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Delfines desorientados y miles de años de posidonia arrasados: la náutica recreativa dispara la presión sobre el Mar Balear

La estela de una embarcación cruzando entre dos ballenas, en este caso frente a las costas de la Comunitat Valenciana, unos hechos que denunciaron en su día desde Ecologistes en Acció

Santiago Torrado

Menorca —
22 de marzo de 2025 22:15 h

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El 20 de marzo comenzó oficialmente la primavera. Ya se alistan las sombrillas, se preparan los hoteles y se ponen en marcha los motores de la industria turística en Balears. Lejos de ser una metáfora al azar, la pretemporada de días largos y calles abarrotadas de visitantes trae consigo algo más que los 14 millones de visitantes que, según el Instituto Balear de Estadística (Ibestat), pasaron por las islas entre mayo y octubre de 2024.

Este año, los motores de miles de embarcaciones recreativas, lanchas de paseo sin titulación, charters de excursiones por horas y yates privados se alistan para otro verano récord. Sin embargo, frente a toda acción ocurre siempre una reacción igual y contraria: mientras proliferan sin límites las embarcaciones como una marca registrada de las cifras inéditas de crecimiento económico asociadas al turismo en Baleares, este mismo síntoma deja secuelas irreversibles en nuestro mar.

Según el último informe Mar Balear, elaborado entre otras entidades por la Universitat de les Illes Balears (UIB) y por la dirección de Ports IB, en 2021 había 35.500 embarcaciones recreativas registradas en las islas, a las que se han sumado en los últimos cuatro años otras 995 distribuidas en amarres, pantalanes, boyas y en menor medida, en dique seco. Un bosque de más de 36.495 mástiles, velas, cubiertas y motores que, eventualmente, cada verano aumenta de número cuando otros barcos ocasionalmente fondean alrededor de las Islas. En el caso de Menorca, según indican desde el Consell Insular, el número de barcos de recreo asciende a 4.099, llegando a superar los 6.000 amarres ocasionales durante los meses de verano.

La industria náutica, la que más afecta a la posidonia

Para entender cuál es el impacto que esta gran flota recreativa genera en la flora y fauna marina, elDiario.es ha consultado a la oceanógrafa Abril Reynés, quien destaca que existen “diversas formas y grados de impacto”, pero que las más “visibles y mesurables son el impacto sonoro, el impacto por fondeo y, por supuesto, la contaminación química”.

Sobre el fondeo, Reynés subraya un hecho largamente denunciado por organizaciones ambientales de la isla y que exige una mayor regulación para evitar que el daño sobre el lecho marino sea irreversible. “Es claramente la actividad que más afecta a las praderas de posidonia oceánica, una planta clave para el equilibrio del ecosistema, la calidad del agua, la vida y reproducción de muchísimas especies marinas”. Por otro lado, señala que se trata de una planta de florecimiento muy lento, lo que impide su rápida recuperación.

“Un fondeo sobre posidonia puede arrasar con miles de años de desarrollo de flora submarina. De hecho, es poco sabido que entre Eivissa y Formentera existe una de las plantas de posidonia más longevas del mundo que suma más de 100.000 años. Está sobradamente demostrado que mientras más embarcaciones de recreo hay, más peligro corre todo el ecosistema del Mar Balear”, enfatiza la científica.

Perjuicios para delfines y ballenas

Otra dimensión que preocupa a las expertas consultadas por elDiario.es sobre el impacto del turismo náutico es la del ruido subacuático derivado de los motores y las hélices. Los motores de combustión producen un sonido de banda ancha que varía en frecuencia según su tamaño y tipo, mientras que la cavitación de la hélice —un fenómeno en el que se forman y colapsan burbujas debido al movimiento de la hélice en el agua— genera sonidos de alta frecuencia que se propagan a grandes distancias. Según la bióloga marina Aina Blanco Magadan, los animales más afectados son los cetáceos, especialmente ballenas y delfines.

“Son animales que dependen del sonido para comunicarse, orientarse y localizar presas. El ruido antropogénico (creado por la actividad humana) puede enmascarar sus señales acústicas naturales, dificultando su coordinación en grupo, alterando sus rutas migratorias y aumentando sus niveles de estrés. Esto puede llegar a dar cambios en el comportamiento de los cetáceos en zonas con tráfico marítimo intenso, donde tienden a evitar ciertas áreas o a modificar sus patrones de alimentación y descanso”, explica la investigadora en diálogo con este medio.

