‘Prehistoria de Canarias’, la exposición que “revolucionó” el patrimonio arqueológico de las Islas

El 28 de mayo de 1985 se inauguró en Las Palmas, en la Feria Española del Atlántico –nombre original antes de que se acuñara la denominación de Infecar-, Prehistoria de Canarias. Fue la primera gran exposición sobre el legado indígena de los primeros habitantes de las Islas y también la primera itinerante, independientemente de su temática, porque durante más de dos años recorrió el Archipiélago. “Fue un evento cultural que revolucionó la concepción y divulgación del patrimonio arqueológico aborigen”, recuerdan hoy, cuarenta años después, Carlos García y Guillermo Rivero, dos de los tres coordinadores de esta muestra ideada y creada desde El Museo Canario y financiada por el Gobierno autónomo. Pero, ¿por qué fue revolucionaria esta exposición? Vamos a contar las claves de por qué hubo un antes y después de Prehistoria de Canarias.
“El interés por la cultura de los aborígenes canarios se multiplicó con esta magna exposición”, afirma el geógrafo Carlos García, experto en la gestión de territorios vinculados a la riqueza arqueológica y natural. “Nunca se había realizado una exposición sobre la prehistoria de las Islas que abarcara todos los aspectos de la sociedad indígena”, continúa García. Después de los dos meses que permaneció abierta en Gran Canaria, con un éxito de audiencia que superó las previsiones iniciales, como recogieron los medios de comunicación de la época, “la muestra recorrió el resto de las islas durante más de dos años”, una itinerancia que coordinó Luis Sosa.
Esta exposición, indica García, “llevó por primera vez y de manera masiva a la sociedad de Canarias la cultura de sus primeros pobladores”. No hay registros oficiales sobre la cantidad de personas que la visitaron, pero sí que los institutos y colegios de todas las islas hacían cola para visitarla. “En su momento, fue un auténtico boom”, sentencia el geógrafo. La aportación principal de García “fue contextualizar el medio físico, natural, en el que se desarrolló y evolucionó la sociedad indígena. Intervine también en la síntesis y coordinación de todos los capítulos”. Llevó “el peso del secretariado general”, añade Rivero durante la entrevista conjunta que Canarias Ahora realizó a estos dos profesionales para elaborar este reportaje.

La audiencia fue el primer elemento revolucionario de Prehistoria de Canarias. El segundo factor fue lo que supuso para la modernización de El Museo Canario. En aquellos años, rememora Guillermo Rivero, “el museo estaba cerrado porque se encontraba en malas condiciones”, incluso con goteras. Sin recursos para abordar una reforma integral, “Alfredo Herrera Piqué [consejero de cultura del Gobierno y directivo de museo, posteriormente fue presidente] y Julio Cuenca [conservador de la institución en ese momento] ”tuvieron la brillante idea de organizar una gran exposición con el doble objetivo de sensibilizar al Gobierno de Canarias para que aportara financiación para la reforma del museo, por una parte, y de otra, sirvió como laboratorio de ideas para diseñar vitrinas, maquetas, paneles o reproducciones que luego se aplicaron a la nueva musealización de El Museo Canario para su reforma“.
Sin ley ni ordenadores
Revolucionario fue también el presupuesto del evento, cinco millones de las antiguas pesetas; hoy la cifra parece modesta -30.000 euros-, pero fue una fortuna en aquellos tiempos. Pero para entender mejor la dimensión que cobró Prehistoria de Canarias hay que remontarnos a la realidad del patrimonio cultural y de El Museo Canario de 1985. No había legislación sobre la protección y gestión de los bienes culturales. Ese año, después de la inauguración de la muestra, se aprueba la Ley del Patrimonio Histórico Español, mientras que la canaria tuvo que esperar hasta 1999. Por no haber, ni existían ordenadores, ni empresas de arqueología ni arqueólogos adscritos a las administraciones públicas. Ni siquiera se había creado la Universidad de Las Palmas, aunque sí existía, con sede en Gran Canaria, la Universidad Politécnica de Canarias.
El rol de Guillermo Rivero fue “la ingeniería y la creatividad del evento, el diseño del marco expositivo, la ejecución de la fotografía, la tipografía de los paneles... Todo muy artesanal porque no teníamos ordenadores”. Rivero y García tenían 28 años. Recuerdan el estrés de los meses previos a la inauguración porque “teníamos una fecha cerrada en el marco de los actos institucionales del Día de Canarias. Fue excitante. Llegamos tempranos al museo y te encontrabas con una legión de personas, entre dibujantes, maquetistas, carpinteros”. Las salas del museo se convirtieron en los talleres en los que se construyeron vitrinas, paneles y las maquetas de la exposición. Paralelamente, otros técnicos se encargaban de ordenar los fondos porque El Museo Canario “carecía incluso de un inventario, habían listado parciales de colecciones pero no un inventario real y en algunos casos desconocíamos el contexto y la procedencia de muchos de los materiales”, detalla Rivero.
Esa labor de poner en orden las tripas del museo fue crucial para determinar el contenido de Prehistoria de Canarias. “Hubo un esfuerzo metodológico y científico”, nos cuenta Carlos García, “muy serio para plantear qué era lo que se conocía en aquel momento de la realidad aborigen”. Aunque la exposición se concibió y se realizó desde Gran Canaria, “tuvo un carácter archipielágico. Hubo una gran conexión y relación con el conservador del Museo Arqueológico de Tenerife, Rafael González Antón, y con los miembros del Departamento de Arqueología de la Universidad de La Laguna; de hecho, el catedrático ya jubilado Antonio Tejera Gaspar fue el comisario de la exposición”.

“Fue un acontecimiento cultural y para mi fue una experiencia interesante y enriquecedora”, ha declarado a este periódico Tejera, Premio Canarias de Patrimonio Histórico (2011). El comisario de Prehistoria de Canarias recuerda que “esta exposición se pudo organizar gracias al empuje de los profesionales de El Museo Canario”, en aquella época estaba presidido por José Miguel Alzola. Antonio Tejera también asistió a la inauguración cuando la exposición se trasladó al Museo de Bellas Artes de Tenerife. También resultó un acontecimiento social, como ya ocurriera meses antes en Las Palmas.
La proeza de organizar una exposición tan potente y ambiciosa -también fue revolucionaria en las Islas por su dimensión -se refleja en los créditos del catálogo, con la presencia de cerca de medio centenar de profesionales, sin contar con técnicos de diversas instituciones que colaboraron en la muestra. Se contó, por ejemplo, con los mejores ceramistas que habían en las Islas para elaborar las reproducciones, como Silverio López, que aún continúa con su magisterio desde Fuerteventura, el tinerfeño Funchi Gómez y el matrimonio de palmeros Ramón y Vina, que eran los más veteranos y reputados en aquellos tiempos.
El día después de aquel martes 28 de mayo de 1985 estuvo protagonizado por el eco mediático, pero para los coordinadores del evento fue una liberación: “Nos quitamos un gran peso porque la presión era tremenda”. Pero no hubo descanso. La reforma del vetusto museo arqueológico anclado en el histórico barrio de Vegueta estaba en marcha. La energía que había insuflado la primera gran exposición itinerante celebrada en Canarias había que aprovecharla. Y así fue. En diciembre de 1987 El Museo Canario volvió a reabrir sus puertas. Desde entonces, está igual, pendiente de una ampliación que revolucione la institución que fundara el doctor Gregorio Chil y Naranjo en 1879, como ya lo hizo, hace cuarenta años, Prehistoria de Canarias.
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