Todo el mundo habla de la feria según le va en ella

Todo el mundo habla de la feria según le va en ella y el mismo dolor insidioso que le acompaña a uno allá donde vaya es irrelevante para el prójimo, salvo cuando este lo padece y se vuelven las tornas de la indiferencia.

En la política sucede otro tanto, aunque más acendrado porque no hace falta experimentar un dolor real para quejarse y el bienestar ajeno se asume como propio, por lo que cada político y cada formación viven en un mundo beatífico en donde todos los deméritos son ajenos.

Pasa todos los días, pero con la polarización política la distinta vara de medir se aplica como si fuera ya una plantilla, sea lo que sea de lo que se hable. La atalaya es el poder: se esté en lo alto o a sus pies el discurso cambia ante la misma realidad.

Cantabria fue en febrero la segunda comunidad autónoma donde más bajó el paro con 259 desempleados menos, según el paro registrado, pero dos meses antes, la Encuesta de Población Activa cerraba 2024 con 3.000 parados más.

La primera noticia fue saludada con entusiasmo por el Gobierno de Cantabria, mientras que la segunda fue rechazada de plano por el mismo, denostando el mecanismo estadístico del INE. Y si la vara de medir tiene que ser la misma, se cambia el modo de medición: los datos del último mes pasan a segundo plano si no son buenos y bienvenidos sean los históricos si los mejoran, o viceversa.

Esta no es solo una manera de ver las cosas del gobierno de turno: todos lo han hecho así, atribuyéndose méritos o escurriendo el bulto se tenga o no competencia en la materia.

La adecuación salarial del profesorado lleva tres lustros arrastrándose. Puede pensarse que, si es un derecho que hay que ejecutar, es tan sencillo como ver la manera de hacerlo, sin entrar en más discusión. Pero, habiéndose dilatado tanto tiempo, y habiéndose sucedido varios gobiernos con hasta tres partidos en el poder (PRC, PSOE y PP), quien está en la oposición hoy exige al que gobierna que ejecute lo que él no ejecutó cuando gobernaba. Así se produce una espiral en donde todos exigen responsabilidad, pero ninguno la ejerce cuando le toca.

En el desarrollo eólico pasa algo parecido. Partidos que han gobernado, como el PRC, y que predicaron las bonanzas de esta energía renovable, denostando a los promotores de las manifestaciones en los municipios en 2021 por su “demagogia” y “postureo”, se convirtieron en adalides de la estricta observancia del paisaje y del impacto de molinos de viento de 200 metros de altura.

Las mismas críticas que vertió el PP contra la proliferación de altos cargos en el Ejecutivo autonómico, se le volvieron en contra una vez alcanzó el Gobierno manteniendo un nivel similar, porque lo superfluo de entonces es lo necesario de ahora.

Al final, reina la confusión en el guirigay del Patio de Monipodio de la política. Ante el bombardeo de mensajes contradictorios, el ciudadano de la calle ya no sabe si el paro evoluciona bien o mal, si los eólicos son una necesidad o una agresión, si hay exceso o no de altos cargos, si es de día o de noche. Tal vez porque la manera de enfrentarse a realidades complejas sea de forma compleja, pero desde el sentido común y la objetividad, nunca desde el ruido político e informativo que solo enfangan el terreno de debate.