirse en el principal productor europeo e incluso cubrir hasta un tercio de la demanda de los minerales estratégicos de la UE.

Canarias en el nuevo tablero geopolítico: ¿la maldición de los recursos?

Uno de los territorios españoles que destacan por su posible riqueza mineral es Canarias, aunque aún no dispone de datos concluyentes. La cuestión de la explotación minera en las islas, no obstante, no puede analizarse sin tener en consideración la disputa territorial con Marruecos a propósito de la delimitación de la Zona Económica Exclusiva (ZEE), incluyendo el Monte Tropic, una montaña submarina situada 500 km al suroeste de las costas canarias, a unos 1000 metros de profundidad, el cual destaca, además de por su gran valor ecológico, por ser abundante en diferentes minerales estratégicos.

Diversas investigaciones geológicas han señalado la existencia de yacimientos de minerales como el cobalto, litio, tierras raras y metales preciosos en las islas. Por ejemplo, Fuerteventura, Gran Canaria, Tenerife y La Gomera, podrían contener importantes yacimientos de tierras raras. Rocas como las carbonatitas estudiadas en Fuerteventura presentan según un estudio grandes  concentraciones de tierras raras con niveles superiores a los habituales. En el lecho marino, especialmente en el Monte Tropic y otros montes submarinos, también se han identificado importantes reservas de minerales como telurio, cobalto y tierras raras.

Sin embargo, la explotación minera enfrenta una creciente oposición social y política, tanto en Canarias como en otros lugares del país y del mundo. Aunque la explotación de estos recursos es presentada como una oportunidad económica, son cada vez más quienes se preguntan a quién beneficia realmente este tipo de explotaciones y quién asume los costos, especialmente los sociales y ambientales. 

El concepto de la “maldición de los recursos” fue popularizado por el economista Richard Auty en la década de 1990, y viene a describir el fenómeno por el cual los países ricos en recursos naturales, como minerales, petróleo o gas, a menudo experimentan un desarrollo económico y social inferior al esperado, en comparación con países sin tales recursos. Si bien este fenómeno se observa especialmente en países empobrecidos que dependen excesivamente de la exportación de recursos naturales, hay algunos riesgos que el archipiélago canario no puede pasar por alto —pues ya experimenta esta dependencia con otro monocultivo como es el del turismo de masas—, a saber: la desigual distribución de los beneficios, los impactos ecosociales o la falta de inversión en otros sectores, entre otros.

La lección clave de la maldición de los recursos no es otra que la importancia de gestionar cuidadosamente la explotación de los recursos desde una perspectiva de justicia ecosocial. No en vano, titulares como este de El Economista explican los recelos de la población local: “Cobalto en Canarias para construir 277 millones de coches eléctricos”; seguido de la frase: “Hay telurio como para fabricar paneles solares que cubrirían por sí solos la mitad del consumo de electricidad del Reino Unido”. Un caso hipotético, vamos. ¿Patrocinará Canarias la próxima campaña de Tesla —o de BYD—? ¿Se convertirá en el nuevo surtidor para baterías de Apple?

En un momento en que Canarias corre el riesgo de quedar atrapada en una dinámica de competencia regional entre las grandes potencias, parece fundamental fortalecer la cooperación regional, las alianzas estratégicas naturales (empezando por el apoyo a la resistencia saharahui frente al expansionismo del régimen marroquí), la autosuficiencia económica y una gobernanza valiente para evitar quedar relegada a un papel subordinado en el tablero geopolítico global.

Por lo pronto, tanto cabildos como gobierno autonómico han expresado su oposición, en consonancia con el rechazo de la sociedad civil, y lo que parece claro es que cualquier decisión respecto a las explotaciones mineras —en realidad respecto a cualquier asunto relevante— no debiera tomarse sin contar con una participación significativa de la sociedad.

Más allá de evaluaciones de impacto ambiental —cuya efectividad es discutible—, es imprescindible fortalecer una democracia ecológica basada en los principios del Convenio de Aarhus, que España ha ratificado y transpuesto en la Ley 27/2006: acceso a información ambiental, participación ciudadana en la toma de decisiones y justicia ambiental. Sin estos pilares —transparencia, participación y control ciudadano— cualquier decisión carecerá de la legitimidad necesaria. En ese sentido, parece sensato seguir la línea marcada por un sector del Cabildo de Gran Canaria que, amparado en las protestas sociales del año 2024, ha decidido someter a consulta pública el modelo turístico de Gran Canaria y prepara una futura Convención Ciudadana sobre dicha temática para preguntar a la población isleña.

Sin embargo, estos procesos de participación chocan en la actualidad con un preocupante contexto de criminalización de la protesta y del activismo ecologista. Desde la persecución del movimiento Canarias Tiene un Límite, hasta el juicio multimillonario contra Greenpeace EE.UU. o las multas a científicos de Rebelión Científica, se evidencia una paradoja alarmante: mientras se permite la destrucción del planeta, quienes denuncian los riesgos son tratados como delincuentes.

Por todo ello, Canarias, de la mano del resto del Estado, debe impulsar una transición ecosocial que ponga en el centro la creación de resiliencia ante un contexto global cambiante. Probablemente ni la extracción masiva de minerales ni la simple oposición sean soluciones. Necesitamos redefinir las coordenadas en las que tiene lugar esa discusión, para priorizar modelos regenerativos que fomenten la reducción de la demanda, el reciclaje de materiales (una economía circular ambiciosa podría cubrir hasta el  67% de la demanda de metales de la UE, según un estudio de Amigos de la Tierra) y políticas que reduzcan la dependencia extractiva. Al mismo tiempo, como plantea Héctor Tejero, debemos asumir que el debate sobre si reactivar o no las minas en nuestros territorios no puede obviar que la alternativa actual implica seguir usando combustibles fósiles o que las minas estén en países con peores estándares ambientales y laborales, algo de lo que debemos hacernos cargo.

Europa, por su parte, debe fijarse una estrategia propia en el nuevo orden geopolítico, siguiendo la estela de la iniciativa Beyond Growth para proyectar cómo sería la geopolítica de una Europa poscrecimiento. Tanto la apuesta por la transición energética y digital en la anterior legislatura europea, como por el rearme en esta, tienen algo en común: la ingente demanda de minerales estratégicos. De ahí que priorizar la suficiencia, la relocalización y el reparto justo de los recursos deba ser una prioridad no solo para avanzar hacia la tan cacareada autonomía estratégica, sino también para poder desplegar una agenda que aboge por los valores democráticos y sociales que fundaron la UE. Ese es el gran desafío que tenemos por delante.

El futuro está por escribir. Atrevámonos a soñar.

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