En el caso de la contaminación química, las consecuencias del creciente número de yates, veleros, lanchas, zodiacs y motos de agua que pueblan el litoral balear son mucho más notorias. “Es común que haya vertidos, a veces accidentales, de hidrocarburos y combustibles o metales pesados, aunque muchas veces las embarcaciones vacían sus aguas residuales en el mar lo cual genera un fuerte impacto ambiental”, señala Blanco, y añade que, frecuentemente, la acumulación de sustancias químicas proviene en mayor medida de “las infraestructuras costeras, como puertos deportivos, marinas, rampas de botadura y zonas de varado”, que de las propias embarcaciones.

Finalmente, ambas científicas coinciden en la necesidad de mayor regulación para evitar que el impacto de este tipo de embarcaciones sea del todo irreversible. “Las administraciones deberían tener un enfoque más integrado y participativo sobre este punto, que combine la regulación, el control efectivo y la implicación de la comunidad náutica para alcanzar un equilibrio real entre la navegación y la conservación del medio marino”, explican.

Aviso a navegantes

Pero los problemas derivados de la acumulación y proliferación de barcos de paseo no tiene solamente que ver con la diversidad y complejidad del impacto ambiental que generan, también son un verdadero peligro. En abril de 2024 un velero de alquiler por horas volcó en la playa de Sa Mesquida, en la costa del levante menorquín, dejando como saldo la muerte del patrón y la hospitalización de seis turistas suizos que se hallaban con un cuadro de hipotermia. En agosto un yate de lujo con cuatro británicos a bordo se incendió y se hundió cerca de Mahón. Los ocupantes fueron rescatados ilesos. En septiembre del mismo año una embarcación de chárter con ocho personas a bordo colisionó con una barca de pesca en el sur de Menorca, provocando el hundimiento del palangrero.

La lista sigue y adquiere ribetes más trágicos si pensamos en otras latitudes, no tan lejanas, como el caso del ciudadano alemán recientemente imputado por homicidio imprudente y omisión de socorro tras arrollar una embarcación en la que murió un joven y acto seguido darse a la fuga en Cala Bona (Mallorca).

Por otro lado, durante los últimos años en Menorca -como en todo el archipiélago- proliferan las embarcaciones recreativas sin titulación. Una modalidad de entretenimiento que no deja de sorprender por su absoluta falta de regulación y de recaudos, que cosecha cada temporada un tendal de accidentes. En 2021 la familia Vázquez alquiló una embarcación sin titulación en Cala Galdana y durante la travesía la barca comenzó a hundirse, atrapando a su esposa bajo el agua, afortunadamente no hubo que lamentar un desenlace fatal. En julio de 2022, en solo cinco horas, ocurrieron tres accidentes seguidos en la costa de Ciutadella: dos embarcaciones se hundieron en Cala Turqueta y otra volcó en Cala Galdana.

En agosto de 2023, un cliente que alquiló una lancha sin titulación en la bahía de Son Saura fue sorprendido arrastrando a tres personas sujetas a la escalera trasera de la embarcación mientras navegaba. La lista sigue.

Limitaciones a los excesos de velocidad en la costa

Con el objetivo de morigerar esta creciente y cada vez más frecuente siniestralidad marítima, la organización ecologista GOB Menorca ha exigido a la administración medidas urgentes. “Es urgente e imprescindible la reducción de la velocidad costera, la regulación del fondeo, el uso obligatorio de cartografía para la protección de hábitats marinos, la anulación de la excepción para gobernar embarcaciones sin titulación y la aplicación de mecanismos de control más estrictos”, expresan los ecologistas.

La entidad conservacionista denuncia que el exceso de velocidad de las embarcaciones en la franja costera representa un peligro constante para los bañistas y los ecosistemas marinos. Por ello, solicita que se limite la velocidad a 5 nudos en los primeros 300 metros de la costa, una medida que permitiría reducir el riesgo de accidentes, minimizar la contaminación acústica submarina y disminuir el impacto del oleaje en zonas de baño. Además, ante la creciente masificación de calas y playas durante el verano, reclama “la prohibición del fondeo a menos de 50 metros de las playas y a menos de 20 metros de la costa en zonas no balizadas”, con el objetivo de proteger tanto la seguridad de las personas como la biodiversidad marina, especialmente las praderas de posidonia.

Pareciera que el modelo de turismo desenfrenado, desregulado, y con embarcaciones sin vigilancia ni titulación no es solamente un peligro ambiental sino también un potencial riesgo para la salud y la vida de los propios turistas que vienen cada año y cada vez en mayor número a poblar las playas del mar balear.

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