Una guitarra acorde a la lucha

La guitarra de Said Muti, creación de Carmelo Angulo, representa la bandera palestina y la kufiya que simboliza la resistencia al genocidio israelí.

Gara Santana

19 de febrero de 2025 23:55 h

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Said Muti Hernández tenía tan solo 16 años cuando compuso Milenario olivo, una canción que habla de la resistencia del pueblo palestino frente al genocidio del estado israelí y que 20 años después continúa estando de rabiosa, desgarradora, actualidad. La composición musical, en la que participó la Orquesta Filarmónica de Gran Canaria, habla de resistencia y aguante usando como símbolo el olivo, presente en Palestina, y longevo y resistente como le ha tocado ser a esta lucha.

Pensando en aquella canción, en la situación actual y en cómo todo aquel que tenga un altavoz, sea y dé testimonio de esta matanza televisada, el cantante canario-palestino se ha aliado con grandes amigos, que, tras una conversación de una noche, decidieron imprimir una lucha en un instrumento y que todas las notas apunten a la paz. “La idea era darle al símbolo una realidad física, más allá de una realidad melódica y armónica”, cuenta el compositor a esta redacción.

Para el diseño de esta guitarra se aliaron tres amigos; el propio Said; Carmelo Angulo, propietario del bar El Timbeque de Las Palmas de Gran Canaria; y la emblemática tienda de música de la ciudad, hoy Muslan (antigua Picholi), encargada de ceder el instrumento.

Angulo, que vio crecer musicalmente a Said y ha procurado siempre que entre copas y risas la música siempre esté presente, fue el encargado del diseño con un aerógrafo ya que tenía un taller en el que se dedicaba a pintar motos y cascos era un artista de esa labor. “Creo que es bastante importante en este tipo de situaciones visibilizar. Lo podemos hacer a través de la palabra, en este caso de la canción, pero también visibilizar los símbolos de resistencia, como en este caso es la kufiya y, por supuesto, los colores de la bandera”.

El músico es claro a la hora de hablar de qué papel deben jugar las artes en el mundo con el que interactúan. “A mí me gusta separar de manera contundente lo que se consideraría tener la obligación de hablar de algo que tú consideres justo o que no, y de la libertad de expresión es un tema sensible”. “Ahora bien”, continúa Said, “llegado a ciertos puntos creo que ya no solo los artistas y los músicos tenemos la obligación de responder y de significarnos, sino que tiene que ser algo que se extienda al resto de la sociedad”. 

Considera que al final los artistas y los músicos no dejan de ser el reflejo de la sociedad en la que viven. “Y muchos de ellos han optado, ya sea por miedo, por incapacidad, por ignorancia o por todo junto por mirar a otro lado y no significarse, porque entienden que significarse con una cuestión política les haría perder público. Yo considero que cuando una persona, sea la que sea, se dedique, en este caso estamos hablando de arte, y tiene un altavoz en el que puede sensibilizar a la población, considero que existe cierta obligación de hacerlo y también cierta responsabilidad”. Y concluye: “Ya no es una cuestión política o tener una ideología u otra,se está hablando de que hay una limpieza étnica en marcha, que ya incluso sobrepasa el genocidio, y que hay que alzar la voz para no permitirlo porque en algún momento de la historia llegaremos a pensar qué es lo que estábamos haciendo nosotros para que esto sucediera y no haberlo parado”. 

Milenaria resistencia

Los olivos son árboles cargados de identidad, la joya de la corona para la dieta mediterránea, el horizonte de cientos de paisajes que no nos son ajenos y una esperanza de vida milenaria que se hunde fuerte en la tierra.

Es símbolo del deseo de Paz, por eso la porta la paloma blanca en su pico y, al mismo tiempo, se ha conformado como testigo de la resistenciadel pueblo palestino. Las raíces del olivo se aferran a la tierra resistiendo a la sequía y a los contratiempos, llegando a vivir durante miles de años. El más antiguo, convertido en patrimonio cultural, se encuentra en un pequeño pueblo cerca de Belén.

Los olivares de las tierras palestinas se han visto sometidos al mismo asedio que sus habitantes. Los colonos sionistas, después de instalar sus urbanizaciones ilegales en el interior de Palestina, declarando también los alrededores como zona prohibida para la población local, promueve la destrucción de los campos de olivos con talas indiscriminadas e incendios frecuentes, documentados por organizaciones humanitarias.

Tal es la fuerza de su simbolismo, que la población campesina de Palestina que logra mantener sus olivares pone en riesgo su vida cada temporada al llegar el momento de recoger la cosecha. “El peligro es tan real que debe recurrirse a la presencia de activistas internacionales que acompañen en las tareas de recolección. Los colonos sionistas están armados, pero en presencia de testigos con pinta foránea, suelen disparar menos”, contaba a esta redacción redacción Rosa Halaby, presidenta de la Asociación Mujeres por la Paz y Acción Solidaria con Palestina. Por eso los restos de los olivos talados “sin misericordia” durante los asaltos se recogen con dolor.

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