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Lean esta frase de Simone de Beauvoir como si fuera el padre nuestro. Háganlo las veces que sea necesario para poder recitarla con la misma soltura que la oración más básica de la Iglesia católica: “No olvidéis jamás que bastará una crisis política, económica o religiosa para que los derechos de las mujeres vuelvan a ser cuestionados. Estos derechos nunca se dan por adquiridos, debéis permanecer vigilantes toda vuestra vida”.
Ahí estamos, una vez más, justo donde Beauvoir dijo que estaríamos y donde pasado el tiempo nos volveremos a ver. Para algunos, el feminismo ha llegado demasiado lejos. Así lo dice, literalmente, una encuesta reciente -fue la opinión del 52% de los encuestados-. Nos hacemos pesadas con tanto reivindicar igualdad y los mismos derechos que el hombre y, lo peor, exigiendo para ellos las mismas obligaciones. Es normal que muchos lo vivan con pesadez, no es fácil asumir las cargas que soporta una mujer y, oye, si te hacen el trabajo sucio, la vida es más cómoda para uno.
En una época en pleno auge de la ultraderecha y en la que estamos a un tris de que esté mejor visto ser nazi que feminista, no hay tiempo que perder. Hay que rezar un Beauvoir y seguir adelante con la lucha. Es importante mantener la frente fría, porque lo natural, lo que a una le nace, es indignarse. ¿Cómo no hacerlo cuando se nos trata de paranoicas o conspiranoicas al hablar de las violencias sexuales y después conocemos casos más escalofriantes que nada de lo que pudiéramos haber imaginado en la peor de nuestras pesadillas?
Caso Pelicot: un hombre drogaba a su mujer para violarla y llamaba a otros hombres, más de 50 se ha podido demostrar, para que la violaran también mientras él lo grababa. También distribuía imágenes sexuales de su hija mayor. Chats de Telegram: 66.000 hombres en Portugal y más de 70.000 en Alemania compartían fotos y vídeos íntimos de mujeres, de sus madres, hijas, hermanas o amigas, para denigrarlas. Es escribirlo y se me revuelve el estómago. Si le ocurre lo mismo al leerlo, tómese un respiro que seguimos.
Seguimos porque sí hay una legión de violadores y abusadores. Seguimos porque sí hay millones de hombres en el mundo que se creen superiores a las mujeres y que, si está en su mano, siguen sometiéndolas, ninguneándolas o abusando de ellas. Seguimos, porque, aun no siendo todos así, los hombres siguen sin tomar un papel protagonista en el feminismo. Seguimos porque todavía hay mujeres que creen que la libertad de la que gozan ellas se la han ganado solas, y no, amigas: la conquista ha sido colectiva y viene de décadas de lucha feminista.
Seguimos pues, pero sigamos unidas, sin dejar a ninguna atrás. Sin división entre jóvenes y mayores -a unas les debemos adonde hemos llegado; a las otras, adonde llegaremos-. Sigamos sin división entre ideologías, porque el feminismo ha de unirnos a todas por encima de ellas. Sigamos con más fuerza que nunca, para no dar ni un paso atrás en nuestras conquistas. Pero además, hoy, en un mundo dirigido por señoros con sobredosis de testosterona, demos un paso al frente para lograr algo que se nos da especialmente bien a las mujeres independientemente de épocas o culturas: mantener la paz. El mundo nos necesita.
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