¿Por qué a ellas les gusta mucho menos el imperio romano y Elon Musk?

Muchos estudios globales coinciden en afirmar que los hombres cada vez se vuelven más reaccionarios y las mujeres viran más a la izquierda. Es una tendencia correlativa -entre otros factores- al auge del feminismo y a la lucha por la igualdad, hecho que un sector de los varones jóvenes (entre un 25-50% según países y estudios) consideran que ha ido demasiado lejos.
Ellos creen que son acusados injustamente de agresores sexuales y ellas consideran que su reacción obedece a una pérdida de privilegios patriarcales.
Todos, ellas y ellos, viven una época de incertidumbres y desconfianza en el sistema, que les falla en lo esencial. En España los jóvenes se emancipan a los 30 años y sin acceso a una vivienda digna y los jóvenes de 24 años son el único sector que hoy cobra menos que en 2008.
Esa precariedad laboral les afecta más a ellos: la tasa de ocupación femenina por primera vez supera la masculina. Ya hay más ninis hombres que ninis mujeres. Su mejor nivel de estudios (más universitarias con título) les permite incluso que, en algunos países como el Reino Unido, la brecha salarial se invierta y sean ellas las que ganen más.
Los chicos siguen estando en el top de sueldos, pero ahora también en la zona más baja, porque los varones jóvenes de clase baja realizan más empleos no especializados y susceptibles de automatización. Como admiten muchos insertores laborales, el peor perfil para colocarse es ser joven y sin graduado escolar, incluso peor que ser mayor de 55 años porque “¿qué hacías a los 15 años para no graduarte?”.
Estos datos tienen su repercusión psíquica en clave de enfado, angustia e impotencia. Tradicionalmente, los varones eran los principales proveedores de bienes de la familia, su sustento básico. Ese paradigma de la masculinidad ha entrado en crisis y, como toda transformación profunda, genera angustia en muchos que pierden sus coordenadas básicas. En este miedo encuentran su resorte los discursos xenófobos y misóginos de la extrema derecha que buscan nuevos votantes.
Para ello, disponen de las redes sociales y su facilidad para pervertir la realidad. Devotos, muchos de glorias pasadas -la pasión de Elon Musk y otros muchos por el Imperio Romano es evidente- designan el feminismo como el chivo expiatorio, al igual que en otros momentos, los judíos y los inmigrantes (siguen siendo un clásico) cargaron con ese rol. Son las mujeres el enemigo a batir puesto que encarnan -mejor que nadie- lo femenino, que desborda el falocentrismo y desconcierta lo programado.
La alternativa es simple: devolver al Cesar lo que es del Cesar, que Roma vuelva a ser grande otra vez y los chicos recuperen sus bienes “robados”. Esa posición defensiva se acompaña de una receta simple que incluye el esfuerzo (ideal siempre ajustado a cada conciencia) y, especialmente, el trabajo del cuerpo, en la épica de los gymgladiadores.
Cada uno debe hacerse causa sui, agente de su propio porvenir, al estilo de los influencers profetas de ese nuevo evangelio, cuya credibilidad resulta escasa. Abogan por una promoción del individualismo libertario que arrincona cualquier solución colectiva. El amor -en tanto admite la falta y se dirige al otro- es una evidente perdida de eficiencia que hay que barrer.
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