Los datos matan el relato de la Iglesia
La Conferencia episcopal española presentó ante la prensa el pasado viernes 21 su campaña publicitaria destinada a conseguir una mayor recaudación a través de su X en la declaración de la renta. El mismo día, casi a la misma hora, Europa Laica presentaba en Alicante, en el marco de su Jornada Laicista, el Informe crítico sobre la Memoria 2023 que presentó la Iglesia al estar obligada a rendir cuentas sobre en qué se gasta el dinero público que recibe. La Iglesia vuelve a recurrir en su publicidad al autobús viajero que lleva a sus pasajeros a que comprueben por sí mismos la labor social que desempeña la Iglesia, labor que justificaría que los contribuyentes marcaran la X de la Iglesia. En la presentación se aseguró que la práctica totalidad de los viajeros acabaron convencidos de la necesidad de marcar la casilla en favor de la Iglesia. Un relato tan conmovedor como falsa la idea en la que se sustenta.
La Iglesia disfruta del privilegio de disponer de una casilla propia en la declaración de renta. Al marcarla el contribuyente está desviando dinero que no es suyo sino de Hacienda (y Hacienda somos todas y todos) a las manos de esta corporación privada que se denomina Iglesia católica, concretamente a la jerarquía episcopal de esta organización. El dinero público que recibe (382,4 millones de euros de la declaración de 2023) no lo emplea en labor social o caritativa. En la Memoria de 2023 que presenta la propia Iglesia no aparece ninguna partida destinada a esa labor caritativa. Ninguna mención a cáritas diocesanas en las dos últimas Memorias; ni un solo euro a la caridad. El 80% de lo recibido por las X de la renta la Igleisa lo destina a salarios de obispos y sacerdotes y a los costes laborales (seguridad social) y de funcionamiento de la propia jerarquía (Conferencia episcopal española). Otras partidas como el gasto en publicidad, labor pastoral, IVA y formación se suman a la principal de salarios. Este dinero se reparte entre las diócesis españolas que son quienes dan cuenta del empleo de las cantidades que reciben. En 2023 las diócesis en su conjunto tuvieron un superávit de 73,6 millones. Dinero que no se gastó en ayudas a las personas vulnerables ni se devolvió al erario público. Directamente se ingresó en su hucha particular para obtener rendimientos financieros y bancarios. Dinero llama a dinero.
En los últimos años, que se sepa, la Iglesia católica ha acumulado un superávit de más de 300 millones de euros. Una cantidad que no se ha gastado en atención a inmigrantes, mujeres vulnerables, personas mayores. No han sido ellos y ellas las beneficiarias, sino que el dinero ha ido a engrosar las cuentas de la propia organización eclesiástica. Pero es que además, en 2023 el conjunto de los salarios de los sacerdotes y obispos creció un 19,8% respecto al año anterior (en ese año el aumento salarial medio de los trabajadores se situó en un 5,3%), al mismo tiempo que la masa salarial de los seglares contratados por la Iglesia descendió en un 16,4% respecto al año anterior. La opacidad de las cuentas que presenta la jerarquía católica nos impide saber si es que les rebajaron el salario a las personas contratadas (al tiempo que subía el del clero) o es que la Iglesia realizó un despido masivo de sus trabajadores asalariados en todo el territorio español. En cualquier caso, no son precisamente datos compatibles con esa imagen que pretende transmitir la Iglesia de organización benefactora de la sociedad.
Los protagonistas de los anuncios publicitarios de la campaña católica se muestran asombrados por lo que acaban descubriendo de la Iglesia tras su viaje en el autobús de la renta. Pero quedarían mucho más asombrados si conocieran el verdadero destino del dinero que desvían los contribuyentes al marcar la X de la Iglesia. Salarios, IVA, publicidad, superávit, intereses financieros. Ese es el verdadero destino de lo recaudado por la Iglesia a través de la Asignación tributaria. La información la proporciona la propia Iglesia en su Memoria, aunque no de manera transparente. En la presentación de su campaña publicitaria, el portavoz confesó que querían combatir la imagen social que para muchos transmite la Iglesia, a la que se refirió con los términos “opaca y pedigüeña”. Creo que no se puede hacer mejor descripción de esta organización en dos palabras. La Iglesia quiere hacer caja un año más gracias a la publicidad engañosa a la que nos tiene acostumbrados.
El pasado viernes coincidieron en el tiempo dos realidades paralelas. La ficción publicitaria de la Iglesia por un lado y la realidad de los datos de Europa Laica por el otro. El contribuyente debe decidir si quiere que sus impuestos sirvan para pagar principalmente los salarios de obispos y curas y que lo que sobre lo guarden en su hucha, o si prefiere que los impuestos se inviertan en sanidad, educación e infraestructuras para el conjunto de la sociedad. La decisión no es difícil de tomar. Solo hay que confrontar los datos con el relato.
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