La visibilización de las mujeres lesbianas y bisexuales: una deuda pendiente dentro del colectivo LGTBIQA+
Es importante tener en cuenta que dentro del colectivo LGTBIQA+ todas las voces importan por igual, que la lucha es conjunta y que no se deja a nadie atrás. Pero en la práctica, esto no siempre ocurre, basta con fijarnos un poco más allá para darse cuenta de que no todas las letras del acrónimo reciben la misma visibilidad, y dentro de esa jerarquía, las mujeres lesbianas y bisexuales han sido relegadas sistemáticamente a un segundo plano.
Resulta habitual que, cuando se promocionan eventos LGTBIQA+ en los cuáles, se cuenta con personas que forman parte del colectivo, siempre sea un hombre cis y gay (o varios), principalmente, quien está al mando de estos eventos y con quien siempre se cuenta. Acompañado, a veces, de otras personas del colectivo, como personas transexuales y, en algunos pocos casos, mujeres lesbianas o bisexuales.
Esta invisibilidad no viene de ahora. Viene de décadas atrás, cuando incluso dentro de los primeros movimientos por los derechos LGTB, las mujeres eran apartadas o consideradas como meras acompañantes en una lucha que, aunque común, se contaba desde voces masculinas y, en muchos casos, cisgénero y homosexuales. La historia oficial del colectivo ha sido muchas veces narrada desde una mirada centrada en el hombre gay, dejando fuera o minimizando las experiencias de mujeres lesbianas, bisexuales, y otras identidades feminizadas.
Uno de los aspectos más perjudiciales de esta invisibilización es que perpetúa la creencia de que las mujeres que se relacionan sexo-afectivamente con otras mujeres no existen, o que su orientación es “una moda” o un recurso para satisfacer fantasías ajenas. El deseo entre mujeres se trivializa o se hipersexualiza, especialmente en los medios, pero rara vez se valida como una realidad legítima, compleja y diversa. En el caso de las mujeres bisexuales, el estigma se duplica: se las acusa de “no decidirse”, de ser “confusas” o “menos comprometidas” con la causa.
Además, cuando se organizan eventos, campañas o discursos institucionales, muchas veces el enfoque sigue siendo tan genérico que diluye las particularidades de cada identidad. ¿Dónde están las referentes lesbianas o bisexuales en el activismo? ¿Cuántas veces se ha hablado de salud mental, violencia de género, representación cultural o maternidad desde la perspectiva de estas mujeres? La falta de visibilidad también desemboca en falta de recursos, falta de apoyo y, sobre todo, falta de espacios seguros.
La invisibilidad también tiene un componente de género muy claro. En un mundo donde lo masculino sigue siendo el estándar, lo femenino se relega a la sombra, incluso cuando se habla de diversidad. Así, las mujeres lesbianas y bisexuales no solo tienen que luchar contra la lesbofobia y la bifobia, sino también contra el machismo, muchas veces reproducido incluso dentro de los propios espacios LGTBIQA+.
Por eso, urge una revisión profunda dentro del colectivo. No es suficiente con incluir la letra “L” o la “B” en las siglas si eso no se traduce en representación real, en recursos específicos y en un espacio donde las experiencias de estas mujeres sean escuchadas, validadas y priorizadas.
La lucha por la igualdad no puede construirse sobre la exclusión de algunas de sus partes. Visibilizar a las mujeres lesbianas y bisexuales es una cuestión de justicia, pero también de coherencia. Porque si no nos reconocemos entre nosotres, resultará más complicado que lo haga el resto del mundo.
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